lunes, 12 de mayo de 2025
Dirección única. A pie de sepulcro
sábado, 10 de mayo de 2025
Dirección única. Desenmascaramientos
"Los hombres parecen desdeñar la libertad, pues si la desearan, la tendrían; es como si se negaran a hacer esta preciosa adquisición solamente porque es demasiado fácil".
Étienne de La Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria.
Recuerdo un eslogan de hace muchos años que escuché en el Vallés Oriental: rompe la norma (trenca la norma, decían allí) Y sí, me pareció rompedora. Me gustó. Después de romper de manera contradictoria y acaso incompleta con la oscuridad de unos tiempos pretéritos algunos proponían ir más allá de un espacio de ideología intocable y plantarla cara. Si no derribar ídolos -algo nada fácil por mucho voluntarismo que se tenga- al menos quebrar algunos de sus presupuestos, cuestionar sus tradicionales principios y desenmascarar sus falsas moralidades. ¿O toda moralidad ya lleva implícita su embuste y oportunismo? Romper normas implicaba ser audaz. Ser audaz obligaba a transgredir. Y la transgresión volvía a enfrentar a los individuos con su propio concepto de libertad. ¿Dónde quedó tanta sana como acertada intención de quebrar normas obsoletas? ¿No da la impresión de que algunas están volviendo, suponiendo que se hubieran ido, con rostros y sonrisas cameladoras? Desembozar al otro, desenmascarar los elementos estructurales de un sistema que se reorganiza de modo cíclico, denunciar las nuevas formas de servidumbre conlleva destapar tu propia caja de Pandora, aunque no sea cómodo. Parte, pues, el rostro de tu máscara. Después solo tendrás dos opciones: o reponer una nueva que te dé seguridad y no te aleje de la normalidad social, o estar en guardia para no adjudicarte otra careta que no te deje ver el mundo real, inclusivo el tuyo propio, y vivir la resistencia que, no lo dudes, tiene sus satisfacciones. Sabes de sobra que lo importante es que una pregunta conduzca a otra pregunta, pues cualquier respuesta no pasa de ser un puente y en ocasiones un puente con agujero por el que uno puede precipitarse al vacío.
*Máscara del teatro griego llamada L'Etera, del Museo Arqueológico de Lípari.
jueves, 8 de mayo de 2025
Dirección única. Sus eminencias
" P. ¿Es idéntica la fe de los que creen?
R. Unos tienen una fe viva, otros muerta o moribunda. Hay, y estos son los más numerosos, quienes no tienen ni una ni otra".
Pierre-Sylvain Maréchal, Catecismo del cura Meslier.
La puerta se había cerrado con expectación, aunque es de suponer que no tanta como al abrirla. Los elegidos por la intervención divina habían ido tomando posesión de sus pupitres entre risas de complicidad y camaradería. A primera vista no se distinguían enconos, diferencias u otras zarandajas de la naturaleza humana. Diríase que todos se hallaban en estado de gracia, y no en vano las oraciones de que hacían gala parecían estar causando su efecto. Lucían unas vestimentas purpuradas que en unos casos tapaban la flacidez de los más enjutos. En otros procuraban disimular su constitución oronda. Había eminencias más jóvenes, la mayoría bordeaba la edad de la chochería, que armonizaban su físico aún bien parecido con la sotana y la muceta que tanta prestancia proporciona a tan altas dignidades. Entre los más ajados los había de rostro severo y displicente, pero también los que con sus sonrisas repartidas a diestro y siniestro trataban de soslayar la puñalada de la edad excesivamente tardía. Con disimulo se observaban entre sí, de abajo a arriba, que es el orden que han seguido en su carrera extraordinaria para ocupar el alto estamento que les aseguraría la bondad celestial por toda una eternidad. Es de suponer que ese fuera el fin deseoso de alcanzar y no las vanidades mundanas. Un sector nada despreciable de aquella curia elevada marcaba la diferencia al mirar en sentido opuesto, manteniendo la mirada primero, bajándola hacia el resto del cuerpo del otro con gesto de desprecio contenido hábilmente, pues se sabían purpurados de nacimiento, impulsados por las grandes familias nobles cuyo poder compraba todo. Si había entre aquella grey signada por el Altísimo algún miembro que no procediera de la influencia arrogante de alguna clase de poder era algo excepcional. En aquel conjunto de prelados, intermediario entre los cielos y la tierra, la humildad residía más en su discurso que en su posición y en sus hechos. La voluntad de cambiar se centraba más en no perder autoridad que en defender con autenticidad a los desfavorecidos de la sociedad. La tolerancia solo disponía de un rostro: el que su propia moral permitiera para que no entrara en colisión con sus intereses. Quien más o quien menos conocía las posiciones estratégicas de unos y de otros. No tanto la maniobra táctica, que no había sido copiada de los ejércitos o de la alta política de los Estados, como uno podría deducir, sino que más bien su estamento ya la había desarrollado ampliamente desde la Antigüedad y habría servido de modelo para las actividades de los otros poderes territoriales. Los ruidos de los tejidos satinados fueron disminuyendo a medida que se iban colocando en sus sedes. Las risas mermaron. Los aspavientos se relajaron. Por el contrario, las señas secretas enviadas entre aquellos y los de allá de manera sigilosa pero diestra sobrevolaban la gran capilla. La eminencia designada por el protocolo para dirigir tal congregación instó a los presentes a encomendar su labor al Padre eterno. No dijo nada nuevo que el texto ritual no tuviera previsto, pero todos entonaron una plegaria que si bien utilizaba el nombre más elevado de su fe en realidad era un mensaje de acatamiento al buen orden y una invitación a la buena elección. Pero nadie ignoraba que tras esta verbosidad se ponían en marcha las instrucciones, consejos, presiones y amenazas del sector más organizado que haría todo lo imposible por no perder el control. Acabado el rezo todos se sentaron, expectantes ante el juego que comenzaba en aquel momento.
