"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 27 de abril de 2021

Contando pétalos

 


¿Qué haces tú con un clavel en la mano?, me preguntas. Cuento pétalos. ¿Los arrancas, por lo tanto? No, solo los separo levemente con el índice. Pero es muy difícil, todo lo fractal se registra con mucha dificultad, te vas a eternizar. No se me da mal y tengo todas las horas de la noche. ¿Con qué objeto haces eso? Me da calma. Pensé que te interesaba saber de cuántos pétalos se compone un clavel. No me interesa saber eso, sería como descifrar secretos y quién soy yo para invadir la espiral profunda de un clavel. Y cuando acabes, ¿qué harás con la flor? No lo he pensado. Tal vez la deje entre los dedos. Pero se ajará. También mis dedos. ¿No te asusta lo mustio? Si me asustase no me aguantaría. ¿Has visto alguna vez un clavel lacio? Otras veces, sí. ¿No lo tiraste? Los dejé por alguna parte, nunca se puede tirar una flor. Que pierda sus colores ¿no te apena? Me horroriza. Entonces no soportarás que los pétalos secos se vayan troceando. A veces pagino un libro y procuro que pétalos desmenuzados caigan entre las hojas. ¿Se te ocurre guardar una materia muerta? No, solo pretendo que se mezclen con una materia viva. ¿Con el papel y la tinta? No. Con las palabras.



domingo, 25 de abril de 2021

¿Qué hacías tú aquel día?

 



"É o teu rostro ainda que eu procuro
A través do terror e da distância
Pâra a reconstruçao de um mundo puro". 

"Es tu rostro aún el que yo busco
A través del terror y la distancia
Para reconstruir un mundo puro".


Sophia de Mello Breyner Andresen, del poemario Mar novo.


Helena no se atrevía a bajar hasta Rossio. Todo estaba quedo. Y nada pare más incertidumbre que el silencio. Como una partida de ajedrez los contrincantes estaban pendientes de los movimientos del otro. La partida ya estaba decidida, pero ¿quién de nosotros podía saberlo? No sé si es bueno que deambulemos como oscuras sombras por la calle, dijo Helena. Traté de tranquilizarla. Hay más gente a la expectativa, ¿no ves? Sí, pero ¿qué podemos hacer?, me replicó sesuda. Estamos como siempre, desposeídos de defensas, y arriesgar nuestros cuerpos ¿crees que es la mejor solución? No sé si las ansias reprimidas durante tantos años son el mejor recurso, Manoel. No lo son pero ayudan, dije para compensar sus cuitas, y debemos confiar en la eficacia de la revuelta. Me han dicho que hay guarniciones que no obedecen más que a los sublevados y eso pinta bien. Encomendémonos a ellas. Yo sé que Helena permaneció allí por mí más que por los acontecimientos. No sé si por una identificación con mis anhelos o por una actitud protectora. Lo percibí así, y me gustaba. Era como si me hiciera crecer, como si estar casi en la primera línea, a caballo entre partícipes y espectadores, sentenciara las ilusiones de nuestro futuro y las tradujera en algo diferente, como nunca habíamos conocido. Por Largo do Carmo vienen Joaquim y Mariana, seguro que ellos saben algo más. No podemos pasar, dijeron, la calle está cortada. Pero por quién, interrumpió azarosa Helena. A los cuatro se nos congeló el habla. Murmuraban los instintos en las vísceras de cada cual. Balbucían las sensaciones a través de las miradas. Nuestro movimientos se paralizaron. Fue en ese instante cuando agarré con avidez y sorpresa la mano de Helena y ella lo agradeció, apretándomela a su vez. Imaginaba que no eras tan duro, me susurró, y ¿sabes qué? Te prefiero frágil. La fortaleza debe estar en otra parte y tal vez tenemos que aprender. No supe qué decir y llegaron más compañeros. Todavía, tras haber transcurrido tantas décadas, algunos me preguntan: ¿dónde estabas tú aquel día? ¿Qué hacías? Y yo me sumerjo en un silencio melancólico.



