"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 30 de agosto de 2009

A de Alarido


Alarido. Podría decirse de la más afinada, intensa y aguda expresión del animal. El alarido más genuino tiene lugar cuando se encuentra en esa frontera imprecisa entre el dolor y el placer que da como resultado la nada.

Hay situaciones en que el animal vuelca históricamente su estridencia. En el asalto a la trinchera enemiga, por ejemplo. En ese instante se produce un enfrentamiento entre alaridos opuestos, pero no diferentes. Se considera un ejercicio de envalentonamiento que enerva para la prueba. La lengua materna y particular de los contendientes no juega papel alguno en ese cruel instante, y si dependiera del alarido emitido los adversarios firmarían posiblemente la paz al momento, desobedeciendo órdenes asesinas, enternecidos al hablar y reconocerse por fin en un lenguaje común.

También el alarido surge espontáneamente, y sin pretenderlo, al recibir el animal la descarga de una tortura. La presión física de otros animales que juegan con ventaja sobre el cuerpo de un animal enjaulado y reducido provoca tal gama de dolor y desgarro sobre el cautivo que éste no puede por menos que desahogar sus minúsculas energías clamando confusamente contra el cielo.

El animal en su soledad maltrecha suele provocar un alarido feroz cuando recibe la noticia de la muerte de la cría. Un accidente, un crimen, la desaparición repentina e inesperada de una de sus crías, despedaza la ilusión del padre o de la madre. Presos de la confusión, los animales que recogen en sus brazos la vida muerta del descendiente no saben bien contra quién dirigir su odio. Es un alarido especialmente perturbador, ahogado con frecuencia de mala manera dentro de su pecho.

Hay todavía bastantes culturas de animales donde los alaridos se confunden o son prolongación de los llamados rezos, plegarias y cantos salmónicos. Suelen acontecer en determinadas circunstancias cuando los animales no distinguen los límites entre la vida de convivencia con otros animales diferentes y su fe ciega en lo imposible e inexistente. En ese sentido, he escuchado en diversas ocasiones alaridos de masas que asemejan gritos de guerra sumamente preocupantes y temibles.

Los alaridos también se producen en acontecimientos de menor trascendencia de vida,
pero a los cuales se otorga un valor incalculable en materia psíquica y emocional: un partido de fútbol. Los alaridos pueden pasar de invocación al estímulo del triunfo a la desesperación afligida de la derrota. Suelen meter más ruidos que nueces, pues ya es sabido que todo espectáculo de masas es un montaje teatral, lo cual no impide que alentado por extremistas concluya en ocasiones en violencias donde el alarido ha perdido ya todo mérito.

Evidentemente, el alarido no es un simple grito. Implica un desenfreno de las cuerdas vocales y se prolonga en ocasiones hasta desembocar en su propio eco. Por ejemplo, en el orgasmo. El animal no está acostumbrado a practicar el alarido como conclusión saludable y expresiva del placer obtenido en el juego con su compañía sexual. Las formas de vida, los hábitat reducidos, el alcohol y la limitada imaginación y desenfado en los juegos de pareja suelen reprimir cualquier forma vocalizada en alto. Sólo los amantes desinhibidos que no reniegan de su condición salvaje saben ejercitar las respuestas adecuadas a sus instintos primarios. Si se les pregunta no duden al preferir una forma de alarido. No siempre se puede optar por un alarido gozoso.



(Composición fotográfica de Misha Gordin)

sábado, 29 de agosto de 2009

El hombre niebla


Deberías escuchar el sonido de tus pasos. Pueden ser los únicos compañeros cuando te sumerjas entre las nieblas del país ignoto. Con ellos resuenan también tu decisión y tu firmeza. Y un eco múltiple de dudas que tu taconeo irá dejando atrás sobre la hojarasca. Lo que tengas que ver no lo esperes desde el paisaje. Será tu propia carga la que te ilumine. Los años aprendidos y cuanto aún no has olvidado pueden ser el fanal o tal vez el lastre. En medio de lo invisible no acertarás a ver la encrucijada. Acaso los caminos sean evanescencia. Y bajo tus pies las tierras pantanosas acechen a quien no está habituado a desertar de la rutina. Pero tú no eres de esos que se dejan amedrentar por lo imprevisto. Y siempre te quedará tu propia palpación. Comprobar que sigues atravesando el piélago. Sentir que tus manos te protegen de cuantos elementos te desasosiegan. Sentir que el cuerpo irreducible en el que aún confías te cuida del peor de todos ellos: el miedo. Nada te impide para sobrevivir pasarte al enemigo. Convertirte en hombre niebla. Entrar en otro reino.