*Rafael Sanzio. León X y los cardenales Giulio de Medici e Luigi de Rossi.
miércoles, 7 de mayo de 2025
Dirección única. Cobardías
Hay palabras y terminologías que al solo mencionarlas y tratar de aplicárnoslas en nuestra actualidad sentimos rechazo. Nos parecen desmesuradas, demagógicas, fuera del tiempo. Una de ellas es esclavitud o su personalización, esclavo. De hecho el término se usa de forma más metafórica que de significado real. No seas esclavo de...quiere decir simplemente no dependas o no te ates o no sucumbas a tal práctica o a tal persona o a tal moda. No tiene la caracterización antigua, o no tan antigua, de dependencia de la vida individual de manera total a un amo o un sistema, dependiendo de la condición social donde se haya nacido. Ciertamente aquella condición, donde no había márgenes porque no había reconocimiento de derechos ni patrimonio ni seguridad, hoy se ha reducido considerablemente, probablemente algo quede. Pero tras la conquista de derechos y la asunción de ese concepto esquivo denominado dignidad humana, la libertad supuestamente conquistada sigue siendo un señuelo y tiene un precio. Los medios de que dispongas definen tus márgenes de libertad. Habrá quien piense que eres libre en tu fuero interno, en tu pensamiento, en tu buena voluntad, en tus intenciones colaborativas o a los ojos de una deidad, que dirán los religiosos. ¿De verdad nos creemos que es así? Me hace pensar en ello Fernando Pessoa cuando leo en su Libro del desasosiego: "La esclavitud es la ley de la vida, y no existe otra ley, porque esta ha de cumplirse, sin revuelta posible ni refugio que descubrir. Unos nacen esclavos, otros se hacen esclavos, y a otros la esclavitud les es impuesta. El amor cobarde que todos tenemos a la libertad -que, de tenerla, la extrañaríamos como cosa nueva, repudiándola- es la verdadera señal de la tragedia de nuestra esclavitud".
Cuestión de amor cobarde, pues el amor es el otro cebo con el que seguimos obnubilándonos y creyendo ser lo que no somos. Pero mientras, sigamos tirando.
*Máscaras de teatro del Museo de Lípari.
lunes, 5 de mayo de 2025
Dirección única. De sombras
sábado, 3 de mayo de 2025
Dirección única. Representaciones
Hay imágenes que, sin literatura adjunta ni instrucciones de interpretación que valgan, dicen todo del paisaje y del paisanaje. El paisaje es tanto una sociedad como una época. Y ambos, a su vez, pueden desdoblarse en micropaisajes, tales como la familia y el individuo. El paisanaje sería entonces una distribución más o menos concreta y dispersa, pero también la grey abigarrada. Una imagen contiene entonces tal cantidad de elementos que se pueden ver a las claras, como lo que no se ve ni se sabe de lo que existe detrás de ella. Juegas con tu capacidad de penetración, más intuitiva que cognoscitiva. Una imagen te ofrece un panorama superficial: un grupo de personas, una serie de gestos, una o varias actividades aparentes que realizan estas, un entorno. Sin dejar de permanecer absorto te abres a un segundo plano, más recóndito y arriesgado de descifrar, aunque la imagen te aporte sugerencias y datos implícitos. ¿Qué miras entonces? La postura de cada personaje de un grupo, por ejemplo. Los componentes que los definen: vestimentas, posturas corporales, posiciones de las manos, miradas hacia un objeto. Luego observas el objeto hacia donde cada miembro del grupo fija su atención. Tu mirada al objeto es rápida y la identificas sin mayor reflexión. Ese objeto da la clave del comportamiento de las personas pero no te interesa más. Es lo que es, te dices. Porque sigue interesándote la actitud de quienes integran aquella agrupación entregada a un quehacer. Vas pasando la vista sobre cada figura. Por un instante la aíslas de las demás. Relacionas un rostro con una posición de las manos o de los brazos, tratas de acertar sobre la edad, compruebas su lozanía o su ajamiento, analizas los vestidos que, ya por sí mismos, te hablan de un tiempo pretérito y de la posición social de los presentes. Ahora quedas detenido ante las facciones, intentando adivinar cuánto hay en ellas de extrañeza, de dolor, de resignación, de ira contenida, de miedo, de fortaleza. Esta propiedad es la más difícil de identificar. Cualquier rostro puede estar protegiendo la capacidad de fortaleza del individuo. Dispuesto a llegar hasta el fin de esa exégesis, aun sabiendo que vas a errar, te lanzas a posicionar a cada individuo. Indagas, o mejor ficticias, sobre la relación de cada cual con el muerto. Ya tienes claro, o eso crees, quién es la madre, la hermana, la esposa, la nuera, la vecina. De pronto, te centras en aquella figura bajita que lleva algo en sus manos. Es un ángel, te dices, tú que no crees en estos seres imaginarios pero que han dado tanto juego en el mundo irreal en que vive tu cultura. Es un ángel y como está más allá del bien y sobre todo del mal no dirige la mirada como los mayores. Te mira a ti directamente. Eres tú, el hombre de la cámara misteriosa, quien recaba su atención. Pero no, tampoco. Amplías la imagen: no mira abajo como las demás, tampoco a un horizonte claro. Es una mirada entre pensamiento y sentimiento. Hay dolor contenido y curiosidad atropellada. Una mirada que cabalga entre una reflexión aún primitiva, y seguramente influida, y la emoción interna de quien está afectado. No sabes si está atormentada por los recuerdos o si aún es pasto del estupor. Puede que en ese instante vea en las flores algo más que solo el futuro le revelará. De momento es un ángel. Un ángel paradigma de la fortaleza interior, he ahí la respuesta. Mas acaso también un ángel vengativo, porque su mirada desviada hacia lo incierto queda respaldada por unos labios que se muerden de rabia.