(Homenaje a los 47 años del 25 de abril de 1974. Fotografía tomada del blog  http://www.aja.pt/ )

sábado, 24 de abril de 2021

Tres eran tres, y siguen siendo

 



A veces los escritores recónditos (que no lo son) emergen. Se interesan por palabras ajenas que en tantas ocasiones harán suyas, divertidas pero sesudas, graves pero cuyo tono rebajan, comentan, pues, ponen el dedo en la llaga y, al final, a veces, se toman las cosas a chufla.  ¿Qué otra cosa puede hacerse en esta vida sino relativizar y observar el mundo con sana distancia? ¿Qué hay más meritorio que cultivar y mantener a los amigos de verdad? ¿Qué más purificador que buscar réditos de los talentos del pensamiento y la escritura? Miquel Cartisano, Francesc Cornadó y José Florencio Martínez (ríe quien sabe) pillados en un día de emersión desde sus propios líquidos literarios. Larga vida. Sanguínea y letrada. Por cierto, esta fotografía es de un Sant Jordi de hace siete años. Hoy estarán más jóvenes todavía, que yo lo sé.



jueves, 22 de abril de 2021

Con él crecí (vísperas del Día del Libro)


 

Así es. Lo guardo como oro en paño. Lo leíamos en clase. El ejercicio de la voz era tan importante como la lectura en solitario. A través de la entonación teníamos que dar sentido al texto. En el tono estaba la medida de la comprensión de lo leído. Otras veces había que escribir un dictado según iba el maestro leyendo pausadamente. El vocabulario, aunque la adaptación había reducido términos difíciles o simplemente desconocidos, no era un obstáculo. Al final de cada capítulo había aclaración de vocabulario y fraseología, más sugerencia de prácticas gramaticales, lo cual hacía una edición bastante aceptable. El cuerpo de las aventuras y desventuras de los personajes se mantenía vivo. A mi favor la abundancia de ilustraciones de un tal Manuel Huete, que interpretaban la obra con un dinamismo y expresividad inmejorables, al estilo de los mejores tebeos de aquella época. Basta con observar la portada adjunta. Y eso ayudaba mucho. Si a otros compañeros los sucesos del caballero de la Triste Figura y su escudero les producía risa a mí siempre me apenaban. ¿Por qué me afectaban las desdichas ajenas? Cosa de la cultura emocional de uno probablemente. Lejos estábamos en aquel tiempo de comprender las dimensiones propuestas por el autor y nos quedábamos simplemente con una lectura lineal. A pesar de ello siempre he sentido su poso. Un poso que remuevo cuando leo y releo a saltos -El Quijote es una novela con novelas o, si se prefiere más sencillamente, con relatos- y que me hace comprender claves de la vida ahora que mi experiencia vital anda avanzada y, en cierto modo, me siento más quijotesco, que no quiere decir ni más loco ni más irracional ni más fantasioso. Bueno, miento, a la fantasía no se puede renunciar nunca -tal vez solo en ese in extremis que es el estertor, como hizo Don Quijote- porque es una tabla de salvación. Una imaginación controlada acaso, pues ya se sabe que la alocada constituye un problema neurológico que se nos escapa. ¿Y si a la muerte hay que combatirla con armas de figuración sin que la conciencia del fin sea un impedimento? Tal vez no queda otra.






domingo, 18 de abril de 2021

Escena callejera con visionario en Pompeya

 


Yo he visto a la Diosa en Roma, en el Templo de Vesta. Hermosa y arcaica. Armada e imbatible. Virginal y valedora. Sabia y reflexiva. Creadora y de mirada glauca. Dicen que nuestro padre Eneas la trajo desde la antigua región y que ella, con ser una diosa antigua, es la que nos protege. Eso cuenta Xenon, el macedonio, a los modernos pompeyanos que viven de espaldas a la historia. Y aun se atreve a aconsejarles. Sed piadosos y satisfaced la memoria de vuestros antepasados. Al hacerlo estaréis en paz con los dioses. Xenon el macedonio adquiere un aire profético cuando desde una esquina habla a paseantes y no vacila en increpar a quien se burla de él. 

