martes, 1 de noviembre de 2011
recordando a Tadeusz Kantor
“En 1971 vivía en un pueblecito de la costa que tenía pequeñas casitas y un colegio con el aspecto más pobre de todos los colegios posibles -estaba abandonado y vacío y sólo contaba con una clase-. Podía mirar a través de los cristales sucios de las dos ventanas, ventanas miserables. Pegué la cara a la ventana y miré dentro de mi propia mente. En mi memoria trastornada era un niño pequeño otra vez sentado en una pobre clase de pueblo. Su pupitre estaba rayado con marcas de cuchillos y mojaba sus dedos llenos de tinta para pasar la página de la cuartilla. El tanto frotar había hecho que los granos del suelo de madera fueran visibles. La clase tenía paredes blanqueadas y en la parte de abajo se desprendía la cal. Había una cruz negra en la pared. Hoy sé que hice un descubrimiento importante junto a esa ventana: me di cuenta de la existencia de la memoria".
Tadeusz Kantor
La superficie de los rituales, ¿qué oculta o qué preserva en los individuos? Es una pregunta que no cesa de hacer a lo largo del tiempo. ¿Hay algo más por debajo, por detrás o en medio de las señales de compromiso y de las palabras huecas? En la medida en que los rituales han sido empañados, absorbidos y desvirtuados por la comercialización y la publicidad, mira a los individuos que le rodean, pero no les pregunta. Para qué. Nadie va a responderle, salvo aquello convencional. Y todos van a cumplir, sea la fecha que sea, como autómatas. Él no se ha movido hoy. Hace años que el ritual no va con él. Por lo tanto no ha comprado flores, no ha pisado un cementerio, no ha tenido un pensamiento especial o diferente -que no tenga en cualquier momento- con quienes le han precedido en el signo de la nada.
Pero Tadeusz Kantor le ha despertado del letargo del día festivo. Hace tantos años que vio La clase muerta que, aunque no recuerda con demasiada precisión, no olvida que trataba sobre el recuerdo y la muerte. Unos cuantos personajes viejos, pero viejos-muertos, hacían que volvían a la escuela y eran acompañados por sus propios espectros: ellos mismos de niños, representados en la escena por muñecos que llevaban encima, a sus espaldas, muñecos-niño versus escolares-viejos y muertos. Tal parecía que la encarnación del espectro fuera lo otro, lo pasado, esos niños o memoria de sí como niños, que se reencarnaba en los escolares-viejos formando una unidad. No había distancia entre tiempos ni entre vida y muerte. La paradoja estaba allí: los ancianos representaban los comportamientos y el recuerdo de su infancia escolar, pero la infancia estaba muerta y ellos lo estaban también. Y todo el argumento se desarrollaba con escenas de aprendizajes, memorizaciones, actitudes del maestro y comportamiento de alumnos. ¿Representaban los ancianos lo que habían aprendido, no tanto las lecciones de las clases, como la intensidad de lo vivido?
¿Pretendía Kantor hablar solo de la muerte en abstracto o como hecho determinante? ¿O como la muerte en vida, en que a medida que pasa el tiempo el pasado no es y se va teniendo la sensación de que lo aprendido, o al menos la memoria de lo aprendido, radica allá atrás y ya empiezas a estar muerto si no sientes en cada nueva circunstancia que vives el calado y la emoción que sentíamos de niños? No cesa de preguntarse si ésta es la verdadera reflexión, o al menos un camino posible y más correcto hacia una respuesta coherente. Debe ser por esa razón por la que los rituales religiosos y socialmente admitidos los encuentra francamente inútiles y vacíos de contenido.
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He tomado algunos vídeos que al menos parcialmente dan una idea de la obra. Es probable que existan más partes en youtube, pero la interpretación, la ambientación y el desarrollo del tema se advierte bastante bien. Además es un lujo la aparición de Kantor como actor/director incorporado a la obra.
ResponderEliminarHe visto varias de las obras de teatro de Tadeusz Kantor:
ResponderEliminarLa clase muerta
Wielopole, Wielopole
Que revienten los artistas
Jamás volveré aquí.
Algunas las he visto más de una vez
Desde luego no pueden dejar indiferente a nadie. Yo guardo recuerdos muy plásticos de muchas escenas de las que vi. Sin duda, no puede dejar indiferenta a nadie.