*Ignoro la procedencia y autor de la imagen, lo siento.
viernes, 2 de mayo de 2025
Dirección única. Suplantaciones
jueves, 1 de mayo de 2025
Dirección única. Olvidos
Solo olvida quien ha vivido, por supuesto, quien únicamente se ha limitado a dejarse llevar. Pero quien ha vivido más intensamente y con conocimiento de causa y ha reflexionado no olvida. No puede. Por mucho que se tape, se confunda, no esté en la cresta de la ola o se diverja hacia temas secundarios y superficiales hay significados que han sabido recurrir a un significante con entidad. ¿Es irrenunciable la fecha? La respuesta, en el viento del futuro. Estos son tiempos de masa que se atropella, de individualismo cegato, de desconocimiento a propósito del pasado, de ignorancia sobre claves fundamentales que siguen condicionando nuestras vidas. Han cambiado tantas cosas pero que en su esencia siguen igual...Solo niega quien no ha conocido o es un cínico. Pero quien ha sabido del pasado y entiende que el meollo de la cuestión sigue siendo el mismo, del que no se puede escapar, simplemente afirma y resiste. Siquiera en silencio.
miércoles, 30 de abril de 2025
Dirección única. Diálogo con el artista de las pinturas negras
Allá donde no se sabe di con Exequias y se lo pregunté sin vacilar. Era una cuestión que me había perseguido toda mi vida. ¿Qué quisiste representar en aquella ánfora con los héroes Aquiles y Ayax? (En el inframundo el tuteo es ley) Mira cómo sois los modernos, que todo lo queréis saber sin esfuerzo ni imaginación. ¿Acaso no te basta con lo que aparenta la escena?, respondió con carcajada.
Había imaginado siempre que Exequias se trataba de un anciano curtido por el sol, con las manos agrietadas y secas, el espinazo torcido, la mirada cargada de opacidad. Ninguna de estas características rudas se ofrecían a mi vista. Es que he vivido sin fiarme de las apariencias, dije. Los acontecimientos me enseñaron que lo que se muestra abiertamente no suele ser lo que se pretende por detrás. Exequias me miró fijamente. Joven, porque tú eres para mí un joven, en mi época también distinguíamos entre lo imaginario y lo real, aun contando que la realidad fuera defectuosa y harto fingida. Y que lo fantástico también se trataba de una expresión real. Puede que por ello algunos nos entregáramos a la invención, a generar leyendas o a practicar el disimulo como arte de la supervivencia.
Debí poner cara de lelo, pues su filosofía era tan fina como sus pinturas e incitaba a un debate más allá de la oratoria a la moda. Esto ha pasado también en los tiempos que he vivido, que son más recientes, me justifiqué. Me paró en seco. Pero no creo que hayáis tenido las generaciones de ahora mayor calidad que nosotros en cuanto a crear mundos imaginarios. ¿O acaso habéis creído que rozáis ese espacio indescifrable al que los mortales siempre hemos aspirado, y que hemos llamado verdad, con mayor conocimiento de causa que hace milenios? La humanidad, por lo que veo, sigue siendo ingenua al reclamar un concepto esquivo, incierto y manipulable.
Me rasqué la cabeza, no porque me picase pues ya no disponía de los sentidos, sino a causa de la inercia a la que había estado acostumbrado por ley natural. Insistí. ¿Debo conformarme, por lo tanto, con lo que a primera vista ofrece la escena entre dos compañeros de fatigas, cuya existencia no se sabe si fue o se fabuló? Es decir, un descanso en la batalla interminable. La exhibición de sus armaduras. Las armónicas líneas de sus cuerpos. Una partida de dados. Una apuesta sencilla para ver a cuenta de quién de los dos correrán las copas a escanciar. Pensé, Exequias, que el tan agudo y delicado pintor de las pinturas negras estaría escondiendo en la imagen de los guerreros un mensaje más profundo, arriesgué con cinismo.
Exequias no se inmutó. ¿Más profundo? ¿Te parece poco la diabólica hondura que puede haber en una escena de feroces combatientes, aunque hayan hecho un alto en el oficio más terrible de la vida? Conocerás el relato que se ha adjudicado a un aedo ciego sobre una guerra larga, donde se exhiben todas las tensiones humanas, supongo. Pues bien, en ese relato están todas las respuestas. Un simple alfarero, por muy trabajadas que hayan estado sus vasijas, no puede alterarlas. Tal vez tampoco el poeta reveló las confidencias entre el Pelida y el Telamonio, dejando abierta la narración a cualquiera que se sienta interesado por las contradicciones de la naturaleza mortal.
Exequias me invitó a sentarme sobre una ficticia roca para contemplar un horizonte ilimitado.
* Ánfora del pintor Exequias.
martes, 29 de abril de 2025
Dirección única. Fragilidad
Ayer la palabra del día fue Fragilidad.