Le está escuchando el cónsul Lucio Cesenio, visitante de paso en una ciudad en la que tiene buenos amigos. Tú, que sermoneas tanto, le inquiere, mira que yo vivo en Roma y no conozco la estatua de la que hablas. No veo que sea tan decisiva para la marcha imparable del Imperio. Pero Xenon se muestra desafiante, como suelen portarse los visionarios que creen en sí mismos menospreciando a los demás hombres y están convencidos de que saben interpretar cualquier clase de manifestaciones del mundo. Seas quien seas, le replica, eres un osado si dudas de mis palabras. No hablo de una estatua ordinaria, sino de una divinidad que todos habéis olvidado y sin cuya advocación ni nosotros ni esta ciudad permaneceríamos. ¿Qué sería de nuestras urbes si ella, la noble y clarividente, nos abandonase? Toda esta pujanza que se advierte no solo en Pompeya sino por todas partes del Imperio, ¿creéis que solo se mantiene debido al dinero que circula o por las gestas gloriosas de nuestros próceres, que engrandecen los territorios que hemos heredado? Pues sabed que quien olvida a los predecesores comete la peor de las injusticias, la de la ingratitud. Y quien margina a las fuerzas benéficas labra su infortunio. 

El cónsul advierte el valor de aquel orate pero desprecia su capacidad de oratoria manipuladora. Le razona y avisa. ¿Por qué hablas tan amenazante? ¿Qué motivos te damos los ciudadanos de bien que fecundamos y hacemos mejorar no solo las actividades y bienes sino la calidad de las vidas y la seguridad de las familias? ¿Es que acaso las autoridades hemos dejado de ser piadosas alguna vez facilitando el desdén respecto a las creencias antiguas? ¿No sufragamos edificaciones para los cultos? Celebrar antiguas creencias no puede ser jamás ni límite ni obstáculo para que las gentes se lleven bien. Pero tampoco son el acicate para que una ciudad como esta se mantenga tan viva. Y mucho menos causar merma de la justicia o impedir que los ciudadanos disfruten de los dones de la naturaleza, incluso aquellos que proporcionan los placeres más extraordinarios. Los dioses vigilan y piden ser resarcidos por ello, pero no intervienen hoy día en los actos humanos. Xenon se siente herido no tanto porque le lleven la contraria sino porque le dejen en evidencia ante su auditorio. Teme que sus dotes de embaucador de masas sufran una merma, y no puede callar. Seguro que tú eres uno de los que vive a espaldas del reconocimiento al legado de nuestros padres, y señala con el dedo a Lucio Cesenio. Se te ve de buena familia patricia y aunque te consideres fuerte en tus propiedades y afianzado en tus cargos debes saber que quien no hace presencia del poder de los dioses y agradece las enseñanzas devotas de los mayores va a encontrar tropiezo en su camino. 

Vámonos, es perder el tiempo, dice al cónsul uno de sus acompañantes. Es parte del espectáculo callejero de una ciudad animada. Ahora este loco insistirá en los maleficios que pueden caer no solamente sobre ti, Lucio, sino sobre la urbe entera. Eso lo ha dicho en muchas otras ocasiones aunque pocos lo toman en serio. Y el que quiera asustarse, allá él, que se espante. Además nos espera la bella Prestina en su villa de los goces. El cónsul se ajusta la toga, haciendo ademán de abandonar el lugar. Naturalmente, mi buen amigo, ese toque divino no puede ser desdeñado si es que hacemos caso al macedonio, ¿verdad?, apostilla el cónsul entre risas. El placer es indicación de lo obsequiosos que son los dioses y no podemos demorar sus designios.  




