Asisto a una ceremonia civil, aunque todos van armados. El oficiante de la boda, un escultor sepulvedano salido de las canteras y que ha recorrido algo de mundo. Cuando el mundo, para quien lleve su germen de artista, es París. Me han contado que en esa ciudad robaba de noche adoquines de granito y se los llevaba a su buhardilla para tallarlos. Pero de eso hace ya mucho tiempo. Conocedor de la piedra y el oficio, hoy la tarea de este hombre sufre un paréntesis. Las balas dirán si corto o largo. Las bodas tienen en estos tiempos peligrosos algo de normalidad y de tradición. Como si no sucediera nada. Los asistentes se han apelotonado. No hay festín, pero sí expectación. Suficiente para percibir el calor de los compañeros. Nadie quiere dejar de salir en la foto. Estos paisanos míos son como niños curiosos y un tanto egotistas. Solo el escultor, los contrayentes y dos testigos están a lo suyo. La boda del resto va a ser con el fotógrafo. Los milicianos se casan con la imagen. Mientras Alfonso, el fotógrafo, se dispone a testificar para el futuro me quedo observando a este lado de la escena. Pensativo. Tal vez soñador, fantaseando una entrevista de periodista novel a un escultor con muchas tablas.
Carne y piedra han ido siempre juntas, desde que el hombre es hombre. Eso lo sabía el escultor desde sus orígenes de aprendiz en las canteras de Sepúlveda. Yo le preguntaría: Tú, que has transformado tanto la piedra, ¿qué tienes de piedra? Entonces imagino sus respuestas: La dureza de la piedra no tiene la entidad de la dureza que puede tener un corazón humano, llegado el caso; pero mi identidad no es siempre la piedra. Ordinariamente, no obstante, los hombres son más sensibles a la adversidad que la piedra misma. Eso es lo que los hace frágiles. Pero también lo que les conecta con la materia orgánica. Porque los seres humanos tienen que resistir para sobrevivir. Yo te pregunto ahora, Emiliano: ¿No es la fragilidad precisamente la que conduce a que los hombres se cierren en su caparazón y se vuelvan agresivos y ásperos como la roca profunda? Tú, siempre más allá en tu visión de la materia, porque acostumbrado estás a ver el interior de la piedra madre, romperías mi discurso sobre la condición humana para indicar la dirección de la vida. La dureza humana se alimenta de la miseria y de la ignorancia, me replicas. De un magma que se llama dolor. Yo incidiría: ¿No te parece que el artista huye del dolor, por ejemplo? Imagino la respuesta de tu parte: El artífice, y prefiero este término, pues el arte es capacidad de transformación humana, con mente y manos, no es quien escapa del dolor sino solo quien lo interpreta. No todo en los hombres es doloroso, podría objetarte. Pero tú sonreirías ante mi bisoñez. Dirías: No tienes más que mirar lo que nos rodea -y ya veo extendiendo tu mano ruda hacia los milicianos en hemicírculo- para comprobar cómo las chispas de la vida humana no son siempre como las de la piedra cuando se golpea y salpican sus esquirlas.
El fogonazo de la cámara inmortaliza a los que van a morir. Despierto de mis devaneos. Recuerdo lo que me dijo el otro día un colega de un periódico francés: La guerre n'est pas finie. Visto lo visto acaso va para largo. Y esta gente que asiste a la boda lo sabe.
* Fotografía de Alfonso Sánchez Portela, La boda de los milicianos, 1936. Una boda civil en pleno frente de guerra y un escultor, Emiliano Barral, (Sepúlveda, Segovia, 1896- Madrid, 1936) oficiándola en nombre de la autoridad civil.
Sorprende la mirada de los milicianos, algunos curiosos, otros sonriendo, casi posando. Seguro que cuando pasaban , no sabían que estaríamos en 2021 hablando de ellos. O quizás sí. Quizás tenían más claro que nosotros lo que supone salir en una foto. ( un foto impresa, una digital no es lo mismo.
ResponderEliminarEstos han sobrevivido después de la muerte del último que los conoció, aunque murieran nada masa salir de la ceremonia.
Si repasas fotografías antiguas verás que el público se concentraba para salir en la foto, se situaba, estaba en plena expectación por ser objeto y testigo de algo. Me maravilla en este caso la actitud del colectivo que por una parte respalda el acto, por otro pasa de los que se casan y de Barral y solo están pendientes de ese demiurgo llamado fotógrafo. Creerían en la inmortalidad de una imagen. Paradójicamente, y es una reflexión que se puede extraer, no sé cuántos sobrevivirían pues aún estaban al comienzo de la guerra. De hecho, Emiliano Barral, el escultor, murió en noviembre de 1936 al explotar un obús.
