yo sueño -
¿por qué sueño con tanta frecuencia con penetrar en lo imposible?
¿quizá porque mi sangre es igual al sueño o quizá
porque yo sea la muerte?
Adonis. Singulares.
muere, muérete en mí, se lo dice al oído, quedamente, mientras él evita moverse, ella abrazándose como puede a su espalda, apretada, cubiertos los dos por una manta que huele a sudores, lo hacen imperceptiblemente, hay mucha gente allí, todo su hacer es lento, disimulado, no pueden producir ruido, no deben ser descubiertos, aprovechan los movimientos de los demás cuerpos, los roces inevitables de otras ropas, cualquier arranque de una tos aguda viene bien, o los ronquidos, o algún lamento perdido en medio de la noche, cualquier sonido les favorece, sobre todo el traqueteo del tren cuando cambia de vías, entonces varían de posición, les sirve para hendir más sus cuerpos, para agarrarse a cualquier palmo de la piel, no bajan la guardia sino que afinan el cuidado, jamás ni uno ni otro se había entregado a nadie con esa mezcla de tiento e intensidad, como si interpretaran un acorde delicado que en tono bajo gana en receptividad, no se había dado la circunstancia, de vez en cuando fingen cambios de postura del sueño, no deben producirse jadeos, la mujer le tapa con los cabellos, nadie debe darse cuenta, le oculta, él ahoga sus jadeos en el cuello de ella, mientras la sujeta la cadera, mientras la levanta a hurtadillas, levemente, a la mujer le cuesta contener la palpitación que le sofoca, pone la boca sobre la cabeza del hombre, se esfuerza en resistirse al desvanecimiento, la mujer le hace desaparecer, como si le engullera con su cuerpo, como si entre ella y la manta hubiera un niño que se esconde, o un sueño, o una figura imprecisa, siente que él se disuelve, que sus contracciones contra la pelvis de ella la agitan más, teme la respuesta convulsa del hombre, y a la vez la anhela, soporta la quemazón de la boca del hombre, el afán de éste por no delatarse, ellos allí, en medio de tantos infelices, nur eine kurze Reise werden, les han dicho al partir, sólo va a ser un corto viaje, y ella no quiere que sea un viaje breve, no quiere llegar a ningún lado, ellos no quieren considerarse como los demás, su manera de amarse es también el modo en que rechazan aquello, y niegan el viaje en sí, que es también el frío, la masa de animales humanos extraídos de sus barrios, de sus aldeas, todos amontonándose en el vagón, el miasma que vuelve irrespirable un espacio, los lamentos, la inquietud, el desasosiego, las frases inconexas de los primeros enloquecidos, y el silencio terrible que a ratos les anula a todos, ellos abrazados cautamente, sin apenas saber cómo son sus rostros salvo por el tacto, sospechan del viaje lo que ignoran la mayoría, se diluyen el uno en el otro como una forma de huída, la única posibilidad de supervivencia, haciendo de sus cuerpos su propia estación término, un regate al destino