Fiesta. ¿Qué fiesta? La del hombre mercancía. O la de la mercancía humana. Como se quiera. Lo demás, es exaltación para ilusos. Día del orgullo obrero, se diría ahora. Pero, ¿basta sólo el orgullo?
Mientras las relaciones de trabajo no se modifiquen sustancialmente, el hombre seguirá siendo más objeto que sujeto. Será siempre otro. Será siempre lo que los que controlan la riqueza quieran que sea. Hoy, es más mercancía que nunca. Como productor y como consumidor desaforado. A merced de los dueños del capital y de los vaivenes a los que estos someten al mercado. Además, no hay un solo tipo de trabajadores. No sólo existe la diferencia entre trabajadores de países desarrollados y de los emergentes y del inframundo. Hay toda una escala diferenciada en cada una de nuestras sociedades supuestamente avanzadas. El otrora homo laboral sufre hoy su desdoblamiento más exagerado como homo consumidor. El embarque en toda una serie de objetivos de compra sin fin condicionan a su vez su papel original de productor, lo extorsionan, tal vez lo alienan más. El nivel de consumo marca la propia autocensura obrera. Nadie quiere arriesgarse a cuestionar las actuales relaciones de producción para no perder sus pequeñas o no tan pequeñas satisfacciones de consumo.
Mientras las relaciones de trabajo no se modifiquen sustancialmente, el hombre seguirá siendo más objeto que sujeto. Será siempre otro. Será siempre lo que los que controlan la riqueza quieran que sea. Hoy, es más mercancía que nunca. Como productor y como consumidor desaforado. A merced de los dueños del capital y de los vaivenes a los que estos someten al mercado. Además, no hay un solo tipo de trabajadores. No sólo existe la diferencia entre trabajadores de países desarrollados y de los emergentes y del inframundo. Hay toda una escala diferenciada en cada una de nuestras sociedades supuestamente avanzadas. El otrora homo laboral sufre hoy su desdoblamiento más exagerado como homo consumidor. El embarque en toda una serie de objetivos de compra sin fin condicionan a su vez su papel original de productor, lo extorsionan, tal vez lo alienan más. El nivel de consumo marca la propia autocensura obrera. Nadie quiere arriesgarse a cuestionar las actuales relaciones de producción para no perder sus pequeñas o no tan pequeñas satisfacciones de consumo.
El embarque está servido: el empleado, el obrero, vive más que nunca entre dos aguas, entre dos mundos, entre dos inseguridades, en una permanente esquizofrenia. ¿Conciencia de clase? ¿Qué conciencia? ¿Qué clase? Cuesta tenerlo claro. Y sin embargo, en estos tiempos en que el nivel de consumo nos ha hecho creer que vivimos en el mejor de los mundos (otra cosa es si se compara con los que están peor, pero el argumento falaz no me sirve), sigue existiendo una vena latente en un cuerpo al que no le basta sentirse orgulloso. El orgullo de los de abajo no me satisface. Tal vez, este día festivo, este Uno de Mayo de la ilusión pero no de la posesión efectiva, debería servir para meditar más. No por el día en sí, sino porque las últimas circunstancias mundiales propician informarse, debatir, o simplemente hablar sobre los límites. Los de un ente abstracto al que llamamos sistema, los de unos entes oscuros y muy concretos llamados poderes fácticos y los nuestros, los de los ilusos que queremos dejar de serlo.
Propuesta para hoy: trasladar el mensaje de la revuelta contra la ilusión vana para proponernos tocar el cambio. ¿Soy todavía más iluso?
(Fotografía de Susan Meiselas)
No hay dignidad posible en el trabajo. El discurso moral sobre la redención a partir del trabajo (que además rentabilizan siempre otros, que se lucran del sudor ajeno) ha generado muchos trastornos písquicos y ha truncado muchas vidas.
ResponderEliminarYo me siento esclavo. No dispongo de mi tiempo y para sobrevivir tengo que trabajar casi todos los festivos. Hoy mismo, sin ir más lejos.
Y se siguen trayendo hijos esclavos al mundo. Inconcebible ceguera y perdón por la amargura. La vida es indigna y absurda, tal y como nuestra sociedad la plantea.
Hermano, deja que rubrique yo también esas palabras, que, por cierto, expresan ¿casualmente? mis obsesiones.
ResponderEliminarY sin embargo hay que hacernos sitio en la vida indigna y absurda, por sentirnos, simplemente por sentirnos.
Ahora lo acuciante es que la exclusión laboral no se convierta en exclusión social. Desgraciadamente los poderes públicos no están dando la talla. Las políticas de ayudas a los mismos sectores especulativos que han generado la crisis son un insulto a la misma sociedad que está sufriendo en sus carnes el furor del desempleo.
ResponderEliminarLa economía de mercado ha fracasado. El modelo productivo actual y la sociedad de consumo son insostenibles medioambiental y socialmente. Ha vaciado el territorio de habitantes y creado grandes urbes hiperpobladas donde la alienación laboral solo se mitiga con el consumo compulsivo sin sentido.
Solución: ¿¡En pie, famélica legión!?
Malos tiempos, no sólo para la lírica de la canción aquella. Se han apañado tan bien para tenernos sujetos que veo difícil que la famélica legión se ponga en pie, Aragonia. Haría falta mucha más hambre, occidental me refiero,y no sólo de alimentos para lograr un pequeño movimiento. Y siempre encontrarían algo para meter el miedo en los cuerpos y las mentes. Cuando los valores escasean, el miedo anestesia cualquier atisbo de conciencia.
ResponderEliminarSomos una especie dañina hasta para los de la misma especie. Pero
todo acaba volviendo a su lugar con más o menos tiempo.Mientras tanto, como dice Fackel, hay que hacerse sitio en esta vida absurda e indigna y procurar mejorar en lo posible nuestro ámbito de actuación.
Claro, Lagave, y me recuerdas la cita de Hobbes del hombre es un lobo, etc. Nada nuevo bajo el sol. Ahora mismo vamos a vivir fases de gran enfrentamiento entre humanos. Para asegurar trabajo para los que llegaron antes en este y otros países vamos a echar a los que acaba de llegar ¡porque nos interesaba que vinieran! Las empresas deslocalizan aquí sus ubicaciones ¡porque es más barata la mano de obra en el Este europeo o en el Norte de África! Pero ¿nadie se acuerda ya que el desarrollismo español fue por la misma razón?
ResponderEliminarYo también dudo de los famélicos que no lo son y de los que son (el lumpen siempre apoya a los poderosos) Pero conservo esperanzas. Sin embargo, estoy de acuerdo con tus razonamientos. Demasiada integración egoísta. ¿Habremos vendido la primogenitura por el plato de lentejas y las hipotecas?
Buen día luminoso.
Completamente de acuerdo con usted lagave. Tan sólo que el tiempo que tengamos que esperar para que todo vuelva a la cordura es demasiado largo, posiblemente de unos cientos o miles de años. O quizás la extinción nos ponga antes en el lugar que nos estamos ganando a pulso.
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