viernes, 28 de agosto de 2009

Versus



En algún momento de tu vida empiezas a hacer del tiempo una inobservancia, y el paisaje va reduciéndose paulatinamente a aquello que realmente deseas mirar, y no te interesan ya tanto las dimensiones externas de las cosas como tu capacidad para abarcar los objetos y las situaciones, tu sentido afinado del gusto, tu curiosidad irredenta y la mirada al corazón de los seres humanos que no se habían manifestado aún. Al permanecer fijo frente al mar no estás tan pendiente de ver pasar los navíos, sino que te ausentas, y sólo el sol o el viento o el azuzamiento de la tormenta o el oleaje encrespado te recuerdan que debes seguir resistiendo, y que las mareas, como tu vida, son una constante inercia de flujos cuyas influencias sobre tu cuerpo y sus expresiones no conseguirás nunca desentrañar. Al contemplar con otros ojos y con otra conciencia de los límites el entorno, próximo o lejano, no estás siendo en absoluto un actor pasivo, sino que activas tu ubicación responsable de otra manera. Ya no te crees pretenciosamente dueño de ti, como en años pasados pretendiste, porque el paisaje se te revela con otra perspectiva y otra generosidad. Y en esa amplicación de tu receptividad hacia lo profundo, hasta los sentidos se te han agudizado. Hueles antes de llegar al lugar, escuchas antes de que la conversación se emita a tu lado, tocas cuando aún el objeto de tu tacto no se ha puesto a tu alcance. Tal vez ahí estás ya en un combate seguro contra el tiempo que todos los seres temen que se les escape. A ti no te preocupa. Descubres que caben nuevas prospecciones.




(Fotografía de André Kertész)

miércoles, 26 de agosto de 2009

Carta a Gerda


Inolvidable Gerda. Con frecuencia solías decir que en un click pueden caber muchas vidas, pero también muchas muertes. Ahora que reviso todo estos negativos quedo abatido por el desafío de tus veintisiete años agotados. Para nadie de cuantos nos dedicamos a este oficio testimonial cabe duda alguna de los riesgos. Existe tan poca sospecha sobre lo que nos puede suceder a cada paso que, de ordinario, no pensamos en ello. Nos atrae tanto el objeto que deseamos fotografiar que olvidamos nuestra propia protección. Ese objeto es amplio y diverso, está repleto de costumbres, de actitudes, de seres humanos perdidos en medio de una encrucijada. No sé si todos los hombres son semejantes, pero sí que algunos se mueven por móviles más generosos que otros. Y acaso también más desesperados. No se trata de la desesperación puramente emotiva, que la tienen. Es la desesperación racional de quienes nunca vieron y tocaron tan de cerca el cambio de sus vidas, de su país, de sus estructuras de convivencia. Y que las ven en peligro. Ellos, Gerda, son los que realmente están expuestos, hagan lo que hagan. Simplemente por resistir, por defenderse, por ansiar lo que nunca les había estado permitido. Nosotros, con nuestras cámaras y reportajes, con nuestro acudir frenético a cada lugar que reclama el interés vivo, somos unos privilegiados. Estamos de paso. Acaso no siempre. Tú te has quedado aquí y la sierra de la capital de un país que antes no habías conocido ha decidido tu suerte. No importa si lo que ha provocado tu fin ha sido un accidente, la guerra o lo inevitable que se agazapa en la sombra de cada humano. Mañana puede sucederme a mi. Es el azar, para seguir fotografiando y dejando constancia de la barbarie, lo que nos proyecta o nos ataja en seco. Pensar en ello no nos detiene. Cuando los ciudadanos de un país reaccionan contra lo que consideran injusto y felón, nosotros nos identificamos con sus motivos. A eso ellos lo llaman causa. Para nosotros es incentivo. Naturalmente que nuestro ojo clínico se siente ensalzado cuando alguno de nuestros reportajes es difundido por la prensa del mundo. Pero incluso en ese instante en que nuestra soberbia trata de traicionar el sufrimiento de aquellos que hemos fotografiado hasta la saciedad, nos atraviesa un escalofrío. Es el compromiso. Hay quien lo siente más y quien pretende cumplir con un proyecto y salir lo antes posible de la situación. Gerda querida. Decir que tuviste mala suerte está de más. Para mi, tu muerte es la segunda herida española. Ambos sabíamos a qué veníamos y jamás nos arrepentimos, no obstante las dificultades y las contingencia dramáticas. No eres sino una sangre infortunada más que se ha perdido. Aunque a mi me duela tanto.

