decimos silencio, y es el silencio, con su dudosa imagen, la que no posee, la que acecha pero se desaloja antes de advertirla, la que ha disuelto el eco en vaho, porque el silencio no tiene cara ni configuración ni anatomía, es como el vacío, donde se pierde la forma, el ser, la esperanza, y buscar rostro al vacío, como al silencio, es inutilidad, una torpeza, una pérdida de tiempo, un no llevar a ninguna parte, y sí que pueden volar en parábolas concéntricas las imágenes, sí que pueden tratar de atravesar ese espacio desértico entre lo que hubo y lo que creímos percibir, pero eso es memoria, una instancia desigual, sospechosa, un archivo que sólo late y ruge cuando se abren en canal sus entrañas, una sangría que hace enmudecer en cuanto nos impregna, eso es como renunciar, como vivir la imposibilidad del tiempo ya vivido, por eso recuerdos y nostalgia se aderezan y se nutren mutuamente, como una envolvente complicidad que asfixia, pero el tiempo del silencio, como el instante del vacío, no recuerda, no existen propiedades que nos hablen de su maleabilidad, de su consistencia, de su perdurabilidad, y ambos, vacío y silencio, se entrampan con la ausencia, se ratifican en las ausencias, se echan pulsos del que no saldrá triunfador alguno, porque su juego no lo es, porque nada hay palpable en esos territorios que se fugan de la ansiedad, de lo que no se entiende, de lo que no se alcanza, y la nada humedece con una extraña fertilidad el silencio, y la nada recubre de una densa oscuridad el vacío, y pueden sucederse extrañas presencias, pueden rondar espectrales presencias, sólo signos, sólo sombras, sólo azares cuya velocidad no es detectada, cuya tentación apenas nos roza, y la nada nos aleja de lo palpable, y no sabemos estar, y permanecemos como ausencias, aquellas corporeidades inmóviles que alguna vez se fijaban junto a una balaustrada o por los jardines o por los salones del castillo, permanecemos como figurantes de una escena que se copia de otra escena, la nada reproduce nuestra inmovilidad, mientras añoramos el silencio, mientras nos hundimos más y más en los vacíos
Sonrío mientras te leo.
ResponderEliminarTambién soy una figurante pero si me saco el corazón, tiembla.
Stalker debería leer esto. No es para leer. Es un corredor por donde avanzar, a la luz de una vela, a la madrugada, con una camisa blanca con marcas de polvo. Y descalzo.
Pájaro. Me alegro si al leerlo no has temido, jaj. Tampoco hay nada que temer. Es escucharse. Pero está bien que pongas una imagen un tanto onírica al acompañamiento textual. Yo era más implícito y ahí me quedaba.
ResponderEliminarAh, pues dile a Stalker que lo lea. Ya veo que le conoces y acaso le distingues.
Buen viernes.