"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 10 de noviembre de 2021

Confidencias a Kati (Serie negra, 45)

 


En la distancia entre mi mirada y la imagen está la tierra de nadie. Es un camino que se desplaza. Si voy en busca de lo que la imagen oculta el camino diverge. A veces se borra. Entonces vuelvo a recluir la mirada y cesan en mi cerebro las preguntas. Ocurre con frecuencia. Cuantos individuos me rodean son paisajes en movimiento. Paisajes que invitan a acercarse, incluso a ocuparlos. En contrapartida no puedo ocultarme que hay otros paisajes del prójimo que suscitan rechazo y no invitan a ofrecerse ni a pedir cobijo en ellos. Los actos de las gentes forman un caleidoscopio cuyas geometrías, tan desiguales como imprecisas, no siempre ofrecen formas bellas y colores atrayentes. Lo vertiginoso ha sustituido a la contemplación. Yo me aparto de aquello que no para, que se limita a exhibirse. Es lo que pretende gran parte del público de la obra humana. Siquiera ante pequeños auditorios. Me aparto y ni siquiera me exhibo ante mí mismo. He guardado en el trastero los espejos. He metido en una caja todas las fotografías que alguna vez me fueron hechas. He retirado de la pared la orla con el título que nunca utilicé para ejercicio alguno. He envuelto en poliuretano la cabeza de noble romano que mi viejo amigo arqueólogo me regaló hace mucho tiempo; te la regalo, me dijo entonces, porque este prócer es clavado a ti. Incluso si percibo que en el ascensor soy observado me giro sin ni siquiera mostrar desdén. El desdén es una forma de recabar la atención, en el extremo de la otra, la que busca ser atendido. Pasar desapercibido, he ahí mi objetivo. No mirarme en los físicos de las personas, no compararme con el estatus de los demás. No pararme a comprobar si mi vestimenta encaja con los usos, aunque hoy la libertad de costumbres acepta todo. Cuando me invitan a tomar parte en alguna manifestación de la grey rehúyo. Sería tan obvia como confusa la mirada sobre mí mismo. Hay tantas formas de revelarse el espejo que nos persigue. He llegado a la conclusión de que todas equívocas. Pretender ser el otro, para qué. Envidiar su belleza, qué sentido tiene. Imaginar la salud que aparenta aquel transeúnte, qué engañoso. Anhelar sus recursos económicos, ¿me descubriría más de mí mismo? Y qué decir de los habitantes del amor, pasajeros de sus debilidades a la conquista de castillos en el aire. Solo siento lástima por ellos, mientras yo me percibo liberado de los sentimientos, que siempre tienen precio. Leer un libro se está convirtiendo en un problema para mí. Lo más interesante de ellos había sido hasta hace poco la identificación con situaciones y personajes. Es decir, yo me miraba en ellos. Y esa forma de visualizarme en un texto, que tanto me agradaba, hoy me resulta insoportable. El desafío es grande. ¿Podré prescindir de las lecturas imaginarias? Pero hay algo más difícil de afrontar en mi intención de eliminar toda mirada sobre mí mismo. Los sueños son el último espacio donde me miro sin poder ejercer control. Al despertar hago el esfuerzo de no recordar nada de lo vivido en el sueño. En todos ellos aparezco. No hay sueños donde solo estén los otros o la ciudad o un abismo. Mi imagen se ajusta a situaciones donde me miro de frente o de soslayo o a través de como me observan otros. Además, para más agravamiento, en el sueño la imagen se ve acompañada por las palabras, como cuando estás despierto. Tiene que haber algún modo de romper el espejo del sueño. Pero me aterra tanto que los fragmentos de cristal onírico me hagan sangrar... 




(Fotografía de Kati Horna)

32 comentarios:

  1. Ese personaje anda muy cerca de desear la muerte, me parece. Quizás lo detenga, como bien dices, el miedo a sangrar.

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    1. Muy sagaz tú. Sería la manera de no mirarse más a sí mismo, ¿no?

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  2. Para un aprensivo no es la mejor de las propuestas.

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    1. No, desde luego, y mira que hay aprensivos y cada vez habrá más, por eso no conviene escuchar a los apocalípticos.