Tu Ernö.

domingo, 23 de agosto de 2009

Bakunin y los niños



Siempre me atrajo poderosamente este pensamiento de Bakunin...


“Los niños no son propiedad de nadie: ni de sus padres ni de la sociedad. Sólo pertenecen a su propia libertad futura. Pero en los niños esta libertad no es todavía real; es sólo una libertad en potencia. Porque una libertad real -es decir, la conciencia plena y su realización en cada individuo, basada fundamentalmente en el sentimiento de la propia dignidad y en un auténtico respeto por la libertad y la dignidad de los otros, o sea basada en la justicia - sólo puede desarrollarse en los niños mediante un desarrollo racional de su inteligencia, carácter y voluntad.

De aquí se deduce que la sociedad, cuyo futuro depende por completo de la adecuada
educación e instrucción de los niños y que, por tanto, no sólo tiene el derecho sino también la obligación de velar por ellos, es el único guardián de los niños de ambos sexos. Y como la futura abolición del derecho a la herencia convertirá a la sociedad en el único heredero, ésta tendrá que considerar como una de sus primeras obligaciones el suministro de todos los medios necesarios para el mantenimiento, la formación y la educación de los niños de ambos sexos, con independencia de su origen o de sus padres.

Los derechos de los padres se limitarán a amar a sus hijos y ejercer sobre ellos la única
autoridad compatible con ese amor, en la medida en que esta autoridad no atente en modo alguno contra su
moralidad, su desarrollo mental o su libertad futura. El matrimonio como acto civil y político, al igual que cualquier otra intervención de la sociedad en cuestiones amorosas, está llamado a desaparecer. Los niños serán confiados - por naturaleza, y no por derecho - a sus madres, quedando la prerrogativa de éstas bajo la supervisión racional de la sociedad.”


¿Qué queda a estas alturas de realización o por el contrario de frustración de esta teoría anhelante del anarquista ruso Bakunin? Acaso que en una parte del planeta -en los países laicos, democráticos y occidentales- algo camina todavía en esa dirección, o parcialmente desarrollada. En otras zonas, sometidas al poder de alguna de las religiones esclavizantes del Libro, tanto la mujer como el niños siguen siendo unos ausentes en la admisión de su ciudadanía, por lo tanto en el reconocimiento de su desarrollo personal. No obstante, en el texto de Bakunin hay tanto un anhelo de valorización de la mujer y del niño, que los acontecimientos históricos posteriores a la existencia de Bakunin han ido confirmando, como una cierta dosis de abstracción irresoluta hasta la fecha. En ese final del texto que habla de la supervisión racional de la sociedad la abstracción reina, ya que no es posible esa supervisión sin unos mecanismos de control, lo que habitualmente se conoce como Estado. Algo que parece contradecir las teorías antiestatalistas del teórico anarquista más significativo del siglo XIX. Pero ya es sabido que toda teorización tiene un lado comprobado en la experiencia y en la realidad, y otro lado difuso, inconcreto, incomprobable.

No obstante, me sigue atrayendo la esencia del pensamiento de Bakunin sobre los niños y de su educación: no pueden, no deben, ser propiedad de nadie, sólo de la libertad que tendrán en el futuro. Si se la procuramos.

Violación




¿Quién viola
la intimidad de la noche?

No hay mayor hondura
que su enigma.

Los hombres nacieron ciegos.
Apenas caprichosamente salvados por la luna.

viernes, 21 de agosto de 2009

A sorbos


Si crees que a cada sorbo voy a tragarme una a una mis palabras, ni lo sueñes, y es que podré flaquear, podré articularlas con dificultad, podré incluso dudar de ellas y hasta perder parte de mi fe en sus significados, pero no me apetece cambiar ninguna de mis aseveraciones, no repararé ninguno de mis juicios de valor, por muy arriesgados y quebradizos que hayan sido, no entraré a modificar ninguna de las ideas que, equívocas o acertadas, haya manifestado en este combate entre imágenes y palabras, no alteraré por ello la red abierta de sugerencias, vínculos y asociaciones que las palabras suelen establecer con frecuencia, o por la misma inercia de sus acometidas, o por el estímulo que desarrollan unas sobre otras, como si trataran de desocuparse para hacer nuevos espacios, como si se acumularan en estratos desordenados cuyas frecuencias sólo el tiempo y la evolución de este ente que atiende como mi cuerpo pudieran decidir, y es en este trajín inevitable que me seduce y que me engulle, que me desprecia unas veces y que me vomita otras, cuando percibo que oxigenarme no es solamente respirar, que elegir los vocablos no es solamente jugar con ellos, que lanzar sus múltiples combinaciones no es solo el efecto de un entretenimiento, que hay mucho de sombras que uno trata de traslucir, que hay una densidad que intenta sujetar mi cuerpo y mi imaginación para evitar el vuelo y que yo debo aligerar, no, no voy a hacer de cada sorbo que tu mirada fantasmal me propone una renuncia a todo y cada uno de lo que he venido escribiendo o reproduciendo durante estos tres años últimos, al fin y al cabo lo que bebes de esa copa inevitablemente te llega de los odres de este cosechero del día a día...

