Se abre el silencio.
Contemplo la acacia.
Se cimbrea.
Es tu imagen.
Soy el aire.
El ramaje no deja de agitarse
y mi mirada no se desvía
a parte alguna.
Soy el viento.
Embate que no derriba ni una hoja
de su fronda.
Tan sólo la mece.
Soy el rumor.
Su cadencia agrada a mis sentidos.
Danza fértil
recubierta de soledades.
Soy el ritmo.
La complaciente savia
donde nos nutrimos día a día
piel a piel.
Soy la voz.
Lo que queda al anochecer
cuando los cuerpos borran
sus perfiles.
Soy la caricia.
La última expresión.
La letra invisible y definitiva
que nos interpreta.
Contemplo la acacia.
Se cimbrea.
Es tu imagen.
Soy el aire.
El ramaje no deja de agitarse
y mi mirada no se desvía
a parte alguna.
Soy el viento.
Embate que no derriba ni una hoja
de su fronda.
Tan sólo la mece.
Soy el rumor.
Su cadencia agrada a mis sentidos.
Danza fértil
recubierta de soledades.
Soy el ritmo.
La complaciente savia
donde nos nutrimos día a día
piel a piel.
Soy la voz.
Lo que queda al anochecer
cuando los cuerpos borran
sus perfiles.
Soy la caricia.
La última expresión.
La letra invisible y definitiva
que nos interpreta.
Sólo soy el eco incesante.
El eco incesante que percute...
ResponderEliminar¿Cómo llevas el verano, amigo?
abrazos
Stalker, qué alegría. Sí, el eco es lo que queda de los viejos o de los nuevos sonidos. Su percusión es más o menos posible en función de las paredes o cavidades que recorra en su ascensión o en su descenso. Como ves, soy posibilista.
ResponderEliminarY creo que el verano me lleva a mi, lost in summer...jaj.