
Cada día que transcurre lo hace entre dos luces.
Lo que te cuentan y lo que te crees.
Tienes derecho a la memoria y a no acabar desmemoriado.
Tienes derecho a ti mismo aunque intenten que seas otro.
Tienes derecho a no dejarte abducir por las tradiciones que acaso siempre fueron traiciones. Tienes derecho a que el ruido de lo catódico y a punto digital no te ensordezca.
Tienes derecho a que nadie llegue al fondo de ti.
Tienes derecho a permitir que quien tú desees llegue a saber lo más íntimo de ti.
Tienes derecho a que lo que vas sabiendo en esta vida lo digieras tú en libertad.
Tienes derecho a negar a los bárbaros.
Tienes derecho a no cumplir lo que te ordenan.
Tienes derecho a callar para que otros no malinterpreten.
Tienes derecho a ignorar la ignorancia.
Tienes derecho a transmitir emociones y dejarte regir por ellas.
Tienes derecho a que lo que te ofrecen como nuevo puedas rechazar por falsario.
Tienes derecho a comprobar tú que es lo nuevo.
Tienes derecho a preservar la amistad, sin confundirla con la convención.
Tienes derecho a descubrir la palabra que te explica.
Tienes derecho a pronunciar la palabra acogedora.
Tienes derecho a que las palabras sean plurales, porque de lo contrario serían mudas.
Tienes derecho a que las palabras sean abiertas, porque si no serían escupitajos.
Tienes derecho a creer en la naturaleza, incluida la naturaleza de las cosas.
Tienes derecho a transgredir la mentira.
Tienes derecho al amor, sea cual sea su representación.
Tienes derecho a la duda, que renueva los ciclos cotidianos.
Tienes derecho a la imaginación, base de la supervivencia.
Tienes derecho al fin, como lo tuviste al origen.

Entonces, echas mano de León Felipe, el poeta zamorano, olvidado por tantos, obligado a exiliarse de España por los bárbaros de casa, pero cuyas palabras que tú descubriste allá atrás te siguen pareciendo exactas y clarividentes:
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.