jueves, 20 de agosto de 2009

Contemplación



Contemplas los amonites, y cuando sientes que el viento te agita los cabellos, te reconoces. La distancia entre los fósiles y tú es la vida presente. Sabes que lo que viene a partir de ahora es vida presente. El futuro es una entelequia, nada se sabe de él. Una simple manera de hablar. Déjate flamear por las corrientes de los sueños. Haz un estandarte de tu mirada. No te niegues a la pasión incesante. No te reduzcas al ser que no eres. Crece sin impedírtelo jamás a ti mismo. Que la palabra sea tu vínculo con la vida. Y el silencio un escudo ante lo adverso. Y la bondad el deseo de ser siempre nuevo.



(Aguafuerte de Mery Maroto)

miércoles, 19 de agosto de 2009

Federico



Y qué tu muerte
Y qué tu esqueleto de polvo
Y qué tu dedo señalando al infame

Si todos han muerto
menos tus palabras
qué más da

Si el último en apuñalarte
fuera el olvido
qué dirías
a los miserables de la España inmunda

Yo te afirmo:
creces a través de la sangre de todos los poetas
creces en mi
y en cuantos empiezan a aprender el alfabeto




(A Federico García Lorca, 73 años después de su alevoso asesinato que, junto a un maestro y dos banderilleros yacen perdidos entre el limo de la tierra prometida que no lograron jamás)

domingo, 16 de agosto de 2009

Nuevos elementos


A veces las contraventanas ofrecen imágenes casi animistas. Cuando lo traslúcido ha perdido su capacidad intermediaria (los cristales han volado) las representaciones aparecen con todo su vigor. Es entonces cuando se muestran los viejos elementos naturales y, junto a ellos, se pergeñan otros nuevos. Que no lo son, aunque apenas se nombren. Al Sol y al Viento les acompañan el Calor, la Risa y el Cariño. Acaso cada sociedad actualiza los elementos conforme a sus valores y sus necesidades. Probablemente, en este caso no habrá sido la sociedad canónica. Esto suena a obra de disidentes, más bien. Disidentes de los dogmas y exigentes de la satisfacción. No van descaminados quienes sugieren casar nuevas fuerzas de la naturaleza con las de siempre. ¿Son más débiles el calor, la risa y el cariño que el agua, el fuego, el aire o la tierra? Si son paridos por estos últimos, no veo por qué. La debilidad puede residir en que los hombres no se dejen acoger por ellos. Si los hombres se extravían en lo maléfico -la competitividad, la violencia, el negocio, el olvido, etc.- es obvio que no caben nuevos elementos que regeneren la esencia de la materia humana. Oportuno el filósofo callejero, o su tribu, que quiso dejar constancia de nuevos valores sobre los cuarterones de un balcón.



sábado, 15 de agosto de 2009

La belleza




La belleza de los trampantojos ¿puede ser superada por la realidad?

Balcones




Los balcones duermen ignorando al sol. La casa se va quedando vieja. Definitivamente, esta casa no es un palacio.

Chat - Chat




Un rincón de la calle. Todo está lento. La dueña del local de cuadros aún no ha abierto. Un museo al lado y él sin enterarse. Ningún vecino se mueve. La luz llega antes que la actividad. O ésta se rebela y detiene el día en una hora indefinida. El frescor reclama. Acaban de pasar los de la limpieza. Hay que regar las plantas. A él no le agrada el agua, pero a las plantas sí. Ellas la necesitan. La tienda lleva un nombre repetido. Suena a francés. El olor a café sale por la puerta.

