"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 14 de julio de 2011

La calle


…dos pesetas les parece mucho. ¡Qué quieren que les haga! ¿Qué se lo regale? A los pudientes les pido cuatro. Sólo las horas que tengo que hacer entre este portal maloliente y la acera ya lo vale. Admito que con los obreros soy más condescendiente, sobre todo con aquellos a los que se les ve el pelo revoltoso. Sé lo que les cuesta a ellos ganarlo y las temporadas que pasan sin que les contrate nadie. Pero algunos vienen desde hace tiempo, son clientes a los que guardo ya cariño. ¿Cómo podría ahora decirles que no? No son mejor gente ni más limpia los pudientes. Muchos vienen ya ebrios y son muy desagradables. Sí, dejan más, pero a veces prefiero darles nones. Una tiene sus principios. ¿Los estudiantes? O son unos cobardicas o van de chulitos, sólo saben vacilar. Es perder el tiempo con ellos. Y el que viene a probar por primera vez te lleva un tiempo que no merece la pena. En lo que estás con uno de éstos te quedas sin el seguro. Sólo los acepto cuando no hay clientela. Hay un tipo de mediana edad con ademanes muy suaves. Viene de vez en cuando y sólo me mira y si yo le hago un gesto sube conmigo. No le gusta hablar mucho y le he cogido el tranquillo. Creo que porque le hablo también con dulzura. Para mí que es un cura. No sé, hay algo en el olor de su piel, y esas manos siempre tan pulidas. La ropa la lleva normal, como si fuera un oficinista, pero algo descuidada, sobe todo en los dobladillos del pantalón. Y el cuello de la camisa tan descuidado. A veces le tiro de la lengua, pero no entra al quite. Un día me pidió algo más duro; no me sorprendió porque una ya ha visto de todo. Pero no tengo queja. Paga bien y es amable. ¿Qué si no he pensado alguna vez en cazar a un solterón? Claro que pasan por aquí unos cuantos, incluso de los que tienen comercios. Tentada he estado, pero tendría que refinarme más. Y tampoco me gustaría hacerlo sin algo de amor. Pretender a estas alturas de mi edad enamorarme ni me lo imagino. Lo sigo pensando, pero tampoco quiero convertirme en la esclava del hogar de nadie. Aunque con los tiempos que corren sería ir a lo seguro. Conozco a algunas paisanas que lo han hecho. A unas les va mejor, a otras peor. Lo que sí que tengo claro es que esta vida no puede ser para siempre. Que no quiero acabar ni enferma ni tirada. Y nunca me ha atraído un trabajo ordinario, ni tener un patrón. Me gusta sentirme a mi aire. Por no tener no tengo ni chulo y eso les gusta a mis hombres, y hace que sea más atractiva a su mirada. Que sí, que la personalidad engancha tanto como las curvas, y en ese sentido no me va mal. Siempre que no cambien las cosas. Algunos señoritos de derechas andan metiendo miedo sobre cómo van las cosas en el país. Con nosotras no se meten porque nos necesitan. Pero haré una confidencia: en cuanto huelo de lejos a un pringao de esos con ideas de ricos pero sin serlo y que quiere salvarnos a todos le doy esquinazo. No les aguanto…




(Fotografía de Francesc Catalá-Roca)

2 comentarios:

  1. no les aguantamos, Fackel, pero tendremos que aguantarlos,

    ya afilan los cuchillos

    el cordero, en el ara

    ResponderEliminar
  2. stalker, hermano, no sé si podré...me resultan insoportables. Trato de diseñar para mi supervivencia un sistema de vida en que les ignore al máximo. ¿Se te ocurre algún microbiós? No me enseñaron a soportar tanta maldad, y habrá que aprender.

    afilan los cuchillos pero puede que también ellos se corten

    desde luego, este cura no se va a poner voluntariamente en altar alguno para que le troceen

    sobreviviremos

    ResponderEliminar