"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 29 de septiembre de 2024

Ecos lejanos, 12

 



Las respuestas, siempre la obsesión por las respuestas, le digo tenuamente. Un reclamo que no llega a ser atendido de manera completa nunca. El pasado es borroso y glacial como este paisaje. Para tener respuestas tendríamos que haber visto con claridad entonces lo que había en juego. No solo los huecos que se abrían en el enemigo sino la capacidad de este para taponarlos. Tampoco supimos ser conscientes de nuestras limitaciones. Lo peor en un combate es no calibrar los medios y adecuarse a las perspectivas. Así que no era posible, nos obnubilábamos con ideales que perseguían un buen fin pero que no podíamos convertir en algo estable. Y ellos, o bien eran más fuertes y resistentes que nosotros o nosotros más frágiles de lo que nos pensábamos. 

La mujer ha puesto su brazo sobre mi hombro, sus dedos bailotean con un compás relajante en mi cuello. No podíamos ignorar el momento, dice, ni mostrarnos insensibles antes las demandas de todo el mundo. Se exigían respuestas, era innegable. Acaso nos equivocamos al no conformarnos con soluciones a corto plazo o bien porque el campo enfermo que se había abierto no permitía pequeñas curas sino que urgía una cirugía radical. Una cirugía que se volvió contra nosotros, mujer. Pero solo en un sentido, me interrumpe. Sin aquella situación yo no me hubiese acercado a ti y tú no te hubieras dejado arrastrar como un curioso que se manifestó inseguro de sí mismo.

Hay un silencio más gris que el del exterior de la casa. La conversación adquiere un tono no menos ceniciento. Ya nada es lo mismo, dice de pronto ella. Los cuerpos son otros, las ilusiones ni siquiera son. Nos alejamos de personas que era decisivas en nuestras vidas. Tú y yo hemos sido un ejemplo. Pero ha existido un cordón umbilical secreto entre nosotros, le interrumpo. Te he recordado, te he deseado, te he invocado. No me cansaré de repetirlo. Lo que ha sido no podía ser de otro modo, dice. Y ya ves en qué hemos devenido. 

Sí, nuestras vidas han estado acompañadas de infinidad de individuos, interferidas, obligadas incluso. De personas y quehaceres. Bordeando la supervivencia con desplazamientos, trabajos precarios, cuando no sometidas a humillaciones y entre ellas, sin duda, la peor de todas, la privación de la libertad. Aferrándonos a recuerdos gratos para no perder la esperanza. Ha sido una vida ocupada todos estos años, muy tensa, ingrata. Una existencia transgredida por otros, anuladas para nosotros. Dime que no ha sido una vida de soledad en el fondo, porque no estábamos como referencia física el uno del otro, solo imaginaria. ¿Bastaba la memoria para consolarnos? Cuanto intentamos ser y hacer en su día quedó en el aire y lo hemos heredado como un castigo.

Se me han congelado las palabras. Una vena amarga me atraviesa y confunde. Ella se me planta de frente y me lo suelta. Por cierto, si hubiésemos tenido un hijo, ¿habría sido hijo de la revuelta?




*Fotografía de Inés González

No hay comentarios:

Publicar un comentario