"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 16 de septiembre de 2024

Ecos lejanos, 8

 


Ella bebe del frío como nosotros, dijo mientras contemplaba atentamente la corneja. Pero nosotros buscamos alimentarnos del calor, ¿no?, repliqué. Me pareció tan extremadamente dura su observación de doble sentido que me descompuse. ¿Tendría razón?

Había pasado demasiado tiempo y aunque seguíamos siendo en cierto modo nosotros, pues mientras uno no muere siempre sigue siendo una parte de sí mismo por mucho que el cuerpo haya mermado en sus potencialidades, no éramos los mismos de aquella madurez incipiente que nos parecía la cima. Porque uno es y no es el mismo a medida que los años modifican los sentimientos y los deseos, cuando no aminoran unos y se apagan otros. Ni siquiera físicamente somos los que fuimos. No hay discusión sobre los cambios que en el aspecto corporal tienen lugar. Ni tampoco sobre el interés en los temas de la vida que nos cautivaron antes y cuyo impacto se ha diluido. Y qué decir sobre cómo han ido cursando nuestros pensamientos, sus sinuosidades y confusiones, sus negaciones y bloqueos, tan alejados en muchos de ellos de lo que habíamos defendido antes. O incluso cómo ha ido transmutando la exposición de nuestras ideas. O las quebradizas maneras al utilizar las palabras para expresar nuestras opiniones.

¿Qué hay ahora, dijo ella de pronto, de aquella euforia y ganas de devorar lo que nos rodeaba porque, decías, había que cambiarlo? Aquel estilo que te hacía único, que te embellecía y suscitaba un margen de seducción en torno a ti. Aquellas propuestas ideales tal vez, pero que nos arrojaba a compartirlas contigo como si fueran alcanzables o incluso tangibles. ¿Dónde quedó todo? Ya no propones como antes, no arriesgas, no avasallas con tu carácter impetuoso pero en absoluto grosero que te caracterizaba, y que no solo yo sino personas de nuestro ámbito o que acababas de conocer admiraban.

La mujer se mostraba intensamente demoledora con su discurso. ¿Era la corneja y aquel paisaje frío y acuoso lo que sacaba su gelidez íntima y desapacible para atacarme? Nunca fue mi estilo responder a los ataques con ataques, ni elevar el tono de la voz, ni reprochar, una actitud esta que siempre me ha repugnado. Pero reconozco que las censuras bien fundamentadas hacen mella en mí y me anulan.

Las distancias alteran nuestra personalidad, dije para tratar de enderezar una conversación que amenazaba con un caos verbal o con el silencio. Las territoriales, sin duda, pero sobre todo la temporalidad. No haber sabido de nosotros durante tantos años, esa ausencia sentida o ignorada que nos ha privado mutuamente de afectos y de sentimientos, es suficiente razón para haber estado al borde del olvido. Su carcajada fue una bofetada. Se volvió hacia mí con ímpetu. ¿Y no ha sido olvido? Nos hemos encontrado al cabo del tiempo por azar, no porque nos hayamos buscado. ¿Has hecho tú algún esfuerzo? Porque yo sí. No te escudes en las situaciones fáciles, eso de las distancias y lo otro de los acontecimientos tras los que desaparecieron antiguos amigos y compañeros.

En su mirada no vi el templado y ambarino iris que la caracterizaba, en el que me reflejaba antiguamente. Solo cornejas bebiendo la pérdida glacial que yo no sabía cómo apartar.



*Fotografía de Inés González.

22 comentarios:

  1. Como decía Gil de Biedma: Aunque sea un instante, deseamos
    descansar. Soñamos con dejarnos. No sé, pero en cualquier lugar
    con tal de que la vida deponga sus espinas. Se trata de eso, de que estamos cansados...
    Saludos.

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    1. No puedo disentir de esta interpretación. E pur...tenemos que seguir moviéndonos con el ritmo que nos permita el cansancio.

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  2. Es magnífico este relato, estos diálogos punzantes al igual que los sentimientos y pensamientos que desatan. A él lo acobardan, ella reclama, reclama porque su interés a pesar de las distancias y el olvido, que no es tal, no ha menguado. Quizá deberían observar y aprender de esa corneja que pacientemente trata de abrir una nuez bajo la gélida aguanieve que le cae encima. Una nuez que como esa pasión de antaño guarda en su interior el sabroso alimento que la ayudará a pasar el largo invierno.

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    1. Seguimos buscando los alimentos naturales (el amor es uno de ellos) en el paisaje desabrido. Solo le ha faltado a ella llamarle cobarde explícitamente.

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  3. Tal vez los reproches no sean tanto para él, sino hacia ella misma y lo que dejó pasar en su momento.

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    1. En asuntos de pasión la responsabilidad es compartida.