(Escultura de Atenea Paladio, del antiguo Templo de Vesta en el Foro Romano)


viernes, 16 de abril de 2021

El gamberro de mi gato

 


No, no es verdad que todo gato sueñe con ser tigre. O puma o jaguar. Un gato no es uno de aquellos felinos venido a menos. Pero gamberros son un rato. Ni añoran un estadio al que jamás han pertenecido ni sienten envidia por la vida libérrima, si bien amenazada, de los depredadores de manglares o praderas. Mi gato tiene fama de ser de lo más peligroso del vecindario. No porque se coma a nadie, sino por su poder de atracción sobre otros gatos y su capacidad para arrastrarlos a la calle a montar espectáculos circenses. Para gatos, por supuesto. Liderazgo, que diríamos los humanos. El otro día eligió una gata para sus travesuras. Se cree listo, pero fue la gata la que lo eligió a él. Él propuso y ella dijo que sí, que admitidos y consensuados sus juegos. Que estaba preparada para lo que fuese. Y durante un tiempo desaparecieron a la vista de todos. De otros gatos, de los tejados, de los cruces de las calles, de sus dueños respectivos. Cuando reaparecieron fue la gata la que entró en mi casa. Vi enseguida que era una intrusa y a punto estuve de echarla, pero puso un gesto tan tierno que fui incapaz. Ya aparecerá mi gato, pensé. Más tarde supe por mi vecina Isamu que había perdido a su gata pero que había encontrado un macho. ¿Qué les ha pasado para que, como de mutuo acuerdo, hallan retornado a los hogares equivocados?, me preguntó Isamu. No sé, en este caso o los devolvemos a sus dueños respectivos, es decir entre nosotros,  o cambiamos de casa, le propuse. Isamu, que aparentemente es muy seria, esbozó una sonrisa que amplió la curva de sus ojos almendrados. Por un momento pensé: los gatos nos envían un mensaje subliminal. ¿Será que nos veían tan solos que quieren o pretenden o buscan...? Sé lo que estás pensando, vecino, dijo Isamu. Son travesuras de gatos. Desde el otro día Isamu y yo nos hemos equivocado varias veces de casa.


Hay un relato sobre gato y mujer en el blog Chitón:

https://ehchiton.blogspot.com/2021/04/conversaciones-con-mi-gato.html




(Ilustración de Kazuaki Horitomo Kitamura)


miércoles, 14 de abril de 2021

Algún día crecerán ¿Algún día crecerán?

 


¿Algún día crecerán? Algún día crecerán.

(Obsérvese cómo cambia la intención, por lo tanto el significado, según se coloque el interrogativo después o antes del afirmativo)



domingo, 11 de abril de 2021

Der rufer, el voceador, allá en Berlín

 



Me lo cuenta Max a su retorno de Berlín. Paseábamos Victoria y yo por ese jardín inmenso que es el Tiergarten, y acabamos saliendo a la avenida que atraviesa el parque, dice, cuando nos llegó el eco de una voz larga. ¿Qué decía? Los de aquí la conocen como el que llama, dijo ella. A mí se me ocurrió: yo le nombraría como el voceador. ¿Y por qué no el avisador?, corrigió rápidamente Victoria. ¿Reclama la atención de los transeúntes o pregona en el desierto? ¿Invita a alejarse o a llegar hasta él? ¿A tener en cuenta lo que dice o a poner oídos sordos porque vocifera en exceso? ¿A recapacitar sobre el pasado o a estar en guardia ante el porvenir?

