
quiero que escuches un poema, me dice; ayer te recité un par de versos que me llamaban la atención especialmente; pero el resto del poema no tiene pérdida; hay algo en él que conecta con una mentalidad que cultivaba hace años, ¿como diría yo?, un discurso más solidario o más cooperador o más atento al exterior sufriente o más cristiano, no sé; ¿te sorprende este lenguaje a estas alturas?, me dice acaso por mirarle con cierta perplejidad, yo que no le conozco de toda la vida y que en ocasiones resulta un manantial incesante de novedades para mí; con esto no estoy diciendo que sean propiedad de la religión las buenas voluntades, por supuesto que no, matiza; este poema me sitúa de nuevo ante el dilema de si el sentimiento por el dolor ajeno expresado y expreso es presencia cultural de alguna de las religiones del Libro o una manifestación anterior; las religiones, que han manipulado casi todo, han intervenido sobre la conciencia del ser y atrapado el sentimiento del individuo; pero imagino que la herida de la vida destacó desde el origen en los clanes y las tribus un instinto de apoyo mutuo; naturalmente, sospecho que no por ideología, apenas esbozada o siquiera muy primaria, sino por la conciencia de que la propia supervivencia individual no era posible sin el respaldo y la cooperación de más individuos; ¿te das cuenta?, en el fondo de todo siempre está el uno; el hombre único que apenas es nada frente a la totalidad pero lo es todo para sí mismo; y ese instinto de apoyo mutuo, de la necesidad de salir adelante, se manifiesta continuadamente; no basta con que los que viven mejoradamente tengan un cierto grado de identificación formal con los que sufren, sobre todo porque es aparente; no hay identificación con el sufrimiento si no se padece; porque sin ese otro elemento que la cultura ha ido desarrollando y que algunos llaman concepto de la justicia nada tiene valor; y esa idea, esa necesidad, esa exigencia clamorosa de llevar a efecto la justicia nos remite a nuestros límites y al problema universal; por eso quiero que escuches este poema entero de Mahmud Darwix, al que titula
Piensa en los otros; y el poema, que hace pensar, que te revuelve los hígados desde su amable sencillez, dice:
Tú que te haces el desayuno, piensa en los otros
(no olvides alimentar a las palomas)
Tú que te enzarzas en tus batallas, piensa en los otros
(no olvides a los que piden paz)
Tú que pagas la factura del agua, piensa en los otros
(los que maman de las nubes)
Tú que vuelves a casa, a tu casa, piensa en los otros
(no olvides al pueblo de los campamentos)
Tú que te duermes contando estrellas, piensa en los otros
(hay quien no halla dónde dormir)
Tú que te liberas con las metáforas, piensa en los otros
(los que han perdido el derecho a la palabra)
Tú que piensas en los otros lejanos, piensa en ti
(di: Ojala fuese vela en la oscuridad)
(Imagen del ceramista y pintor Íñigo Dueñas)