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  4. Ah, que temita espinoso. El tiempo pasa, la vida pasa, ocurren cosas y somos un solo individuo. Nos perdemos mucho más de lo que vivimos, como cuando al decir si en una elección, automáticamente le decimos no a una infinitud de cosas que descartamos.
    Por otro lado, no nos podemos hacer cargo de las expectativas de los demás, aunque sí debemos hacernos cargo de lo que prometemos. Qué delicado equilibrio.

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    1. Un solo individuo que pugna por querer y pretender ser más de uno. Cierto que nos perdemos más de lo que asimos, pero siempre hay que elegir, entre situaciones, personas, actividades, territorios...entre nuestras propias dudas. Vivimos de apropiaciones o decisiones, pero también de pérdidas e indecisiones.

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  5. Cada vez estoy más convencido de que solamente somos la suma de nuestros recuerdos (con la agravante de que muchos se distorsionan con el tiempo) más las influencias externas (del "eso" y de "los otros").
    Cuando la máquina que procesa los recuerdos se deteriora o se apaga, se acabó el individuo.

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    1. Ese somos ¿ha sido siempre o es ahora, a cierta edad de vuelta? ¿Hay que seguir engrasando la máquina? ¿Hay que continuar prospectando en la memoria personal? ¿Hay que arriesgar a nuevas pruebas si el agotamiento no nos lo impide? Como diría Brecht, aunque para otro tema: Preguntas de un obrero ante un libro.

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    2. A las tres preguntas, mi respuesta sería afirmativa.

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    3. Son cuatro preguntas, alguna queda colgada o es como la trinidad santa, tres en one.

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    4. Pues, afirmativo a las cuatro

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  6. la vida siempre nos acaba ganando la partida, es algo que ella no parece haber entendido. Donde antes había impulso y fuerza, ahora reina el cansancio. La vida es una carrera de larga distancia para la que no estamos preparados. La solución es morir jóvenes o aceptarlo.

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    1. Pero no obstante acaso es el ser humano es el animal que tiene más recorrido largo e intenso, somos corredores de fondo y tanto nos gusta que querríamos ser eternos, pero en la experiencia de mayores de familia que me rodearon sé que el cansancio acaba con nosotros. Total, noventa o cien años no son nada para la intemporalidad.

      Unos versos del poeta Adam Lindsay Gordon:

      "Todo acabó, veloz carrera,
      galopada de galgo que se evade de la traílla,
      vuelo de halcón, brinco de gamo,
      loco chocar de cascos que nos persiguen,
      aire frío que transe y rechaza nuestro pulmón,
      alborotado hablar de muchas lenguas."

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  7. Aquella rxposicion de ideas vehemente, ahora se que se hubieta interpretado como abasalladoras y groseras.
    Como le pasa a ella que se ha vuelto un pelin borde desde el capitulo 7. Parece que tirne slgo que recriminarle . O quizas solo es mucho mas joven. O quizas spspechó tras la separacion que él era un espia y esta dolida porque la utilizó aunque nunca se lo recriminará porwue no está segura, al menos hasta que la conversacion suba de tono; mas aun quiero decir.
    Abrzzoo

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    1. Si lo planteas como que ella ve fantasmas todo es posible pero no probable, acaso su embarque tenga mucho de aventura pero no de irrealidad.

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  8. Las distancias en el tiempo son demoledoras, aunque nos volvamos a encontrar estamos en otra línea de tiempo. Maravilloso relato, Fackel.

    He estado un poco alejada de las redes, intentaré poco a poco volver a la normalidad de este mundo virtual.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Estamos en otro individuo que llegó desde dentro de nosotros. Gracias por pasar y leer de nuevo, Rita.

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  9. A pesar de todos los cambios físicos y emocionales que hemos experimentado a los largos de nuestra vida, ¿qué nos hace ser aún ese Fáckel, ése Diego?
    Cuando nos encontramos con alguien a quien le perdimos la pista hace muchos años, lo primero que nos viene a las mientes es eso de "quien te ha visto y quien te ve". Pero, por mucho que nos asombren los cambios de esa persona, sigue habiendo algo que lo sigue identificando. Es muy curioso.
    Salu2.

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    1. Nos hace ser nuestra propia dinámica, tan personal e intransferible que ni siquiera la entendemos siempre nosotros, o solo la entendemos a posteriori. En eso de los reencuentros hay muchas sorpresas. Ya el mero hecho de ser receptivos tras cincuenta años por ejemplo (a mí me ha pasado) es una buena noticia. Cuando los reencuentros son de carácter afectivo, uf, vaya usted a saber, las sorpresas pueden ser mayúsculas y con incierta manifestación.

      La identificación es siempre arriesgada. Una cosa es que recordemos a alguien de mucho atrás como era (y lo subrayo) y otra es que ignoramos lo que ha seguido siendo a lo largo de los años que no le hemos visto. Es divertido si lo piensas bien.

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