Cuando está conmigo Victoria entra en el juego de las dudas que, en realidad es el de las posibilidades, señala Max. A mí de esta figura solo me gusta el tercio superior, la dije no sin cierto prejuicio. Ya quisiera tener la esbeltez del auriga de Delfos en el resto del cuerpo, con su peplos y su vestimenta estriada, expresando capacidad de control. Pero el aire clerical de esta estatua se me resiste. Tú siempre tan clásico, Max, saltó ella. ¿Es que no sabes que todo lo griego evolucionó? Además cualquier comparación suele ser injusta y sobre todo ineficaz. Por tiempos, por mentalidades y por intenciones diferentes, me corrigió. En este caso creo que la intención de Der rufer es francamente constructiva. Por una parte, es un hombre intemporal, o si quieres trans temporal, envuelto en una túnica sencilla. Por otra, en una urbe como esta, pisoteada en el pasado en su concepto de ciudadanía por el poder para hacerla capital de la encarnación del mal, bien vale que el hombre de bronce clame activo y exigente por algo que no debe repetirse. 

Ella siempre sabe templarme si ve que me desvío hacia mis interpretaciones tan subjetivas, y me centra de nuevo en lo existente. Cierto que la ubicación de la escultura, a dos pasos de la ostentosa y gigantesca puerta neoclásica, que la gente ha recordado más por siniestros desfiles que por la apertura a un nuevo urbanismo, es adecuada. Fuese idea de Gerhard Marcks, el escultor, o de los patrocinadores, esta obra incorpora una cita del poeta Petrarca: "Yo voy por el mundo y grito: Paz, Paz, Paz". Hay algo de desconsuelo en ese gesto inquieto del hombre que clama, dijo Victoria con agudeza, ¿no crees? Observa, la interrumpí, cómo al otro lado de la amplia avenida, con nombre también significativo, el ángel sobre Berlín nos contempla. Y ella: ¿Lo dices así por el filme de Wim Wenders, peliculero? Pues mira, no es un ángel precisamente. Y no creo que esté pendiente de una pareja de paseantes. Es nada menos que Niké, e hizo una mueca con doble sentido. ¿Niké, como la diosa de Atenas?, dije estupefacto. Pero ella se abstrajo. 

Muchas veces me adelanta en las reflexiones. Con más enjundia y acierto que yo. ¿Te das cuenta de la cantidad de símbolos contradictorios que hay en la monumentalidad de esta ciudad? Una puerta representativa de la apertura de la nueva ciudad a finales del XVIII, pero que fue adulterada durante los peores años de dos dictaduras. En una ocasión con el paso de oca y en otra con el muro separador. Luego esa columna conmemorativa que canta a la victoria sobre naciones enemigas en lejanas guerras. Y como contraste una estatua humilde pidiendo Friede, paz. Todo ello en línea y en un trayecto no excesivo. ¿No representa en síntesis la historia de Berlín de los últimos siglos? Afirmé anonadado por su criterio y luego añadí: ¿a cuál de estos símbolos harán caso en el futuro? ¿Elegirán los cantos áureos o el chillido repetido de Der rufer para evitar que el lado negro de la historia vuelva a las andadas? Victoria, esta Victoria sin corona de laurel, me hizo un guiño: ¡premio! Buena pregunta. Pero mientras, añadió, que el voceador vocee: Paz, Paz, Paz, y sin embargo habría que pronunciar algunas palabras clave más. ¿Las cito? Yo entonces, compartiendo la intuición de la mujer dije: no hace falta. Están a la vista de todos. De todos los que quieran escuchar. Solo que lo importante no son tanto las palabras como los hechos.