Acaso algún otro sinónimo sirva o complemente, aunque fragilidad es el que me parece más oportuno. Y por supuesto otras acepciones también complementarias (debilidad, limitación, impotencia, etc.) podrían definir a mayores lo percibido y lo sentido.
Y una sugerencia de viejo pellejo: líbrense de la vacua cháchara de los agoreros, del enfoque de descrédito sobre las cosas que buscan los malintencionados, del bombardeo insensato del anonimato de las redes sociales, de los catastrofistas del fin del mundo, de los predicadores energúmenos del caos, de las bandas políticas de disfrutadores sobre el mal ajeno y de los clérigos de la consolación. El ser humano no ha llegado hasta aquí para ser pasto de las conductas abyectas de cierta gente.
Dediquen el tiempo a reflexionar hondamente sobre la fragilidad. Extraigan conclusiones razonadas y sensatas.
Propuesta de lectura para los próximos días: Cándido, de Voltaire.
* Parte de un cuadro del pintor Georges de la Tour.
sábado, 26 de abril de 2025
Dirección única. Exequias
viernes, 25 de abril de 2025
Dirección única. Parafernalias
La parafernalia es una cómplice ostentosa en las culturas de la especie humana. Monarquías, papados, presidencias o cualquier otra zona de poder exhiben sus montajes por todo lo alto. Mientras dominan y cuando la muerte les torna en dominados. ¿Es una manera de aseverar el papel dominador que juegan las élites? Cuando fallece alguno de esos individuos preclaros, ¿es la parafernalia de sus exequias la proyección del poder que dejaron atrás y con la que pretenden que sirva de recordatorio para el futuro? La parafernalia como un conjunto de símbolos ideológicos, presuntuosos, soberbios, exhibicionistas, no solo se reserva a las clases altas. Las bodas en cualquier plano de la condición social, por ejemplo, no dejan de ser un alarde, en mayor o menor escala, al rodearse de parafernalia. Esta es una parte del amplio código de representaciones e imágenes simbólicas que los humanos creen necesitar. Pero en el fondo en ella hay tanto de efímero e intrascendente como de vacuidad. El derroche de parafernalia, con sus ritos, liturgias, mantras y despliegue de medios y recursos teatrales y escénicos solo confirma el refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Pero nos aferramos a ella por esa obstinada manía de tratar de representar lo que no somos. ¿O es que también somos eso, algo exigido por la ficción de la vida?
* Obra de Durero.
miércoles, 23 de abril de 2025
Del libro "Orientalismo" del escritor palestino Edward Said
Edward Said (Jerusalén 1935 - Nueva York 2003) en su libro imprescindible y crítico titulado Orientalismo, capítulo I, 4:
"Puede parecer extraño hablar de una actitud textual, pero un estudioso de la literatura entenderá más fácilmente lo que significa esta expresión si recuerda el tipo de perspectiva adoptada por Voltaire en Candide o incluso los comportamientos ante la realidad satitirzados por Cervantes en Don Quijote. Según ambos escritores, el sentido común enseña que es un error suponer que los libros y los textos pueden ayudar a comprender el desorden impredecible y problemático en el que los seres humanos viven. Aplicar literalmente a la realidad lo que se ha aprendido en los libros es correr el riesgo de volverse loco o de arruinarse. A nadie se le ocurriría utilizar el Amadís de Gaula para comprender la España del siglo XVI (o la actual), igual que nadie usaría la Biblia para comprender, por ejemplo, la Cámara de los Comunes. Pero ciertas personas han intentado e intentan todavía usar los textos de esta manera simplista, por eso Candide y Don Quijote siguen teniendo actualmente un gran atractivo para los lectores. Parece que un error frecuente es preferir la autoridad esquemática de un texto a los contactos humanos que entrañan el riesgo de resultar desconcertantes; este error ¿está constantemente presente o hay ciertas circunstancias que hacen prevalecer estas actitudes textuales más que otras?"
Lo dejo ahí como regalo-sugerencia para quienes deseen profundizar, es decir, conocer a través del libro, en la actitud superficial y dominadora que ha tenido la cultura occidental respecto a las culturas y sociedades orientales. Como escribió Juan Goytisolo en el prefacio del libro editado por Libertarias en 1990: "El texto de Said se mantiene rabiosamente actual y vivo: punto de referencia ineludible para un conocimiento más equilibrado y correcto de asuntos tan candentes como el de los conflictos que asolan el Oriente Próximo, el significado del islam y la proyección humana, social y cultural de la tan próxima a nosotros, y no obstante tan ignorada, civilización árabe".
