domingo, 30 de octubre de 2011
estación término
yo sueño -
¿por qué sueño con tanta frecuencia con penetrar en lo imposible?
¿quizá porque mi sangre es igual al sueño o quizá
porque yo sea la muerte?
Adonis. Singulares.
muere, muérete en mí, se lo dice al oído, quedamente, mientras él evita moverse, ella abrazándose como puede a su espalda, apretada, cubiertos los dos por una manta que huele a sudores, lo hacen imperceptiblemente, hay mucha gente allí, todo su hacer es lento, disimulado, no pueden producir ruido, no deben ser descubiertos, aprovechan los movimientos de los demás cuerpos, los roces inevitables de otras ropas, cualquier arranque de una tos aguda viene bien, o los ronquidos, o algún lamento perdido en medio de la noche, cualquier sonido les favorece, sobre todo el traqueteo del tren cuando cambia de vías, entonces varían de posición, les sirve para hendir más sus cuerpos, para agarrarse a cualquier palmo de la piel, no bajan la guardia sino que afinan el cuidado, jamás ni uno ni otro se había entregado a nadie con esa mezcla de tiento e intensidad, como si interpretaran un acorde delicado que en tono bajo gana en receptividad, no se había dado la circunstancia, de vez en cuando fingen cambios de postura del sueño, no deben producirse jadeos, la mujer le tapa con los cabellos, nadie debe darse cuenta, le oculta, él ahoga sus jadeos en el cuello de ella, mientras la sujeta la cadera, mientras la levanta a hurtadillas, levemente, a la mujer le cuesta contener la palpitación que le sofoca, pone la boca sobre la cabeza del hombre, se esfuerza en resistirse al desvanecimiento, la mujer le hace desaparecer, como si le engullera con su cuerpo, como si entre ella y la manta hubiera un niño que se esconde, o un sueño, o una figura imprecisa, siente que él se disuelve, que sus contracciones contra la pelvis de ella la agitan más, teme la respuesta convulsa del hombre, y a la vez la anhela, soporta la quemazón de la boca del hombre, el afán de éste por no delatarse, ellos allí, en medio de tantos infelices, nur eine kurze Reise werden, les han dicho al partir, sólo va a ser un corto viaje, y ella no quiere que sea un viaje breve, no quiere llegar a ningún lado, ellos no quieren considerarse como los demás, su manera de amarse es también el modo en que rechazan aquello, y niegan el viaje en sí, que es también el frío, la masa de animales humanos extraídos de sus barrios, de sus aldeas, todos amontonándose en el vagón, el miasma que vuelve irrespirable un espacio, los lamentos, la inquietud, el desasosiego, las frases inconexas de los primeros enloquecidos, y el silencio terrible que a ratos les anula a todos, ellos abrazados cautamente, sin apenas saber cómo son sus rostros salvo por el tacto, sospechan del viaje lo que ignoran la mayoría, se diluyen el uno en el otro como una forma de huída, la única posibilidad de supervivencia, haciendo de sus cuerpos su propia estación término, un regate al destino
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Las líneas paralelas, sin mayúsculas que rompan la cadencia, son como una recreación de las vías de arriba. El sonido del tren avanzando, acaso entrando en un túnel, le viene muy bien al poema (porque es poema): le da ese ritmo insistente, como dijo Serge Gainsburg, de ir y venir entre tus riñones... A veces el erotismo es bestia, sudoroso, animal. Y se parece a un viaje en tren en un vagón de tercera, no necesariamente breve.
ResponderEliminarSe aferran a la vida antes de que todo les sea arrebatado.
ResponderEliminarDeberíamos vivir así, hundidos en la experiencia, porque la muerte está siempre ahí, esa es la estación término, pero lo olvidamos...siempre están los talvez,los acaso, las míseras esperanzas que nos hacen olvidar
Te escucho, Ramón. Aunque pienso que es algo más. Incluso en un vagón de ganado, camino del fin, como un pulso a la soledad definitiva. Dos barbaries van a darse la mano, o una va a excluir a la otra. Dos planos, dos tiempos. Una es consoladora, la otra implacable. Los personajes tienen conciencia de ello. No pueden hacer otra cosa en el borde.