Eso me contó mi amigo, a su vuelta de Berlín, donde se quedó aquella Victoria. ¿O era la Niké?



jueves, 8 de abril de 2021

Carta del tribuno Marco Tulio Obelio a su amiga de infancia Sabina, antes de retornar a Pompeya

 




A ti te busco, Sabina. Aunque los años no te hayan perdonado y te creas incapacitada para ternuras. Tú, que has sido pródiga en combinar afectos y sensaciones. ¿Cuándo me puse en camino hacia el encuentro contigo? Tal vez fue entonces, aún niño, cuando pasabas cada día por mi lado. Te detenías y acariciabas mis orejas y yo me encogía. Me empequeñecías pero me hacías grande. No te decía nada, me mostraba amilanado, pero tampoco me apartaba, y dentro de mí pedía: más. Y como si me hubieses escuchado me tomabas sobre tus rodillas y la carne de mis flacos muslos quedaba flotante sobre la piel de los tuyos, firmes y mullidos. Allí, delante de todos, y todos riendo las ocurrencias jocosas que me decías, y yo absorto en los epítetos con que te desahogabas, que a otro cualquiera le hubieran lacerado, pero que yo recogía placenteramente, sumiso, y entonces, inocente sobre las intenciones ajenas pero perverso en la aceptación del deleite que elaborabas a tu capricho pero también a mi medida, yo solo insistía sin mover mis labios: más. 

Y ahora que ha pasado tanto tiempo, ahora que voy a volver a la tierra de infancia lo primero que haré es preguntar por ti. No soy ni el niño ni el púber que viste crecer y al que cubrías con afectos generosos. No podrías ya sostenerme como antaño. Ni osarías decir nada delante de los demás. Incluso es posible que mi aspecto, cuando nos encontremos, te dé miedo o como poco recelo, y no te atrevas a acercarte. No debes temer al tribuno del que algunos te hablarán, probablemente por envidia y rencor hacia mí, sobre supuestas atrocidades cometidas en regiones alejadas. Te relataré sin intermediarios lo dura y peligrosa que es la vida de milicia, pero sabrás también de las debilidades de las que los hombres aparentemente feroces son víctimas y lo costoso que es sortearlas con acierto. Ello te sorprenderá y aumentará tus saberes, dirigidos siempre a una filosofía de la vida no solo más placentera sino menos afectada por las circunstancias. 

Agradeceré a los dioses que hayas mantenido aquella mentalidad equilibrada y donosa que me entusiasmaba. Mi presencia puede traerte recuerdos y, por lo tanto, un cierto grado de melancolía. Mas no pretendo en absoluto que te preocupe mostrarte ante mi con las huellas de la edad. Sean cuales sean las secuelas que un cuerpo avanzado en fechas y cuitas ofrezca no hay que renunciar a él. Mi imagen sobre ti permanece viva y ansiosa. Has de saber que mi conocimiento del mundo me ha hecho comprensivo respecto a los conceptos que los hombres suelen poseer en lo referente a los grandes reclamos de la naturaleza. Que he valorado a los individuos no solo sin distinguir su posición sino a través de sus actitudes entregadas y respetuosas. ¿O crees que solamente he vivido escenarios de guerra y estancias de traiciones entre las graduaciones de los ejércitos? En el fondo de mi alma sigue latente el chiquillo sensible y cariñoso que se dejaba hacer. El mismo a quien todos mimabais. Aquel al que tus juegos y cercanía le impregnaban de ti misma. Tal vez opines que el disfrute de mujeres en este recorrido hostigador ha sido ocasional o abusando de los sometimientos que nuestro ejercicio de armas nos permitía. Lo ocasional ha sido sincero y pactado. Aprovecharme del poder que la violencia proporciona no ha entrado nunca en mis intenciones. Además la recóndita memoria que guardaba de ti me lo impedía. 