domingo, 20 de abril de 2025
Dirección única. Pérsicas
Fuiste flor de una noche. Las montañas de la ciudad se habían aliado con la tormenta. ¿No quieres saber quién soy?, dije inseguro. No quiero saber quién eres, me callaste. Pero insistí. Soy un poeta a la antigua usanza. Tú: En cambio yo escribo poesía de un tiempo que aún no ha nacido. Lo intuía porque ya había leído algunos de tus escritos. Entonces, ¿no temes mi poesía si vienes de otros estilos? La temo pero la necesito. Cuidado, no vayas a creer por eso que me necesitas a mí. Tal vez esta noche sí. ¿Porque huyes de algo? Huyo de casi todo. De la tormenta, de la mediocridad, de los usos atávicos, de la asfixia cultural, del desconcierto, de la savak, de la soledad. Yo soy un mal refugio, no sabría protegerte de ninguno de tus miedos; además también huyo. ¿Ni siquiera dándome tus palabras controvertidas? Para darte mis palabras tendría antes que ofrecerte mi cuerpo. Hablas como si estuvieras escribiendo un nuevo poema. Los poemas no son meras sintaxis, son sobre todo recuerdos y sensaciones. Conmigo no tienes recuerdos. Pero si me doy a ti los tendré, aunque solo sean de una noche. A ti, ¿qué te asusta? Me asusta no ser como necesito ser. ¿Tantos te lo impiden? Todos me lo impiden: el padre, la familia, las costumbres, la tradición religiosa, el gobierno, la sociedad callada, las otras mujeres que no reaccionan. ¿Y no te rebelas? Con esa intención escribo, es mi manera de hacer frente a lo que no puedo cambiar fuera de mí. ¿También yo te doy miedo? Si no me exiges nada más de lo que podamos hacer esta noche estás fuera de mis inquietudes. ¿Cómo podría exigirte algo si no te conozco? Evitando tratar de conocerme. Mira, el paisaje urbano es tan opaco que solo los montes se dibujan, y tenuemente. Yo temo la cadena del Elburz; en noches como esta las montañas dan la impresión de que van a devorar la ciudad, y entonces mi poesía se vuelve más oscura. Déjate llevar conmigo a través de las sensaciones. Entonces mi poesía será más transgresora. ¿Acaso no es lo que buscas? Acaso es lo que encuentro. Ama pues y escribe lo que quieras. Haré lo que quiera contigo y amaré después mis palabras. Sentiré no saber qué has escrito tras esta fuga, si no volvemos a vernos. No te importe, acaso se me ocurra algo así como
¿Qué nos pasó? ¿Quién sabe?sábado, 19 de abril de 2025
Fatima Hassouna asesinada por Israel (Y un poema de Mahmud Darwix)
Junto a diez miembros más de su familia la periodista gazatí Fatima Hassouna pereció víctima de un bombardeo de la aviación israelí en Gaza. “Si muero, quiero una muerte sonora”, escribió Hassouna en redes sociales. “No quiero ser solo noticia de última hora, ni un número más en un grupo; quiero una muerte que el mundo escuche, un impacto que perdure en el tiempo y una imagen atemporal que no pueda ser sepultada por el tiempo ni el lugar”, leo en The Guardian. ¿Cuántos periodistas llevan asesinando? ¿Cuánta población civil? ¿Cuánto robo de territorio? ¿Cuántas expulsiones? ¿Cuánta degradación y condena sobre la población palestina?
jueves, 17 de abril de 2025
Dirección única. Dolor
La mitología cristiana repite hasta la saciedad la palabra dolor, pero no ahonda en el dolor y menos lo resuelve. Lo exalta, lo carga de metafísica, lo excusa, lo dota de resignación, lo recarga con sofismas, lo utiliza como expresión heroica de su personaje central, que se salva a sí mismo porque, dicen, es dios y es hombre. Y al que se proyecta como respuesta de salvación de los hombres. Demasiado simple para denotar solución a lo que no lo tiene fácilmente. Maniquea abstracción repetida sin fin por una literatura ideologizada y elaborada a través de los siglos y que ha configurado su propia domesticación cultural. En la cual justifica su pretensión de verdad. Pero los que solo somos hombres y queremos seguir siéndolo, y no entes imaginarios, ¿no estamos abocados a un sufrimiento que tiene infinidad de rostros y ninguno nos consuela? El dolor no puede ser agente de salvación del hombre jamás. El dolor no redime, hunde. El dolor no nos rescata ni en el deterioro físico, ni en las situaciones desfavorecidas, ni en las dificultades extremas de enfrentamiento social, ni en la afectación de las catástrofes naturales. Invocar la resignación no es saludable. Solo su superación, aún sabiendo la distancia a que estamos de que sea realizable, nos elevaría sobre una condición humana actual con deficiencias graves y desigualdades profundas. Miras en el entorno, próximo o mundial, en tiempos de choque de intereses que engloban a todo el planeta, y ves que el dolor prolifera. Que es despiadado. Que algunos, además de causarlo lo ignoran. Que muchos se dejan atrapar por sus miedos y se refugian en el carpe diem. Que el dolor ajeno es eso, ajeno, distante, y para obviarlo nada mejor que la insensibilidad egoísta, ese repetir interiormente: A mí no me pasa. Presos todos de contradicciones y de ceguera, se advierte que los hombres sinceros o que pretenden ser francos frente a una realidad retorcida y dañina, si bien no encuentran respuestas fáciles ni actitudes superadoras, al menos no se dejan embaucar por quienes siguen generando dolor o recomiendan su aceptación destructiva o simplemente callan. Acaso sea un primer paso para reducir la aflicción y con ello romper con la pasividad. Job sabía de lo que hablaba. O mejor dicho, quienes creasen una historia ficticia con el nombre de Job sobre la desesperación contenida. Es decir, esa maravilla de la narrativa oral de lejanos orígenes.
