tiene un sentimiento contradictorio sobre las hormigas; le simpatizan porque se acuerda de aquellas exploraciones infantiles sobre ellas; más tarde, cuando lo de la fábula de la cigarra, empezó a sentir tirria hacia la imagen de las hormigas; ya se sabe con qué objeto se inventaron las fábulas, como en otro tiempo se hiciera con las parábolas; fórmulas de adoctrinamiento, piensa; métodos de integración, no duda; él mismo los ha seguido, cuestiones de supervivencia, de no escape, de aferrarse a un comportamiento de conjunto para que no te aplaste el conjunto; ¿o al final sucede lo contrario?; pero ese mundo tan metódico y programado empezó a horrorizarle hace tiempo; no, no resta un ápice su admiración por las hormigas; mundus formicae, declina, mundus formicae est, asevera desde la tarima y la pizarra de su pensamiento; pero ese traslado de la imagen de ese mundo al hábitat del humano le rebela; vuelve a pensárselo: ¿y si resulta que precisamente ese ordenamiento riguroso y sumiso de las hormigas humanas es la causa del cataclismo?; piensa en lo que dice la canción de Brassens: porque en el mundo pues no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado; encoje el entrecejo ante la fila india; tuerce los morros ante el acatamiento; aprieta los puños ante la entrega incondicional; tal vez el abanderado vaya disfrazado de ejecutivo jovial y camelador; pero ¿cuántos disfraces más guarda en su armario el abanderado de turno?; escupe sobre la acera y coge una calle en dirección contraria, por donde no vaya gente; como un símbolo ¿inútil?
The California Job-Killer That Wasn’t
Hace 33 minutos
http://youtu.be/PM23eviKGX4
ResponderEliminarBeso
Siempre tan oportuna, Emejota. Thanks.
ResponderEliminar