Para mí fue todo un descubrimiento y disfruté mucho. Da mucho que pensar.
Saludos
Túconmigo. Pues qué envidia me das, verlas en directo es una maravilla. Además es el teatro que a mí me gusta. Recuerdo "La boda de los pequeños burgueses" o "El círculo de tiza..." de Brecht. O la versión de "Informe para una Academia" interpretada en exclusiva por Gómez...Además de esta de Kantor. Bueno, son obras que te marcan. Y eso cada uno sabe.
ResponderEliminarPor cierto, ¿tienes idea si hay vídeos de la obra completa de las que citas?
Naturalmente que da mucho que pensar. No sólo por el fondo filosófico que tenga una obra así, sino por la manera, por el lenguajes escénico, por el conjunto de exposición. Es como estar en otro mundo.
Te he escrito un largo comentario, pero me ha dado un error, dime si te ha llegado o no. Gracias
ResponderEliminarAquío tienes un enlace a la obra "Wielopole, Wielopole", completa. Y desde allí podrás ver muchos enlaces a pequeños fragmentos.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=aRl1MhIZNjU&feature=related
Por cierto, estoy escribiendo una entrada sobre Tadeusz Kantor, porque me he evocado muchos recuerdo y porque siempre le he admirado. Estaba pensando poner un enlace a tu blog y a esta entrada, siempre con tu permiso, claro!
¿Me das tu permiso?
Saludos y gracias.
Por si no lo sabes ya te lo confirmo que el concepto de muerte, mortalidad, mortal anida en mi mente desde el momento que esta se desarrolló lo suficiente como para descubrir el sentido de la palabra final.
ResponderEliminarTodos los ancianos con ciertas inquietudes durante su vida tenemos parecidas actitudes. Lo vengo comprobando desde siempre, mi padre era un anciano que me engendró y murió anciano en mis brazos, el me fué indicando posibles direcciones, yo, supuestamente, hice mis elecciones. Con el paso del tiempo acabé descubriendo lo que me correspondía. Ahora ya se que estoy muerta en muchos sentidos, que la niña respingona sigue respingando. A veces resulta un verdadero placer, otras veces la indiferencia me muestra las ventajas del nihilismo. En cualquier caso, me seguiré adaptando a la parcela de vida que me corresponde vivir, si es que me corresponde. Las referencias exteriores ha tiempo que se emborronaron. Es lo que queda de mi universo. Beso.
Túconmigo. Como ves, no me ha llegado ningún largo comentario, sólo tu referencia a Wielopole, qué pena.
ResponderEliminarPor todas las divinidades mesopotámicas, Túconm, puede enlazar lo que quieras, pues no faltaría más. Gracias a ti.
ResponderEliminarBueno, Emejota, no te voy a contradecir, por supuesto. Para el que nace los que le han parido ya son ancianos, o poco menos. Y el proceso de seguir viviendo lleva implícito un desgaste celular y neuronal considerable. Nada nuevo. La cuestión es no hacer drama de nada en la vida, independientemente de nuestros momentos flacos. Pero rebaja el tono que, si no, algunos ya estarán pensando en llevarte flores. Pero ratifico casi todo lo que dices sobre tu experiencia vital. Solo que yo sigo siendo un posibilista que no renuncia y no me agobia de una manera cruel el transcurso del tiempo, salvo cuando el cuerpo da alguna señal inequívoca, jaj.
ResponderEliminarCuidarse, cuidémonos, pues.
Ja,ja, nadie vendrá a treaerme flores a una tumba porque esta no existirá, con un poco de suerte mis huesos descansarán sobre una tabla de prácticas en cualquier facultad de medicina, la misma suerte que la de los cuerpos de los indigentes ignorados que mueren en la calle.
ResponderEliminarPero sí bien cierto, ahí radica nuestra principal divergencia. Beso.
Emejota, se ve que tienes una fe en la ciencia a prueba de todo. No creas, alguna vez lo he pensado yo también. Pero es de ese tipo de cosas, o decisiones, que vas dejando, dejando...como si no te fueras a morir.
ResponderEliminarPor cierto, los cadáveres, además de servir a los aprendices de curaloquesean han servido históricamente de modelo a los dibujantes de anatomía, a los pintores curtidos, a los escultores barrocos, por citar ejemplos...
Una buena obra, hermana.