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  3. Esa deseperanza no preagia nada bueno, pero igual como anacoreta es feliz ( sabiendo lo imposible que es). Lo que define es esa soledad de quien piensa, de quien huye de comparaciones y oropeles, sin pretender pasar a la memoria, (me recordó a Machado, antes de sus tardes azules).

    Un abrazo

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    1. He visto en varias ocasiones los cubículos en los que habitaban anacoretas y desde nuestra mentalidad actual concluí que dan pánico. Covachas estrechas en la roca de lugares apartados, lo cual no quiere decir solitarios, pues viajeros, bandoleros y ejércitos se han desplazado siempre por las tierras de los países. ¿Se mirarían en algún espejo? ¿En los ojos de su dios?

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  4. Yo prefiero no mirarme en el espejo. A ese señor mayor no le conozco.
    Un saludo.

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    1. Porque le miras mal, mírale con sonrisa irónica y sincera, nunca falsa, eso sería peor todavía a nuestras edades.

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  5. Os sonhos reflectem os nossos medos...e um espelho reflecte uma imagem que nem todos gostam de enfrentar... Mas um dia o espelho vai quebrar e o melhor será enfrentar as mudanças um dia de cada vez....Não sei se seremos mais felizes, mas a perspectiva será diferente...
    Como sempre, brilhante...
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Sí, pero a veces nos parece perspectiva diferente lo que acaso no lo sea. No es fácil cambiar de ángulo de ubicación. ¿O hacemos como el personaje que va rehuyendo su mirada?

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  6. Pobre Kati; que paliza que le has dado. No estoy seguro de que romper el espejo del sueño sea una buena idea. Freud estaría mas seguro, sin duda. Dejando el psicoanalista a parte, personalmente pienso que el espejo del sueño suele devolvernos una imagen más amable que la que nos ofrecería "el otro" (los demás).
    El otro, es el espejo peligroso. Ese nos puede hacer sangrar por dentro. Seguramente por eso, nos gusta tanto que nos quieran.

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    1. ¿No será que ese mirarse en el espejo de los otros es ya un espejismo? ¿Por qué nos gusta tanto la normalidad identificada con los demás? ¿Es la normalidad lo que concede sensación de seguridad? Etcétera, me surgen preguntas y miro la historia de las sociedades simplemente porque hasta la fecha no logro dejar de mirar.

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    2. Es que es inevitable. No somos abejas, pero casi. "El otro" actúa como espejo. ¿Porqué nos molestan tanto algunos defectos de los demás? —Porque en realidad, en ellos vemos los nuestros.
      No es una cuestión de normalidades ni identificaciones. Es que en el fondo; quizás en un fondo subconsciente, somos gregarios, y aunque no nos gusta ser rebaño, necesitamos el corral. Imagínate (pero en serio) en el culmen del anacoretismo, en la singularidad máxima, en una soledad tan auténtica que no concibe el abandono (que requiere de otro)... El resultado es vivir alojado en el miedo.

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    3. Y sin embargo, el otro, también nos da miedo.

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    4. Todo eso lo tengo imaginado, por supuesto. Se trata de mantener ciertos márgenes individuales, sin rozar necesariamente el aislamiento, en medio de una grey que no es convincente por sí misma. ¿Integración? ¿Acomodo? ¿Impulso de necesidad para procurar supervivencia? Todo y más. Con gregarismo o sin él el miedo late, y vendrán tiempos, están de camino, en que nos temeremos mucho los unos de los otros. Y hay quien ya busca sacar provecho indigno de ello para imponer su visión totalitaria.

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  7. Curiosamente creo que los humanos, nuestras culturas devenidas arduamente a lo largo de siglos, han inventado el sistema de leyes, reglas, mecanismos, procedimientos, etcétera, para asegurarnos equilibrio en las sociedades, seguridades y autodefensas. De vez en cuando se desajustan se contradicen o quiebran. Y esa situación es de temer. Mira por ejemplo el fantasma del desabastecimiento que últimamente recorre el globo, aunque pueda haber maniobras especulativas. Ni la pandemia ni estos desequilibrios nos van a hacer mejores, me temo.

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  8. Por cierto, como buen fotógrafo que llevas bajo tu piel ve a mirar por internet el trabajo de Kati Horna, otra osada de la guerra de España.