En el umbral


El príncipe se asoma a la puerta del palacio. El príncipe se cree que lo es. Tampoco es mendigo. Qué importa lo que sea. Hay una puerta entreabierta. Un espacio interior que se abre a la calle. Prueba. No sabe de lo exterior. Hasta ahora todo son mimos y carantoñas. Le han acariciado manos frágiles. Dentro de la casa huele a gel y a perfumes elaborados. Demasiado extraño, aunque esté acostumbrado. Intuye que no va a poder ser así toda la vida. O acaso sí. Otea el asfalto. El hedor de las cloacas pasa ante su nariz. Teme. Es diferente a la costumbre. Ese olor le repugna por desconocido. Pero con él llega otro tufo que conecta con su especie. La atracción de la sangre le llama. Dilema: salir o no salir. El precio de la domesticidad le vincula. No sabe casi nada, pero a veces ve a otros de su especie deambulando por lo solares. Algo le rasga en el umbral. ¿Saldrá o no saldrá?

Mirar



Se asoma. Entre el aprendizaje y el placer de la observación. Todo es verde en esa edad. Todo está por acontecer. Todo pendiente de ser. Ahora, una mirada. La indecisión de mirar es también la duda de salir. Sólo es un instante. Los años son un instante. Siempre el titubeo. Más allá, la perplejidad tomará carta de naturaleza. Esto ¿es o no es?

jueves, 13 de agosto de 2009

Rescatando a Ferrer Guardia



El 13 de agosto de 1909, cien años nos contemplan, fue ejecutado Francisco Ferrer Guardia, fundador de La Escuela Moderna. Su ejecución, más bien crimen, fue perpetrada por las fuerzas retrógradas y conservadoras del país, principalmente los terratenientes y la Iglesia. Ferrer Guardia, además de un pedagogo que revolucionaba las ideas al uso en su tiempo fue un intelectual laico. A Ferrer Guardia, estas clases patrimonialistas de España (aún los representantes actuales de la Derecha mantienen con cada vez menos disimulo -el subconsciente y sus actitudes les delatan a cada paso- la fe en su sagrado derecho a que el país y la democracia es sólo cosa de ellos) le utilizaron de chivo expiatorio para poner punto y final a los acontecimientos de la Semana Trágica de Barcelona, donde una ola de anticlericalismo bastante explicable generó violencia sobre los bienes de la Iglesia. Le acusaron de "autor y jefe de la rebelión", cuando no tuvo nada que ver con los movimientos organizativos ni callejeros que dieron lugar a la Semana Trágica. La memoria de Ferrer Guardia, salvo en pequeños círculos de ciudadanos que han querido enterarse y en ambientes de la pedagogía moderna, ha permanecido y permanece oculta aún para la mayoría de los españoles.

Paso dos textos de Ferrer Guardia que expresan, de modo sintético pero muy ilustrativo, sus ideas sobre la necesidad de una revolución pedagógica en España ¡ya a principios del siglo XX! Naturalmente, esas ideas eran inaceptables para la Iglesia, que controlaba entonces la enseñanza y pretendía mantener un férreo dominio sobre las conciencias de los hombres.

Texto I.

"He aquí el programa del tercer año escolar 1903 a 1904:

Fomentar la evolución progresiva de la infancia evitando los atavismos regresivos, que son como rémoras que opone el pasado a los avances francos y decididos hacia el porvenir, es en síntesis, el propósito culminante de la Escuela Moderna.

Ni dogmas ni sistemas, moldes que reducen la vitalidad a la estrechez de las exigencias de una sociedad transitoria que aspira a definitiva; soluciones comprobadas por los hechos, teorías aceptadas por la razón, verdades confirmadas por la evidencia, eso es lo que constituye nuestra enseñanza, encaminada a que cada cerebro sea el motor de una voluntad, y a que las verdades brillen por sí en abstracto, arraiguen en todo entendimiento y, aplicadas a la práctica, beneficien a la humanidad sin exclusiones indignas ni exclusivismos repugnantes."

Texto II.

"La moderna pedagogía, despojada de tradiciones y convencionalismos, ha de ponerse a la altura del concepto racional del hombre, de los actuales conocimientos científicos y del consiguiente ideal humano.

