Quien apoye, vote o promueva esta ley (la del aborto) está en pecado mortal público y no puede ser admitido a la sagrada comunión. Antonio Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal Española. Leído en la edición de EL PAÍS de hoy.
¿Qué tipo de lenguaje es éste? ¿Dónde vive y en nombre de quién habla quien pronuncia estas palabras lejanas, extraterrestres, amenazantes e increíbles a estas alturas de la historia? A uno, a muchos, durante varias generaciones, los clérigos nos hicieron crecer en el miedo a la vida. Nos hicieron temer la vida. Ellos, que tanto hablan del respeto a la misma, nos mortificaron ofreciéndonos un panorama de sufrimiento, de resignación y de salvación sólo posible fuera de la vida presente. Nos inocularon el complejo de culpabilidad más hiriente que imaginarse pueda. Pero eso fue hace mucho, tanto que ya ni nos acordamos si no fuera por los exabruptos que gustan de practicar con frecuencia, y más cuando hay un gobierno en el Estado que aunque demasiado suave con ellos, no le consideran de su agrado. Simplemente, por la financiación que aún se les procura a cargo del erario público y por el Concordato deberían mostrarse más agradecidos. Pero no; son montaraces.
A su doctrina ideológicopolítica se le puede aplicar el modo hegeliano.
Tesis. La perspectiva del sufrimiento no hacía falta que la señalaran. El curso de la existencia se les muestra a los humanos, en mayor o menor medida, con diversos rostros, algunos más duros, otros más livianos, y algunos hasta acumulados. No era necesario que la señalaran tanto. Pero tenían que hacerlo para posteriormente justificar el siguiente paso.
Antítesis. Puesto que no hay manera, según ellos, de librarse de los sufrimientos, penalidades, frustraciones, miserias y desgracias múltiples, cotidianas u ocasionales, -intentar hacerlas frente con medios, recursos y valor generados hic et hoc por el ser humano que pretende ejercer su libertad es ya caer en el pecado- sólo es posible la resignación, el aguante y la consolación, orientados y dirigidos, eso sí, por la categórica, preceptiva e infalible consideración de los pastores morales (entiéndase ideología por moral, o la ética en el sentido de moral ideológica) De hecho a mi sólo se me ocurre que esta guía es simplemente artera.
Síntesis. La alternativa a la vida difícil y negativa no está en manos de los hombres, según ellos, por lo que la salida final sólo se encuentra en la no salida. En inventarse y creer a pies juntillas en una cosa extraña denominada salvación pero que se daría fuera ya de la existencia. Todo muy trenzado y dogmático. Y el cuento neohegeliano, versión católica, se acabó, como en el cartoon.
Después de escribir esto caigo en que se trata por mi parte de un simple desahogo. Que no debería ocuparme lo más mínimo por atender las palabras -aunque sus hechos sí me preocupan, por sus intentos constantes de obstaculizar el desarrollo de las leyes de un Estado laico- de una secta y unos clanes que viven al margen de la sociedad y de su evolución. Que no debería prestar atención a quienes jamás querrán sentirse ciudadanos -y menos libres- de una sociedad y de sus formas de regularla, porque ellos viven en su especial e interesado Reino ¿de bondad, de justicia, de amor...como preconizan cual falsarios? Que la gente quiere sentirse civil y librepensadora, y desea ser cada vez menos tutelada por cualquier entidad que trate de seguir sometiéndola bajo fines espurios (hay también formas laicas modernas y consumistas de intentarlo, pero es otro tema)
Recuerdo que en mi infancia las palabras pecador, pagano, hereje, apóstata o simplemente transgresor resultaban lacerantes. Eran arrojadas incendiariamente por los clérigos. Pero mientras ellos se regodeaban en el concepto pecador y lo salvaguardaban, porque implicaba entrar de lleno en el proceso hegeliano ya descrito, ser hereje, pagano, transgresor o apóstata significaba estar ya fuera de su control. Por cierto, sobre estos ejercieron violencias mil desde los primeros tiempos del cristianismo. Y no te cuento cuando mandaban con mucho poder en los estados y reinos europeos. Los individuos que incurrían en ese mundo de tinieblas exteriores tenían verdadero valor y amor a la vida, al pensamiento y al concepto de libertad. Aquí mi homenaje y mi reconocimiento a los disidentes.