*Escultura de Gregorio Fernández, siglo XVII.
miércoles, 16 de abril de 2025
Dirección única. Clamores
"La lluvia de primavera nunca cae cuando se la espera, pero la guerra siempre viene sin importarle el clamor de los hombres". Cuando leo esta reflexión en la novela de Lao She El camello Xiangzi siento cierto escalofrío. La primera parte de esta primavera es contradictoria, los fríos nos desconciertan, cuando esperas lluvia no llueve y cuando no diluvia. Pero es naturaleza, nos justificamos, si bien probablemente naturaleza alterada por la acción humana. Y hay que aceptar la situación. Pero la guerra, la que hay en tantos escenarios y cuyo fantasma nos aterra porque puede ser otro tipo de vendaval que nos implique, ¿qué tiene de natural? ¿Su determinismo social? ¿La profunda y ambivalente naturaleza humana? ¿También tenemos que asumir esta capacidad de dejarnos arrastrar por el mal incluso siendo copartícipes del mismo? No hay un solo clamor de los hombres. Los hombres somos manipulables y estamos sumamente interesados en no tener privaciones. Aunque sea siempre a costa de otros hombres. Hay clamores que no desean el mal y hay clamores que ensordecen ante esa misma funesta presencia.
domingo, 13 de abril de 2025
Dirección única. Curiosidad
Te levantas y miras por la ventana. ¿Recuerdas cómo era tu mirada en los años tempranos? Entonces te parecía ver lo de todos los días, y ahora también. Pero ni en aquel tiempo ni en este todo es lo mismo. Los objetos que contemplas -paisaje, tránsito callejero, vuelo de aves, cielos nublados o despejados- ni son iguales que aquellos ni tú los percibes idénticos. Tu mirada de niño siempre descubría un detalle. Y un detalle era una novedad. Sobre ella preguntabas o sencillamente la guardabas para disfrutarla en otro momento. Porque las novedades se atesoran. Las que deambulan por el mundo exterior a ti y por las que se manifiestan en tu pausado acontecer. ¿Que los descubrimientos de infancia eran de mayor envergadura? Te parecería. Pero todo lo que ahora se te va revelando, cuando todo lo creías sabido, ¿no es también objeto de perplejidad como mínimo? ¿O no es de admiración y de sorpresa aunque mucho de lo que se manifiesta dentro de ti no te plazca? Te preguntas qué es lo que realmente se descubre a lo largo de la vida. En cada instante. Y a la postre concluyes que es tu propia manifestación cambiante el hallazgo. Una cosa, una idea, un aspecto, por muy insignificantes que aparentan te pueden asombrar. Te conmueven. Sigues hallando sentido a los usos, a los comportamientos, a las expresiones ajenas, a tu propio lenguaje corporal que en ocasiones te desazona. Porque ahora, con ojos cada vez más marchitos aguzas también, como entonces, de manera decidida la mirada. Compruebas la huella nada más haber dado el paso. Aun sabiendo que no puedes detener tu andadura. Como si ello fuera un paradigma de tu conciencia. ¿Que tus observaciones de niño te dejaban boquiabierto e inerme? No menos indefenso sueles quedarte en esta edad avanzada que te ofrece, a cambio de haber vivido bastantes años, la certidumbre de un tiempo ya limitado. Que deberías vivir con menos pasión y más calma.
"Mienten quienes dicen que hay firmeza en tal o cual edad. Nada hay más voluble que el tiempo. El tiempo es la rueda de todas las edades, ¿y tú lo crees estable? ¡Oh, vanidad! Ninguna cosa es firme: en este mismo instante eres arrebatado".
Francesco Petrarca. Remedios para la vida.
*Fotografía de Isa Marcelli
sábado, 12 de abril de 2025
Dirección única. Prolongaciones
Soy tu prolongación. No me enroco en mi mismo. A veces me resguardo pero no ceso de crecer. Incluso sabiendo que los límites de mi piel sienten el frío exterior siempre estás ahí. No me digas cómo lo sé, a veces saber es solo imaginar. Tu presencia es tacto, es escucha, es contención. ¿Que no siempre me llegan tus palabras? Las palabras hacen y deshacen, me dijiste un día. Yo pensé: cierto. Las palabras no son meros entes autónomos que se crean y se disuelven, como no lo son las semillas que transporta el viento. Las palabras llegan a los otros. Que esos otros se sientan afectados o no por ellas está en la capacidad de recepción de cada cual. Si son volátiles o sedimentan allá en la mente en que se posen solo lo sabe quien se hace eco de ellas. Solo busco en tu prolongación la palabra pulida y precisa, la que muestre la esencia de cada instante. Su significado, su oferente condescendencia. Porque su poder no tiene por qué ser superior, no obstante el ruido que provocan las palabras, a los gestos y las actitudes. En definitiva, los comportamientos. Una palabra arriesga vacuidad; una conducta acogedora ocupa. Una palabra deslumbra; un proceder satisface. De ahí que sienta la placidez del silencio contigo. Donde me envuelvo, donde me desarrollo. Donde no me hago preguntas sofistas pero los sentidos se refuerzan. En tu prolongación hallo mi justa y sencilla fortaleza.
miércoles, 9 de abril de 2025
Dirección única. Silenciamientos
martes, 8 de abril de 2025
Dirección única. Miradas (goyescas)
lunes, 7 de abril de 2025
Dirección única. Indiferentes
Acaso no es tanto cuestión de insensibilidad como de indiferencia. La clase alta nazi, o al menos un sector de ella, era hipersensible a la música. Pero indiferente al sufrimiento ajeno y, más en concreto, al infligido por sus propios dirigentes, a los que habían aupado y concedido su pláceme. Siempre me chocó este aspecto de la sensibilidad. Como si quedara en una percepción ideal en su mente, pero no existiera para considerar las conductas hacia los que no eran como ellos. Esa dualidad, o doble moral, si se quiere, había sido una constante eclesiástica en las Iglesias de la Reforma y de la Contrarreforma. En ese sentido el nazismo no inventó moral alguna. La llevó a un extremo universal, como probablemente antes lo hiciese el brazo jurídico policial de la Inquisición. Pero ni un poder ni otro hubieran prolongado y alcanzado cotas tan altas de atropello sin la aquiescencia social, sin la complicidad de la población. Inhibirse por parte de los poderes públicos de hoy día de los diferentes Estados ante la barbarie suele justificarse por razones geopolíticas, cuando no comerciales. Mas las sociedades dan el visto bueno al crimen con su silencio colectivo. Pensando: a nosotros no nos pasa lo que a esos otros. Por ejemplo. O bien: Si nos involucramos puede ser peor. Justificaciones sobran, pueden encontrarse las que se quiera. Nuestra impotencia es un castigo. Nuestro silencio una condena. Nuestra pasividad es colaborar con la indiferencia.