Si por cualquier género de influencia se diera otro sentido a la enseñanza y a la educación, y el maestro no cumpliera su deber, sería preciso denunciarle como embaucador, y declarar que la pedagogía no pasa de artificio para domar hombres a beneficio de sus dominadores.
Por desgracia, esto último es lo que principalmente ocurre: la sociedad está organizada y se sostiene, más que como dirigida hacia la satisfacción de una necesidad general y al cumplimiento de un ideal, como entidad que tiene especial empeño en conservar sus formas primitivas, defendiéndose tenazmente contra toda reforma, por racional y apremiante que sea.
Ese afán de inmovilidad da a los antiguos errores el carácter de creencias sagradas, los rodea del mayor prestigio, les da autoridad dogmática, y sucede que después de crear perturbaciones y conflictos, las verdades científicas quedan sin explicación o la tienen escasa y en vez de extenderse iluminando todas las inteligencias y traduciéndose en instituciones y costumbres de utilidad común, se estancan abusivamente en la ésfera del privilegio; de modo que en nuestros días, como en los tiempos de la teocracia egipcia, hay una doctrina esotérica para los superiores y otra exotérica para las clases bajas, las destinadas al trabajo, a la defensa y a la más degradante miseria.

Por eso tenemos la doctrina mística y mítica, cuya dominación y extensión es únicamente comprensible y explicable en los primeros tiempos de la humanidad, gozando aún de todos los respetos, al paso que la doctrina científica, a pesar de su evidencia, queda reducida a la limitada esfera en que viven los intelectuales, y a lo sumo es reconocida en secreto por ciertos hipócritas que, por no sufrir perjuicio en su posición, han de hacer pública ostentación de la contraria."

miércoles, 12 de agosto de 2009

Extensas




Cuánto debe caber entre dos manos
extensas...
En ese espacio flexible
todas las dimensiones son abarcables
con el deseo.
Sólo una es palpable:
la caricia.
Mas otra se abre paso
ilimitadamente:
el aire.


(Fotografía de Jorge Molder)

martes, 11 de agosto de 2009

Pasmo



Se pregunta qué es lo que le deslumbra. ¿Lo nuevo, lo intenso, lo desconocido, lo magno, lo sorprendente, lo excéntrico? A lo nuevo no lo considera sino lo recién llegado; meramente. Siempre se pregunta si lo nuevo es tan nuevo como aparenta. Lo intenso tiene ese tufo inevitable que despide la percepción ansiada de un deseo. Lo desconocido puede tratarse de aquel agujero oscuro que sigue siendo oscuro. Lo magno le resulta con frecuencia diminuto. En cuanto a lo sorprendente le parece que reside en la falta de adecuación de la propia receptividad.Y sobre lo excéntrico, ay, ¿qué decir acerca de lo excéntrico? Su fama dudosa no está sino motivada por la incomprensión misma de los hombres. Es la racionalidad contradictoria y maltrecha de estos la que le saca de quicio. Los hombres se constituyen en patriarcas de una lógica aparentemente ordenada, repleta de contradicciones y falsedades. Y ese patriarcalismo autoritario conlleva el desprecio sobre cuantos lo denuncian. A estos se les tilda de orates, de excéntricos, de subversivos. Lo que deslumbra. Él se contestaría a sí mismo que lo que deslumbra es simplemente el reflejo de las cosas. Las cosas, ya sean objeto o acontecimiento, poseen esa propiedad ineludible de incidir sobre las vidas. Y sin embargo, no tienen vida propia. Son sombras chinescas que juegan a aseverar como realidad indiscutible lo que suelen ser proyeccciones. Son nuestras flaquezas o nuestras afirmaciones, nuestras ignorancias o nuestras pretensiones, nuestras desmesuras o nuestros límites, nuestras insensateces o nuestras corduras, nuestras decisiones o nuestras dudas. Todo ello, en su manojo ambivalente, es lo que ata los destinos perecederos. Algo que, a la postre, obra como bumerán. Atrapado entre la indecisión sobre si abrir o cerrar los ojos, el hombre no quiere convertirse en la representación imaginaria.


(Autofotografía de Jorge Molder)

domingo, 9 de agosto de 2009

La acacia



Se abre el silencio.

Contemplo la acacia.
Se cimbrea.
Es tu imagen.

Soy el aire.

El ramaje no deja de agitarse
y mi mirada no se desvía
a parte alguna.

Soy el viento.

Embate que no derriba ni una hoja
de su fronda.
Tan sólo la mece.

Soy el rumor.

Su cadencia agrada a mis sentidos.
Danza fértil
recubierta de soledades.

Soy el ritmo.

La complaciente savia
donde nos nutrimos día a día
piel a piel.

Soy la voz.

Lo que queda al anochecer
cuando los cuerpos borran
sus perfiles.

Soy la caricia.

La última expresión.
La letra invisible y definitiva
que nos interpreta.