Pues bien. Uno ya transgredió sus leyes y doctrinas hace mucho tiempo, simplemente al empezar a dudar. Uno ya devino hereje por causa de pensar por sí mismo. Ya sólo le queda a uno cumplir un objetivo sin el cual podría vivir con la misma comodidad, y es apostatar oficiosamente. De ellos, que les gusta oficiar tanto las cosas de su concepto de la vida con sus ceremonias, ritos y liturgias me queda, miren ustedes, una pizca. Y es ejercitar un ritual. Presentarme un día de estos en el Arzobispado oportuno para decirles que oficialmente me den de baja de la lista. Porque en mi fuero interno ya lo hice con plena y total felicidad en su momento. Pero quiero que ellos no manejen sus cifras con un nombre más. A través de mi familia ellos secuestraron mi nombre y mi honra, adjudicándome una adscripción que yo no podía elegir, por razones obvias. Hoy quiero negársela, que no trafiquen ni ideológica ni comercialmente en y con mi nombre.
Recuerdo que en mi infancia las palabras pecador, pagano, hereje, apóstata o simplemente transgresor resultaban lacerantes. Eran arrojadas incendiariamente por los clérigos. Pero mientras ellos se regodeaban en el concepto pecador y lo salvaguardaban, porque implicaba entrar de lleno en el proceso hegeliano ya descrito, ser hereje, pagano, transgresor o apóstata significaba estar ya fuera de su control. Por cierto, sobre estos ejercieron violencias mil desde los primeros tiempos del cristianismo. Y no te cuento cuando mandaban con mucho poder en los estados y reinos europeos. Los individuos que incurrían en ese mundo de tinieblas exteriores tenían verdadero valor y amor a la vida, al pensamiento y al concepto de libertad. Aquí mi homenaje y mi reconocimiento a los disidentes.
Pues bien. Uno ya transgredió sus leyes y doctrinas hace mucho tiempo, simplemente al empezar a dudar. Uno ya devino hereje por causa de pensar por sí mismo. Ya sólo le queda a uno cumplir un objetivo sin el cual podría vivir con la misma comodidad, y es apostatar oficiosamente. De ellos, que les gusta oficiar tanto las cosas de su concepto de la vida con sus ceremonias, ritos y liturgias me queda, miren ustedes, una pizca. Y es ejercitar un ritual. Presentarme un día de estos en el Arzobispado oportuno para decirles que oficialmente me den de baja de la lista. Porque en mi fuero interno ya lo hice con plena y total felicidad en su momento. Pero quiero que ellos no manejen sus cifras con un nombre más. A través de mi familia ellos secuestraron mi nombre y mi honra, adjudicándome una adscripción que yo no podía elegir, por razones obvias. Hoy quiero negársela, que no trafiquen ni ideológica ni comercialmente en y con mi nombre.
Con la Iglesia hemos topado.
ResponderEliminarwww.apostasia.es/
Y vaya con Dios.
Aragonía me ha quitado la palabra
ResponderEliminar-en este caso la web- de la boca...
En mi caso la sagrada comunión tuvo efectos adversos, pillé el sarampión el mismo día de mi primera comunión...
Un saludo
Tomo nota, Aragonía. Como ves, el tal Martínez Camino, como siempre, haciendo amigos.
ResponderEliminarEso. Adiós.
Vaya, Rat, respiras. Lo que cuentas de tu experiencia revela clarísimamente una alergia a la materia religiosa que debes vigilar. O mejor, prevenir. O mejor todavía, curar. ¿Y si nos invitamos todos a decidirnos por esa apostasía?
ResponderEliminarAfortunadamente, fuera de esa gente y de esa organización hay Vida y Pensamiento. Vamos, todo.
Salut y decisión.