domingo, 6 de abril de 2025
Dirección única. Criminales
sábado, 5 de abril de 2025
Dirección única. Iniciaciones
Susurradas, silabeadas, pergeñadas, trazadas, trabadas, reunidas, escritas. Por cuántos matices han pasado las palabras a través de la vida. Al principio fue un combate amable entre la oralidad y la escritura. ¿En qué instante se fraguan las palabras de un niño? ¿Por repetición? ¿Por imitación? ¿Por el sonido y su eco? Y de pronto llega un libro sencillo de iniciación donde el náufrago va a asirse al islote. El primer texto escolar llevaba un título sugerente: Silabario moderno. Rudimentario en contenido y en imágenes. Descripciones con contenido moral, doctrinario, simplón. De la religión y su moral, de la patria y su apropiación, y de la historia y su manipulación. A pequeñas dosis, mas contundentes. Pero para el niño la verdadera atracción residía en las sílabas. Era el reino de las sílabas. El niño se lo sabía de pe a pa. Estas, ¿son sílabas o palabras? ¿Solo se las reconoce como expresión pero no se las concede entidad independiente? ¿Qué papel jugaba el índice desplazándose de izquierda a derecha en cada renglón? Uno se pregunta ahora si la primitiva conciencia no empezó a manifestarse sino con el silabario. Con-cien-cia. ¿Cuándo escuchó por primera vez el niño el extraño término conciencia? Tienes que ser consciente de lo que haces, frase pétrea de su padre. O la otra de hazlo con toda conciencia, más imperativa aún. Decir conciencia quería decir responsabilidad. Tienes que ser responsable. Continuación de las otras expresiones, a la que el niño afirmaba por rutina y acatamiento, no por convicción. Hasta ese primer momento de la palabra -conciencia, como palabra, fue anterior a la asunción racional de su contenido- había habido otra clase de conciencias digamos biológicas, subconscientes: mamar, aprender pautas corporales, ir distinguiendo los alimentos, expresarse con las canciones, iniciar el caminar erecto. Solo el silabario podía permitir un salto y descubrir las palabras. Al año siguiente otro libro más avanzado, Mis primeros pasos. Y más tarde otro, Mis segundos pasos. El niño no se inició en el verbo con las palabras sino con las sílabas. Primitivo él. Primitivo todo.
(Y a estas alturas de la vida tantas letras leídas y escritas -no sé hasta qué punto interpretadas o expresadas- para al final ser sepultado por ellas. Sic transit la vida de las palabras)
viernes, 4 de abril de 2025
Dirección única. (R) evoluciones
jueves, 3 de abril de 2025
Dirección única. Trasposiciones
"Me he puesto una sonrisa. Todo es bello".
J.M.Fonollosa, Fifth avenue, Ciudad del hombre: Nueva York.
Ríndete. Ríndeme. Un intercambio de imperativos que solo el placer perseguido dota de significado. No te rindas. No me rindas. Un trueque de propuestas al que solo el dolor obliga como forma de resistencia. Una vez escuché la experiencia padecida por un hombre que, entregado al amor de una mujer, no obstante su enajenación voluptuosa, sintió el latigazo de un cólico renal agudo. Él mismo lo relataba con esta expresión: fue in situ. En aquel instante, ante la sorpresa de la mujer que no lograba explicar el salto de abandono de él, su chillido espontáneo y desmesurado, el hombre se debatió en el desconcierto. Estaba perdiendo el placer mientras no aceptaba el dolor, si bien este se manifestaba con el rostro más cruel, enloqueciéndolo. En ese preciso instante, contaba el hombre, se imponía a su vez otro dolor: el de temer perderlo todo. El de recelar de perderla a ella. Ese in situ me hizo pensar cuando me trasladó estas revelaciones. Dónde sucedía. ¿Era solamente un espacio? Dónde se ubicaba el instante. ¿Era apenas tiempo? ¿Qué clase de vínculo se había roto en el interior del hombre para que un cuerpo potente hasta entonces se alejase veloz de su propio cuerpo? Pues el dolor no deja de ser un alejamiento aunque uno no se lo quite fácilmente de encima, e incluso pueda ser un fiel pero maldito compañero durante años. Pues, ¿puede uno reconocerse en el dolor?
In situ es una frontera. Fijada pero no fija. Una ubicación que muta, que es capaz de traspasar el mundo de las emociones gozosas para concluir en las conmociones más perturbadoras. En apenas un momento.
Aquel hombre del que escuché su vivencia severa lo contaba como divertimento. Habían pasado muchos años de su peripecia biológica. Pero no dejaba de trasladarme un cierto estremecimiento su anécdota, aunque él produjera reacción hilarante en la concurrencia que le escuchamos con atención.
*Relieve escultórico de Juan Haro.
martes, 1 de abril de 2025
Dirección única. Desaprender, desprender
"¿Es que la razón no alcanza a demostrar que lo que tan ardientemente deseas o lo que tan exultante alegría te produce si lo alcanzas no es un bien, y que lo que te oprime y abate hasta el punto de hacerte perder el juicio no es un mal?"