Sólo soy el eco incesante.

sábado, 8 de agosto de 2009

De repente


En lugar de huir de la tormenta, tú te refugias en ella. Eso es lo que más me gusta de ti. Que no la temes. Que, aun sabiéndote en riesgo mientras se manifiesta, a su vez te identificas con ella. Y la desafías. Eres cómplice. En tu presuntuosidad te consideras fuerte. O se trata de una huída hacia delante, práctica habitual en tu existencia. Tal vez es un esquema mental a través del cual buscas lazos con la naturaleza. ¿Cuántas veces has soñado que el relámpago te absorbía? Hasta ahora, todas las tormentas te han respetado. Unas veces te pillaban a pleno campo y el aparato no te rozaba; solamente llegabas calado. Otras veces te refugiabas del aguacero bajo tu árbol favorito, sin imaginar que las leyes de la electricidad podrían haberte fulminado allí fácilmente. No eran las tormentas que sobrevenían en plena tarde cálida las que te sobrecogían. Era la alteración de la vida cotidiana lo que te quebraba. El cielo adelantaba la noche; la casa se quedaba sin luz; el transformador absorbía los rayos de forma atronadora. Y el temor elaborado en la familia, transmitiéndote su inquietud, paralizada parte de ella por el oscurantismo de sus mentes. Aprendiste a sobreponerte al miedo saliendo cara a cara a la lluvia torrencial, subiendo a la terraza cuando más tronaba, corriendo hacia los chopos de la orilla del arroyo. Haciendo de tu mirada un observatorio sobre aquellos grandes ofidios de fuego y de velocidad deslumbradora que surcaban el cielo. Te dejabas deslumbrar. Los tuyos te gritaban que te pusieras a cubierto. En ocasiones nadie daba contigo. Algo latía en tu interior que te hacía dialogar con la furia liberada en el espacio. Fue hace mucho. Te queda algo de aquello. Aún hoy, cuando resuena el firmamento y las luces espontáneas se reflejan dentro de tu habitación, te alzas y abres de par en par la ventana. Te descamisas, exhibes tu pecho. Como si quisieras ser tomado por toda la energía flotante. Un pulso ambicioso. Una temeridad. Acaso te niegas a la pérdida de la última inocencia.

viernes, 7 de agosto de 2009

Conjunción




La vida se dotó de maneras
que parecían imposibles y las hizo suyas,
nuestras.

Tenían rostro, tenían nombre,
exhibían la lentitud de quien se sabe
a salvo de las condiciones del tiempo.

Se erigían como metálicas letras de alfabeto
creciendo sobre sí mismas
a medida de los deseos.

Cursaban geometrías
en cuyas curvas el horizonte
se transformaba en extravío.

Nada era imposible para la vida,
a pesar de que sus lágrimas empapasen
palmo a palmo
los caminos baldíos.

martes, 4 de agosto de 2009

Prometeicas



Cantad, hijas de la Luna, las últimas plegarias a Prometeo.
El hijo de dioses que arriesgó su ser porque aventuró su libertad
Al rescatar del poderoso tronante el elemento que da vida
Y ponerlo en manos de los hombres
A quienes les fue hurtado anteriormente.
Desgañitaros en vuestro dolor
Oh, mujeres que alzáis vuestros pies sobre la perversión y el olvido,
Sobre el dominio y la oscuridad.
Mas no hagáis de él espectáculo alguno
Ni ritual ni justificación ni ceremonia hipócrita.
Que el drama que tratáis de representar sea un conjuro
Y no consista en sepultarlo en el silencio.
Haced una versión nueva sobre su fatal destino
Para que no sea devorado eternamente
Por la impiedad y la venganza de los perpetuos resentidos.
Clamad para que vuestros cantos
Sean más imperecederos que la alevosa acometida
De sus enemigos.
Para que su condena sea redimida como acto de justicia
Y no como una exigencia innoble de contrición.
Extended vuestras manos para que el mismo elemento que él os concedió
Sirva para iluminación y prenda la fragua.
Trenzad el calor de vuestros cuerpos
Y que su acero rusiente libere al esclavo de sus ataduras.