A lo largo de mi vida, Sabina, he sentido tu llamada. ¿Por qué me reclama?, ensoñaba en los momentos solitarios. Ella tiene a muchos otros que se rendirán a sus caprichos con más condescendencia y decisión, razonaba. Soy tímido. Al principio apenas conocía esos mundos aparentemente abiertos a los que muchos hombres no dudan en entregarse. Pero que me resultaban extraños y yo rechazaba o al menos me resistía a ocuparlos. ¿Será eso lo que le atrapaba de mí a Sabina y que divertía a sus amigas?, concluía presuntuoso y no obstante torpe. Pero la vida, una vez que arranca, no se detiene. Las alturas que al principio te parecen imposibles de escalar las acabas coronando. Los abismos en los que temes caer puedes saltarlos. Las vías repletas de peligros y salteadores no son obstáculo y las eliges en función de a dónde te conduzcan. Los reveses de las batallas crueles o los desprecios de tus jefes o subordinados no pueden contigo. Aprendes a sobreponerte de lo aciago y a confiar lo justo en la fortuna. Cuanto se revela hoy contra ti se te devuelve al otro día como cómplice satisfactorio. Y a la inversa. ¿Significa eso que te conviertes en un desconfiado absoluto? De ningún modo. Aprendes a tener medida de las cosas, a no entregar al otro cesión alguna de tu personalidad.

Mi vuelta a Pompeya será temporal. Me hallo a disposición no solo del Senado o del César, sino del movimiento improvisado de las legiones. Espero estar unos días por ahí al poco de pasar los idus del mes del divino Augusto. Llegaremos a la costa de Ostia y si me lo permite la jerarquía podré dirigirme enseguida hacia mi añorada urbe. No me inquieta cómo vivas, con quién convivas o ni siquiera si me has llegado a olvidar. Siempre será nuestro encuentro algo más que tiempo pasajero. Será un lugar apacible donde hablar de lo pretérito o para rememorar la proximidad de tus atenciones. Y lo que supusieron siempre para mí.




(Fresco pompeyano)

sábado, 3 de abril de 2021

El vermú de Horus y Anubis

 


Demasiada masa de gente por los alrededores de la plaza de Tahrir. He preferido escoger calles más lejanas para palpar el otro El Cairo, el menos oficial y menos adepto a sus mandatarios de turno. Creo que no soy el único. Horus y Anubis andaban también por allí, de incógnito. Hace mucho que se tomaron el descanso en sus respectivas labores de divinidades, algo infelices ellos porque ya nadie les reclama. Hablan en un lenguaje para el que no hay piedra de Rosetta que valga pero que los curiosos y sinceros impertinentes como yo entendemos no sin cierta dificultad. Tú hidromiel y yo cerveza, le propuso el uno al otro ante el café de Quhstumar, ignorando que los taberneros de hoy ya no creen en ellos. ¿Qué te parece? Dicen que no se les permite servir graduaciones fermentadas. Oh, divina madre Isis, ¿qué fue de aquellas creencias de las que hasta nuevos imperios se impregnaron de ellas?  

Horus y Anubis llevan jubilados desde hace siglos y si en algo se sienten molestos es que los de Ghiza o Menfis o Tebas o Amarna no sepan quiénes fueron. Suponiendo que quede algo de estas ciudades, se dicen con nostalgia. No he visto menos egipcios de los nuestros que los egipcios actuales, le comenta Anubis a Horus, aunque no me caen mal. En el fondo no difieren demasiado. Pero mi trabajo hoy no sería apreciado, y eso que la materia prima sigue existiendo, porque de la muerte no nos hemos librado ni nosotros. Tampoco a mí me reclama nadie, le replica Horus con pena, y eso que la guerra, una de mis advocaciones favoritas, no ha cesado en todos los siglos posteriores a nuestro retiro. ¿Te has enterado que las autoridades de este país que dice reclamarse de nuestra civilización han montado un desfile a lo grande? Han trasladado los cuerpos de unos cuantos reyes que nos honraron de un viejo caserón a otro recién construido. No les bastó con sacarlos hace tiempo de su reposo eterno y exhibirlos a unos por aquí y a otros por allá que ahora los han concentrado en un nuevo templo al que llaman museo. ¿Tú llegaste a ver los cadáveres de todos esos faraones en el momento de su muerte?, le pregunta Horus a Anubis. No solo les vi, dice este, sino que preparé su alma para el largo viaje sin retorno. Supongo que las cualidades físicas de aquellos reyes y reinas serán otra cosa hoy día. Unos restos resecos y desfigurados que no parecerán ni la sombra de lo que fueron.  Pues bien a esa otra cosa es a lo que honran de manera maniquea los egipcios no egipcios que prueban este vasto país. Mira, en eso, me recuerdan a las castas y reyes de nuestros siglos felices. En su megalomanía. 