Cicerón, Conversaciones en Túsculo, Libro IV.
Aprender a desaprender. La vida, un aprendizaje permanente. Siempre estamos aprendiendo; es instintivo. Nos mueve la curiosidad fundamentalmente. También el control de nuestros pasos. Buscando o no objetivos materiales que nos aporten beneficio. No todo lo que aprendemos nos gusta, por ejemplo el dolor. Pero toda manifestación nos viene bien para saber del valor de la vida, incluso el dolor. ¿O sobre todo el dolor? No se trata de olvidar lo aprendido sino de saber desaprender de lo vacuo y poco o nada necesario que se había quedado dentro de nosotros: obturándonos, limitando la entrada de lo provechoso, frenando estados de ánimo saludables, ocupando con la escasa entidad de lo insignificante estancias que podrían ser aprovechables, alejándonos del equilibrio, retorciéndonos en la carencia de la armonía. Entonces es cuando desaprender pierde una vocal para transformarse en desprender. Con pronombre adjunto. Desprendernos del peor bagaje. De lo superfluo que, sin embargo, tiene un peso muy gravoso. De la ira, la presuntuosidad, la falta de respeto, la abulia, la soberbia, el desinterés, la ignorancia, la falsedad, el feísmo, la agresividad, etcétera, ¿Cuánto de nuestro corpus de ideas rectoras nos sobra, muchas de ellas ya viciadas desde el primer instante en que las aceptamos? ¿Cuánto de resistencia y negación de lo otro o de los otros no hay que tirar por la borda? Aprender, por lo tanto, a ser unos desprendidos. Que no desocupados.
* Obra de Javier Marín.
lunes, 31 de marzo de 2025
Dirección única. Necedades
Reconocerse como necio es un primer paso para alejarse de la necedad. No se trata de ser sabios, sino de ser cuerdos. Y hacer del don de la cordura un ejercicio permanente de razonamiento. Solo este nos afina en nuestra personalidad de seres convivientes. Pasarnos la vida creyendo que sabemos algo, que podemos tener opinión sobre todo o sobre parte, juzgando a la ligera conforme a nuestros prejuicios e ideas mal fundadas, es necedad supina. Reconocernos en la necedad, o en cualquiera de sus sinónimos o categorías, ya es un paso para curarnos un poco de la imprudencia. La sociedad en general y la política como expresión de esta en particular no son sino proyecciones del hombre que está en el fondo de la cueva y cree que lo que ve reflejado al fondo es lo que existe. Pueden ser algo diferente si tú eres algo, poco o bastante diferente. Aunque algunos te prefieran que sigas siendo necio porque se te manipula mejor.
*Fotografía del escritor japonés Ryûnosuke Akutagawa, autor de La vida de un necio.
sábado, 29 de marzo de 2025
Dirección única. Cromatismos o Rothko
"Recordó una pasión que había sentido siete u ocho años atrás. Y, al mismo tiempo, descubrió que siete u ocho años atrás no conocía los colores"
Ryûnosuke Akutagawa, La vida de un necio.
El cuadro naranja y amarillo de Rothko me reconcilia con colores que antes no sabía apreciar suficientemente. Acaso porque no supe sentir. Estaban ahí fuera, a mi vista, pero su alteración -los colores en los cuadros de pintura, en fotografías, en manipulaciones de mensajes publicitarios, los simbolismos de la apropiación política o de la desvirtuación religiosa- me apartaba de ellos. Ahora me interesa sobre todo sentir un color. No solo percibirlo a través de un intermediario visual. En este sentido Rothko, que sigue siendo un traductor del color exterior a la falsedad de una representación, despierta en mí un retorno a la observación natural. Como en la primigenia infancia, cuando aún uno no tenía los sentidos ni la mente adulterados por una explicación impuesta.
La sensorialidad activada desde un color me libra de las adjudicaciones que se han hecho en el arte y sobre todo en la vida cotidiana con sus simbolismos. Me lo he propuesto con firmeza. Libra a los colores de su utilización, me he dicho, y sitúalos en un medio natural. Sin más. Rescata el limón, la naranja, la fresa, la castaña, el membrillo, la berenjena o el cielo raso limpiamente azul. Un amanecer y un ocaso proporcionan más filosofía que las palabras. O la congestión del cielo por un nublado de tormenta. O el océano, que solo es color en cuanto masa. De hecho, ¿no suelen cualquiera de estos estados dejarnos mudos, pero cargados no solo de sensaciones sino además de sentimiento?
Cualquiera de los frutos o medios naturales se desplegarán a su vez en matices, tonos, mezclas. Porque los colores no siempre se reconocen con fronteras definidas a la perfección; son dinámicos. Crecen o disminuyen. Se alejan o se acercan. Un sucedáneo de un paisaje interior: el bodegón. Un bodegón siempre me impactó. Como sustituto o notario del color allí donde este no se ve en plenitud. Un bodegón está muy aproximado a los sentidos. Pero hay tanto de fotográfico en él que prefiero contemplarlo como ejercicio de comparación con el elemento color en su estado primigenio. Un bodegón no me tienta para quedarme en él, sino para buscar los objetos cromatizados por él. Frutas, verduras, jarras, viandas, mantel.
Lo interesante de un color, sin que quede fijado por un pintor o un fotógrafo, es su capacidad aleatoria. Mutante, deslizante, indefinible. Según. Dependiendo también de la luz en permanente alternancia o del ánimo cómplice de quien mira. Ahora me explico por qué prefería elegir un caramelo con los colores amarillo y naranja de Rothko. Aunque el caramelo fuera también un artificio.