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  9. Sé poco de K. Horna. Que era del entorno de Capa y he creo recordar haber visto alguna foto. Me voy a meter en el "Guguel" haber que me cuenta. Gracias brother !!

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  10. Pasar desapercibido para encontrarse a uno mismo en ese silencio y soledad es constructivo. Entonces, no se temerán los añicos de los espejos.

    Un abrazo

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    1. Desapercibido en tiempos de ruido intenso es imposible prácticamente, ni los anacoretas lo lograrían, siempre se encontrarían autobuses de turistas reclamando el espectáculo. Ay, señor. Un abrazo.

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  11. Los espejos están por todas las partes incluso en nuestros sueños donde a veces queda reflejada nuestra conciencia. Huir no es la salida, ni romper el espejo, lo mejor será enfrentarse a ello y mirar todo lo que nos devuelva su imagen.

    Maravilloso relato, Fackel. Siempre es un gran placer acércame a leerte.

    Un abrazo y buen fin de semana.

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    1. Buena propuesta por tu parte, pero no todo el mundo sabe ni puede afrontarlo. Acaso hay que dialogar con los espejos. Se agradece tu lectura atenta, Rita.

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  12. Fáckel:
    de lo que se deduce que el protagonista lo que realmente quiere es ser el hombre invisible que sueña sueños invisibles.
    ;)
    Aunque queramos pasar desapercibidos, en el fondo nos molestaría mucho que nadie se percatase de nuestra presencia. ¿O no?
    Salu2.

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    1. Puede ser, ¿quién no ha imaginado alguna vez que es un hombre invisible al que no le afecta nada pero que ve todo de los demás? Un juego.

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    2. Bueno en lo de que se percatasen otros, según según, hombre si va a ser para siempre nos desagradaría, pero a veces conviene que nos escapemos de las miradas ajenas.

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    3. Sin duda, sin duda.
      Me refiero a que, a veces, nos molesta que no nos hagan un poquito de caso, aunque no pretendamos ser el centro de atención.

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    4. Sí, sí, te doy la razón. Curiosamente suele pasar que cuanto más esperamos que nos hagan caso pues eso, ni caso. Hasta en los blogs ocurre, ¿no?

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  13. Excelente y completo monólogo -autobiográfico?-...

    Creo conocer de cerca, ese tipo de personaje. Es, tal vez sin saberlo, casi todo lo contrario, a la mayoría de todos los demás. Se ve extraño, incómodo, entre los otros. Rehuye los aplausos, los elogios, la exhibición... y no busca la aprobación de nadie para sus acciones, comportamientos, modas, actitudes...
    Me gusta, tal vez porque me identifico, en una buena parte, aunque no sé muy bien si acierto o me acerco en el diagnóstico, o me equivoco el cien por cien.
    En lo que no coincido -entre alguna otra cosa- es en " querer romper el espejo de los sueños".

    Buenasnoches.

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    1. Los monólogos son eso, conversaciones entre monos, ya lo verás el próximo día.

      Yo también conocía de cerca aun personaje que podría ser como el del texto, aunque no le tenía en mente a la hora de escribir esto, pero ahora me lo has recordado sin querer. Tendría su ego pero no lo manifestaba. no requería la atención de los otros, salvo en algún tiempo de su vida en que sin aspavientos fue un personaje con pequeña y limitada influencia en un plano que él mismo repudió más tarde. Disculpa que no lo entiendas, pero no debo ser más explícito. Desgraciadamente falleció hace unos años, desgraciadamente muchos de los que más han ejercido alguna clase de influencia sobre mí han muerto, me he ido quedando huérfano de gentes con seso, pero siempre llegan otras, si bien nada es igual.

      Cuidado con los espejos, incluso bajo sus formas disimuladas y recónditas. Bien por tu comentario, lo que decimos ambos en este caso y texto tiene su tela, lo intuyo.

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  14. Els cristalls virtuals no poden fer sang més que metafòricament, o sigui que cap problema.

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    1. Hay cristales virtuales como el pecado -interiorización del sentimiento de culpa recreado por el cristianismo- que hacen sangre, ya lo creo.

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