La vida se dotó de maneras
que parecían imposibles y las hizo suyas,
nuestras.
Tenían rostro, tenían nombre,
exhibían la lentitud de quien se sabe
a salvo de las condiciones del tiempo.
Se erigían como metálicas letras de alfabeto
creciendo sobre sí mismas
a medida de los deseos.
Cursaban geometrías
en cuyas curvas el horizonte
se transformaba en extravío.
Nada era imposible para la vida,
a pesar de que sus lágrimas empapasen
palmo a palmo
los caminos baldíos.
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