"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 3 de diciembre de 2025

Asesinatos en serie. Amputación

 



Ay, Sileno, en qué poca cosa te has quedado después de que las ninfas que perseguías te tendieran una trampa. Ellas han dicho: no, no hemos sido nosotras, ha sido su embriaguez. No hay peor paso que la lascivia atrapada por una borrachera. Sileno, el compañero del preclaro, eterno vacilante entre el amor y el vino, inclinándose siempre a favor de este a pesar de que la embriaguez del deseo sea tan peligrosa como la etílica. ¿Sileno y los otros acaso saben de amor?, me gritan entre risas las ménades al unísono. ¿Es que la alegría que produce el contacto amoroso precisa de aditamentos? ¿Es que la energía natural de los cuerpos debe ser sustituída por los zumos que adormecen y trastornan? Lástima de Sileno, al que nosotras enseñamos a tocar el aulós y él pretendió apropiarse de la iniciativa. Bailamos tantas veces ante él para apaciguar sus frustaciones. Cuando intentaba rasgar nuestros peplos acababa envuelto en las gasas sin distinguir si los aromas provenían de nuestra piel o de los hollejos destilados. Nuestro frenesí era para nosotras mismas, y él lo sabía. ¿Le incitábamos o  caía en su traviesa figuración por poseernos?

Que quede claro. No ha habido crimen alguno. Nos divertíamos porque él no era, o al menos no se portaba, como los otros sátiros. Nos solazábamos entre todas pero también le atendíamos porque nos apenaba su soledad. Poseído por el exceso, ¿no dejaba entonces de ser el sujeto al servicio de la deidad de lo que tanto presumía? ¿No era esa entrega incondicional a sus constantes libaciones la forma que adquiría su soledad? 

Cuando se precipitó su caída, hubo un silencio huérfano en el museo. Las ménades detuvieron sus danzas. No se escuchó ni la dulce flauta ni el tañido de la lira. Las voces vivarachas de las ninfas cesaron. El aire dispersó los aromas. Los pasos disolvieron su condición etérea. Permanecí rígido, rozado aún por un eco ancestral, mientras a pocos metros la herma de Sileno yacía brutalmente amputada. 



1 comentario:

  1. No hubo crimen, pero sí muchos culpables.. el borracho de mi pueblo murió así, aplaudido por parroquianos que reían sus gracias y le acercaban inonfesivas copitas de licor....

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