jueves, 12 de septiembre de 2024
Ecos lejanos, 7
domingo, 8 de septiembre de 2024
Ecos lejanos, 6
viernes, 6 de septiembre de 2024
Propuestas ingenuas que debemos tornar ingeniosas
Propuestas para la supervivencia en tiempos seniles (y por supuesto para los no seniles) No ceder al atosigamiento. No conceder valor a la palabrería vana. No rasgarnos las vestiduras por situaciones y expresiones que han existido siempre y que hoy se tienden a sobredimensionar. Conceder una segunda lectura o escucha a lo que nos digan desde medios de noticias o desde personas cercanas. Quitar hierro a lo que es hojalata y ver la dureza de lo que nos quieren vender como suave y al alcance. Desconfiar de la primera intención, pues siempre hay otra u otras ocultas. Contemplar todo lo que se pueda pero sabiendo mirar. Huir del ruido (una vez más) Permanecer predispuestos pero no otorgar una entrega a cualquier precio. Percibir la bondad que llevamos dentro y compartirla (antes descubrirla, que puede estar muy oculta) Rescatar la prudencia a pesar de las presiones insensatas. Si aún nos entusiasma un atisbo de inocencia antigua, no desdeñarla, pero que no se imponga a la razón sesuda.
Y aquí, en todas estas propuestas que ya digo que ingenuas, pero bienintencionadas, ¿dónde está lo ingenioso? Seguramente en los márgenes y rincones del cerebro de cada uno. Siempre hay una tribu a la que hablar de la belleza de las ideas y a la que relatar con palabras ilusionantes, y ojalá que precisas, el poder de la palabra bien utilizada. Y si alguien dice que no conoce tribu, que escarbe dentro de sí mismo. Seguro que allí, en su profundidad, moran personajes que fueron o no han sido, pero a los que hay que escuchar y con los que también dialogar.
Basta por hoy esta disquisición buenista (me temo)
* Dibujo de Ainslie Roberts
domingo, 1 de septiembre de 2024
Ecos lejanos, 5
Miré a Else desde el rincón donde acostumbraba a sentarme en en el café Josty. Debatía con un grupo de hombres, que se expresaban unas veces con risas, otras con vehemencia. No llevaba la iniciativa con comentarios estridentes ni parecía que fuera ella quien plantease los temas. Sin embargo, todos recababan su opinión. Tuve la impresión de que con cierta frecuencia se abstraía, ausentándose discretamente de la conversación. Ignorando las palabras gruesas con que sus acompañantes defendían causas estéticas o proponían ideas descabelladas. Huyendo de virulencias y malas caras. Ya se sabe, de esa actitud típica de artistas y escritores que necesitan apaciguar sus propias soledades alimentándose de ruidos externos de los que posteriormente van a disentir. Pero ella se mantenía serena. Y sus palabras, cuando venían al caso, se emitían con prudencia y a la vez con precisión.
Y en una de esas abstracciones dirigió su mirada hacia mí. No podía ignorar que yo ponía el oído, aunque solo me llegara el tema de conversación cuando aquellos bohemios elevaban el tono. Simulé seguir entregado a mis lecturas. Pero aquella mirada aparentemente inexpresiva me intrigó. No pude evitar interrumpir con más frecuencia mi concentración, al principio de manera espontánea, luego más estudiada, buscando la coincidencia con uno de esos ojeos que ella me dedicaba. ¿Era así de anodina ella ante los desconocidos o se trataba de un estilo paciente?
La respuesta la tuve con su acción. De pronto se había plantado ante mi mesa. Nuestra troupe no le está dejando leer, ¿verdad?, dijo con prudencia. Somos demasiado ruidosos. Los artistas se pelean con los escritores y viceversa, y cuando aparece algún político se unen para atacarle a él. Así son nuestras tertulias. ¿A usted no le interesan las tertulias? Se ve que prefiere entenderse con los libros y con el silencio, ¿es así? No me haga caso, soy una rara avis, eso dicen, me gusta participar de las opiniones jugosas, pero en realidad deseo sentirme un robinsón en una isla como la suya. Y huyo en cuanto puedo de esos territorios donde se pontifica tanto y no se deja títere con cabeza. Porque, a ver, usted que nos habrá estado escudriñando, ¿me ha visto a mí erigirme en papisa de ideas o de facciones? Sin embargo es lo que les gusta a toda esta gente de las artes y de los shows, pretendiendo que están más allá de los mortales y, un error, a salvo de los peores de los mismos mortales. No, no diga nada. ¿Prefiere continuar con su lectura?
No supe abrir la boca. Aquella que me miraba casi tímida resulta ser un torbellino, pensé. Me siento a su lado y me invita a un café o, mejor, a un licor de cerezas, ¿está de acuerdo?, dijo.
Grabado de Christian Schad