EliminarResulta paradójico que firmen un enlace con ánimo de perdurar (hasta que la muerte los separe; pero se entiende que la natural por la edad, no la que impone la guerra) los que mañana irán al frente de la batalla. En todo caso, la vida enseña los dientes a la muerte. Todo un reto. Y una osadía.
ResponderEliminarSaludos.
Pues sí, si no retase la vida a la muerte...De todos modos imagino que en esos primeros meses de la guerra tendrían confianza las gentes de la fotografía en salir airosos. Da tristeza pensar en aquello y en los alicientes que aún embargaban a quienes eran partidarios de una Constitución pisoteada. A sangre y fuego, en palabras de Chaves Nogales para referirse a toda la barbarie desatada.
EliminarMe ha resultado muy tierno, de un tiempo complejo, con la muerte en los talones, con las piedras o adoquines como materia prima. El escultor sabe que bajo cada ìedra late una posible obra, un pedacito de él mismo.
ResponderEliminarPor los fotógrafos, y los milicianos que compartes. Un abrazo
Qué bien lo has entendido, A. Por los hundidos. Otro.
EliminarHasta en los momentos más duros de la existencia hay un paréntesis para la esperanza. En este caso, ese paréntesis quedó inmortalizado. ¿Qué sería de todos ellos?
ResponderEliminarUna pregunta que yo me hago. Y no digo a largo plazo, sino simplemente qué sería en el cruento y cruel período que fue hasta 1939. Naturalmente, para muchos el período se amplió enormemente.
EliminarAunque el término no se preciso, los apelotonamientos o estrujamientos en las fotos, casi siempre responde a las indicaciones de los fotógrafos. Eran tiempos en los que los objetivos montados en las cámaras, se limitaban a reproducir imágenes abarcadas por un ángulo de entre 43 y 47 grados.
ResponderEliminarCuando no era posible separase hacia atrás, no queda otro remedio que apretujarse. Hoy día. Alfonso, simplemente abriría el ángulo del zoom que sin duda llevaría montado.
Mas tarde llegarían a popularizarse las ópticas angulares y los cuerpos de cámara con sistemas de lentes intercambiables.
Algo que cuesta conservar y que prácticamente se ha perdido es, la atención hacia el hecho de que se esté tomando una foto. Los fotógrafos tiene que esforzarse y aún así siempre hay alguien en las fotos de grupos, que sale estudiando el vuelo de las golondrinas.
Qué bien me viene esa información, pero, en efecto, aunque los fotógrafos dirigieran la función no deja de sorprenderme el interés que ponía el público objeto de fotografía y la naturalidad con que posaban, sin la tontería de los selfies de hoy día.
EliminarEste Alfonso Sánchez Portela era hijo de Alfonso Sánchez García, al que se le conoció como Alfonso a secas. Entre padre e hijo cubrieron un panorama fotográfico de España, y sobre todo de Madrid que es todo un documento precioso.
No lo conocía, pero ya he estado buscando por ahí y también por allá. Y hay mucho más.
EliminarY tanto, ya lo creo.
EliminarA veces en los momentos más duros se aloja la alegría como en esta foto. La vida después de todo sigue siempre hacia delante.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Un abrazo,Fackel.
Sobre todo para los que sobreviven a los avatares. Al ver esta fotografía uno puede hacerse tantas preguntas sobre los que se reflejan en ella, ¿verdad? Gracias, Rita.
EliminarLa imagen da esperanza.
ResponderEliminarPD. Ha estoy un poco mejor
Salut
De lo cual me alegro infinito. Salud.
EliminarA guerra nunca acaba... deixa cicatrizes e muitas não são visíveis...
ResponderEliminarMas há momentos como estes em que tudo se esquece...
Interessante como sempre....
Beijos e abraços
Marta
Al menos son momentos en que se valora más algo constructivo de la vida ordinaria que lo destructivo de aquello extraordinario y sangriento. Habría muchos casos como este, pero no dejo de preguntarme qué sería de todos ellos más allá de la desgraciada fecha. Obrigado, Marta.
EliminarImagen sugerente y evocadora de momentos que se nos han transmitido con escasa objetividad. Eso permite desarrollar la imaginación propia...
ResponderEliminarSaludos cordiales
Imágenes desconocidas. Las reflexiones están en cada mirada nuestra. Habrá quien se quede con lo superficial. Otros oteamos horizontes pasados que no fueron precisamente mejores. Saludos, Luis Antonio.