(Pintura de Frantisek Kupka)

domingo, 2 de agosto de 2009

La antorcha


Cada día me convenzo más de que pasear por la ciudad de toda la vida sigue deparando sorpresas. Si vas con la mirada no necesariamente escrutadora, sino simplemente curiosa, con la atención entusiasmada y sobre todo con tu tiempo relajado te percatas de visiones que te habían pasado desapercibidas hasta ahora. A veces, ni sabes por qué. Hay un factor casual aparente, pero una razón en lo más hondo de ti. Y entonces, la pregunta: pero si lo que descubres estaba ahí, incluso desde hace más de cien años, ¿por qué antes no te habías fijado en ello? La respuesta no es el objeto. La respuesta eres tú. Porque no eres el mismo de ayer ni de anteayer ni de cuando creciste ni de cuando te convertiste en el adulto presa de los quehaceres. Basta con que algo dentro de ti se haya modificado en tu interés, incluso de un día a otro, para que un edificio, una calle, una balconada, una puerta o la sonrisa de un rostro cargado de arrugas te diga de pronto algo.

Así fue como Fackel encontró esta tarde su Antorcha en una soberbia puerta de madera de su barrio de toda la vida. Dos animales fantásticos, cuya caracterización ahora mismo se me escapa (tengo que indagar) la mantienen empuñada con sus garras. Muestran sus rostros fieros a uno y otro lado del cáliz de fuego. ¿Serán también uno la Resistencia y el otro la Indignación? Hay en sus miradas un desafío a la vaciedad, una acometida contra el oscurantismo, la firmeza exagerada de mantener la luz en un mundo que, paradójicamente, deambula arriesgadamente entre caprichos tenebrosos.

Es como con el tema de la lectura. ¿Por qué libros leídos en la juventud o en la estrenada madurez, cuyo significado apenas me había afectado, si los releo ahora me deslumbran y veo en ellos un tesoro que se me había escapado de las manos? Los libros son los mismos, nadie ha modificado el texto en todos estos años transcurridos. Pues bien, la clave es que yo ya no soy, ni por asomo, el mismo. Y la vida te vuelve más receptivo, más sensible, más exigente, pero a la vez con un deseo irrefrenable por seguir persiguiendo el gozo, sea cualesquiera la forma que éste revista.

Tal vez sea por esa razón que la propuesta que recientemente me vengo haciendo a mi mismo pasa por releer aquello que hace treinta o cuarenta años me significó pero no acabé de captar. No es que tenga nulo interés en leer textos nuevos. Es que pienso que no lo son tanto, es que creo que antes ya se escribió y dotados además de una forma y un fondo redondos, es que uno ya no tiene tiempo de perder la ocasión del placer, y quiere asegurarse el fruto delicioso del árbol prohibido.

No sé por qué recuerdo ahora unos versos del checo Vladimír Holan, si por el descubrimiento de la antorcha esculpida por un ebanista hábil en una puerta o por mis reflexiones acerca de reordenar lecturas.

Entre la idea y la palabra
hay más de lo que somos capaces de entender.
Hay ideas para las que no hay palabras.

El pensamiento perdido en los ojos del unicornio
reaparece de nuevo en la risa del perro...

sábado, 1 de agosto de 2009

La ventana


Esto es muy extraño. Empiezo a sentir pasión nuevamente por las ventanas, por muy empobrecidas o destartaladas que estén. Sospecho que también por las puertas, por las oquedades y por cualquier agujero abierto en un muro. Viene de lejos mi pasión por cualquier clase de intersticio abierto que rompa los espacios cerrados. Aquellos que tratan de acotar la expansión de los individuos. Una vez, en mi infancia, jugando al balón en la escuela con un grupo de chicos alguien lo lanzó demasiado fuerte y fue a parar al patio de una casa próxima. Ésta tenía un portalón de acceso a carros, cuya dimensión era enorme y el maderamen era sumamente macizo. No obstante, tenía un pequeño defecto. En la parte inferior, había una pequeña rotura y no se acoplaba bien al cierre. Salvo un gato, nadie hubiera podido entrar por allí. Pero la necesidad estimula la imaginación e incentiva el fin. Todos los chicos miraron hacia el más pequeño, que era yo. Entre ellos forzaron con sus cuerpos el boquete. Yo me deslicé rasgándome la camisa, arañándome algo la piel, pero penetré en el patio, rescaté el balón y volví a salir en una acción cooperadora de toda la tribu. No sé si me entusiasmó más rescatar el balón, afirmarme en mi propia hazaña arriesgada o percibir la camaradería. Desde entonces tengo un aprecio especial por todas aquellas aberturas que van desde una roca o una vivienda hasta el cerebro humano pasando por los espacios que la anatomía ha dotado en nuestros cuerpos. Nada hay cerrado absolutamente. Y quienes pretenden clausurar ideas, limitar vidas o repugnar la belleza de los cuerpos no tienen mucho que hacer. Siempre se abrirá una ventana que proyectará más nuestra visión interior.