"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 10 de noviembre de 2025

Asesinatos en serie. El rayo letal

 


Los asaltantes se conjuraron. Impactados ellos mismos por la tajadura letal dudaban sobre si presumir de la hazaña u ocultar el desmán. Digamos que fue un rayo, propuso uno. O que estaba ya resquebrajada, sugirió otro. O que la calidad del mármol era pésima, opinó alguien más. El más fiel a sus principios de tomarse la justicia por su mano, y nunca mejor dicho, impuso silencio. Con voz firme e intimidante avanzó su sentencia. Hemos venido a hacer esto. ¿Por qué, entonces, deberíamos avergonzarnos? Nadie va a sancionarnos por ello. ¿Acaso este golpe de tajo tiene menos justificación que los que hemos dado en otras partes? ¿O es que otros grupos no han hecho de estas y peores, y no solo con estatuas? Ya sé que antes hemos creído en unas u otras clases de divinidades, pero ahora sabemos que estábamos obligados a creer en ellas. ¿Vamos a perdonar a quienes nos sojuzgaron durante años y ahora están derrotados? No hay mejor demostración de nuestra venganza que arremeter contra sus símbolos. Porque ni siquiera los individuos que habitan en esta ciudad se deben tanto entre ellos como cuando suelen recurrir a las deidades y a las tradiciones tras las que pretenden sentirse seguros. Sin símbolos se doblegarán. Sin rostros en los que contemplarse se perderán. Antes o después acabarán aceptando nuestras nuevas leyes. 

Los hombres se miraron entre sí, titubeantes y avergonzados. Los argumentos del líder de la partida no podían ser rebatidos. Pero algo latía en ellos que les dividía en su propio interior. Hemos venido a hacer lo que hemos hecho, misión cumplida. Un dios menos; lo mejor sería que lo sepultáramos bajo las ruinas, arriesgó el más razonable. El líder le lanzó una mirada que el otro percibió como cuchillada. Los arengó. Hemos venido a eliminar lo que encarnan las estatuas. A borrar la historia de quienes las erigieron. A que todos vean de lo que somos capaces con la nueva fuerza que nos guía. No solo hay que derribar sino que debemos exhibir lo derribado. Que la ciudad tome nota de su fragilidad y sepa que no hay esperanza invocando su pasado. 



* Fotografía de Mimmo Jodice.

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