¿Sigues pensando en que deberíamos tomar una cerveza?, propone Horus. Al escucharlos me he sentido en la obligación de indicarles dónde podrían saciar su sed milenaria. Les puedo informar dónde se bebe una excelente cerveza sin prohibiciones, he interrumpido. Anubis y Horus me han mirado con sorpresa pero también agradecidos. El morro de uno y el pico del otro mostraban sequedad. De acuerdo, pero pagamos nosotros, dicen. No, no, de ningún modo, les invito yo. Seguro que su moneda no es de curso legal. Ellos no han entendido pero por sus rostros de satisfacción me han parecido más vivos que nunca.



jueves, 1 de abril de 2021

Adio Kerida. Yasmin Levy canta en judeoespañol. Homenaje a David Kamhi

 


Las penas del amor se dan en todas las sociedades de la historia. Porque la cultura sentimental es tan universal como el dolor. Y no conoce fronteras, ni distingue de razas ni de clases. Sobrepasa y proyecta. Va más allá de los intereses de cada país y actúa al margen de las estructuras económicas y sus aprisionamientos. Naturalmente la cultura sentimental genera a su vez sus propias dependencias, desencadena rupturas o vincula nuevamente a unos individuos con otros. Lo mismo que sucedería entre los profesos de la religión cristiana en España acontecería con loa de la fe judaica en el pasado de nuestra tormentosa historia. No es de extrañar que cuando los judíos fueron expulsados de la tierra que también era su tierra llevaran su amplia cultura, compartida en muchas facetas con los cristianos,  a la diáspora. Y en esta los llamados sefardíes mantuvieron tradiciones, usos, y sobre todo memoria de su tierra abandonada a la fuerza.  Mantuvieron fidelidad. Y siguieron cultivando la lengua hablada en sus orígenes hispánicos.

Leo en un artículo interesante firmado por Vanessa Ruiz en Balcanismos que el profesor de violín David Kamhi, sefardí de Sarajevo, fallecido recientemente, se disgustaba con el término ladino para designar su lengua. "Nosotros, los sefardíes, no hablamos ladino: hablamos judeoespañol. ¡No somos fósiles!". Con esta contundencia celebraba la frescura y actualización de una lengua que, si bien hablada por minorías, se conserva como seña de identidad. Si la lengua judeoespañola era para Kamhi "la voz del alma", ¿cómo no entender que la cultura sentimental heredada de aquellos exiliados tuviera esa raigambre respetada supranacionalmente? Y compartiendo con él la cultura de los afectos y las emociones me siento conmovido cuando leo lo que dijo a la citada entrevistadora: "Soy bosnio, soy judío y soy español. Mi patria es la lengua de Cervantes y Lope de Vega, pero mi lugar está en Sarajevo".

Adjunto una canción popular de dureza amorosa, también de desahogo, que la diáspora sefardí ha mantenido durante siglos a través de un arco que va desde España a Bosnia y otras regiones del mundo. En la voz vibrante y enérgica de Yasmina Levy.  Ahí va la letra para seguirla.



Adio, Adio kerida
No kero la vida
Me l'amargates tu

Tu madre kuando te pario
I te kito al mundo
Korason eya no te dio
Para amar segundo

Adio, Adio kerida
No kero la vida
Me l'amargates tu

Va bushkate otro amor
Aharva otras puertas
Aspera otro ardor
Que para mi sos muerta