ResponderEliminarBuen lunes de asueto (supongo)
Así es, Rat. Se aferran a una supervivencia imposible, creando un espacio, prolongando el viaje, deseando que no sea breve para que la posibilidad de vivir se mantenga. Hacen del amor oportunidad, calor, comunicación, sentidos...todo lo que les va a ser arrebatado. Lo que les fue arrebatado. La vida tiene rostro de muerte, se asoma a ella cada día, pero no desde el accidente sino desde nuestra íntima sustancia.
ResponderEliminarUnrelato desesperante y desesperanzado antes de llegar a la cámara de gas, eso me ha transmitido. Como agarrarse a la vida por última vez.
ResponderEliminarSe han convertido en hormonas deseosas de supervivencia, en contradicción con sus mentes. En vida, un canto agónico a la vida, al fin y al cabo. Beso.
ResponderEliminarIsabel, ¿a que duele esa percepción? Y a que vacía nuestro interior, ¿eh? Te diré que siempre he pensado mucho en aquel capítulo de la historia, en lo que sentirían cuando les atacaban primero, les sacaban de sus casas y ciudades después, les conducían al destino inexorable más tarde...Muchos no se lo creían, les costaba aceptarlo. Porque además bastantes de aquella gente eran ciudadanos alemanes o de países de su influencia desde hacía generaciones y siglos. Los bárbaros machacaron a la etnia y a la ciudadanía. ¿Por qué se seguirá persiguiendo el concepto más logrado por la humanidad, el de ciudadanía? Preguntas para un futuro próximo.
ResponderEliminarEmejota, de acuerdo, relativo, en lo que dices que se han convertido. Buena metáfora. Pero no veo contradicción con sus mentes. Las hormonas y la mente van de la manita. Hay quien puede pensar que una situación así no pudo darse. Yo, sin embargo, intuyo que tuvo que darse más de una situación como ésa. Bien entre parejas que iban al matadero o entre gente que de pronto se conoció y se necesitaron. El amor crece en los territorios más inhóspitos de la condición humana. Y hasta en los más intincados y complejos. Tal vez sea la señal que nos salva. Más allá de la acción hormonal.
ResponderEliminarPor supuesto, fíjate hoy mismo ha tenido lugar un acto de amor hermosísimo en mi vida. Amor es una palabra con aspiraciones de infinitud. Beso.
ResponderEliminarEmejota, pues me alegro por ti. No creo que sea el único concepto con aspiraciones de infinitud (no es por llevarte la contra) Conocer, saber (en la medida de lo posible)es otra de esas aspiraciones ad infinitum, por ejemplo.
ResponderEliminarBuen día.
El amor y la muerte siempre están unidos, pero en este relato-poema tuyo has puesto de manifiesto esa unión no como símbolo, sino como realidad. Sobrecogedor tu relato-poema. ¿Es siempre la vida así? Para reflexionar hondamente.
ResponderEliminarAna. No sé si siempre es así. La vida es posibilidad, también ligereza, también gravedad, también hundimiento, también resurrección. Lo que le toque a cada individualidad. No me atrevo a generalizar sobre la vida. Y la reflexión es continua, claro.
ResponderEliminarSí, la descripción que hago vincula a las muertes. Hay varios tipos de muertes. La que lleva M mayúscula sólo habla a los vivos que quedan. Pero aquí hay algo de la rebelión de la vida frente a lo inexorable a través del acto de amarse dos individuos. Dos seres que hacen de eros/tánatos una realidad, aunque sea efímera. Qué cosa.
Gracias.
El amor exorciza a la muerte. El sexo humaniza los momentos de extremo dolor y miedo. No sé si en aquellos trenes sucedieron estas cosas o no, pero... podría ser...
ResponderEliminarUn regate efímero a la barbarie, sucedieron cosas peores, el amor frágil porque no dura, el amor fuerte porque alivia el destino que espera, el amor inocente porque no quiere ser manchado por la sangre, el amor imposible porque nada hay más terrible que unos hombres impidan a otros la posibilidad de amar y ser amados.
EliminarGracias por leer.
Vuelvo a este texto tuyo sobrecogedor. Me pregunto. ¿Qué sucede para que los seres humanos perdamos el norte y nos adentremos en la barbarie de las guerras, los genocidios, masacres...
ResponderEliminarY no encuentro la respuesta. ¿Dónde equivocamos el rumbo? Yo no lo sé...
Pero... me gustaría saberlo...
Porque también somos la muerte, por eso, no hay que darle más vueltas. Es parte del rumbo.
ResponderEliminarMe dan ganas de recuperarlo, tras tantos años yo también me he sorprendido.
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