EliminarOtro magnífico relato, como todos los que escribes...
ResponderEliminarMe maravilla tu habilidad literaria para contar tan magníficamente el contenido de las fotografías... En esta el zoom de tu mirada nos hace una descripción perfecta de los protagonistas de la foto en cuanto a posición y atención en el momento captado por el fotógrafo... Me gusta ese término que empleas (intuyo que de cosecha propia) para describir la posición de los milicianos: "hemicírculo" como sugiriendo la posición del hemiciclo... Nadie más poseedores de legitimidad que ellos para ostentar esa representación parlamentaria y democrática que los defensores de la misma (vilmente arrebatada, como todos sabemos)...
En este relato te imaginas entrevistándole y haciéndole a Emiliano preguntas sobre su propia condición y resistencia y sobre la condición y resistencia humana poniendo frente a frente la resistencia de la piedra y la resistencia (y dureza, que no es lo mismo) del corazón humano e imaginando las respuestas... Para mí, tanto las preguntas como las respuestas que imaginas son pura filosofía de vida sobre lo que fue, sobre lo que es y sobre lo que será por obra del hombre (sea construcción o destrucción) a caballo entre la fragilidad y la dureza del corazón (haciendo residir la condición humana en el mismo).
Lo que has escrito me sugiere una pregunta ¿Qué está más modelado, el "corazón" del material esculpido o el corazón del hombre programado?
Maldita guerra aquella de la que aún hoy padecemos tantos males (me temo que el nudo sigue intacto)...
Abrazo
Qué acertada interpretación has hecho del relato; nada puedo añadir pues has diseccionado las intenciones perfectamente.
EliminarEl hemiciclo en el caso de la fotografía fue circunstancial pero qué interesante. También podría hablarse de amor y guerra, por ejemplo. También de que una boda de alguna manera quiere suponer una normalización de la vida llevada hasta entonces y alterada por los conspiradores golpistas sangrientos. ¿Qué oficios ves tras esos rostros? ¿Qué esperanzas aún alimentaban? ¿Qué cultura movería sus mentes? ¿Cómo se plantearía los novios la vida más allá del ritual? Por otra parte no deja de ser un ejemplo que un escultor que ya tenía cierta celebridad y había ejecutado obras de valor estético importante parase su cometido habitual para defender la República de manera activa y directa.
Interesante pregunta la que planteas sobre esos corazones. En ambas materias -piedra y carne/hombre- corazón es una metáfora. Si la piedra madre no la toca nadie su corazón no sufrirá cambio ni modelado alguno. Por el contrario, ¿no es el hombre un ser cultural en evolución permanente y por lo tanto susceptible de ser modificado?
Aquella guerra mantenía el hilo o cordón umbilical con las situaciones y guerras del XIX y aún cierta gente quiere seguir alimentando hoy el hilo del desentendimiento, de la intolerancia y me temo que del enfrentamiento. Laten aquellos de siempre que acaso venzan pero que no pueden convencer.
ResponderEliminar...Veo rostros tranquilos, sonrientes, como una pausa de esperanza, acaso de olvido momentáneo de lo que están pasando. Tal vez el reflejo de un alma en paz, segura y orgullosa de su mensaje...
Sí, aún no podían sospechar lo que se les venía encima. Pero hay una dignidad en estas gentes sencillas y mayormente juveniles, ¿verdad? Qué tendrán las fotos, qué tendrán. Un abrazo.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarsi esa boda se celebrase hoy, todos los presentes estarían haciéndose selfis de espaldas a los novios. ¡Ay, lo que atrae la fotografía, la pose, el postureo y la posteridad!
Salu2.
En efecto, has dado en el clavo. No practico el selfie jamás, aunque a veces me involucran y no puedo negarme a posar, pero no sale de mí. Otros espejo ridículo. La fotografía ha sido siempre algo revolucionario, en aquellos tiempos -y tengo muchas fotos de infancia familiares- debía considerarse un lujo posar. Muchos no vería nunca las fotos en que salieron, pero les dio gusto, sin duda.
EliminarLa parte amarga de la foto es lo que cuentas, que muchos no llegarían a verse inmortalizados.
EliminarY no me refería tan solo a una guerra, a la guerra en nuestro caso, sino a que el fotógrafo en muchos casos no haría copias, o iba de tránsito, o no quiso. Buenos, hoy aún se posa, pero eso sería parte de otro análisis.
Eliminar"Carne y piedra han ido siempre juntas": abstracció i empatia van més juntes del que sembla.
ResponderEliminarPensaré sobre ello, pues.
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