"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 12 de febrero de 2020

Cuentos indómitos. Los adolescentes




Los dos adolescentes solían escapar a la orilla del arroyo. El rumor sosegado del viento, un aire inmaculado, aquella corriente cadenciosa y el cielo despejado eran los cuatro soportes que alzaban para ellos un edificio invisible. Sus paredes eran infranqueables y no había más techo que la luz diáfana. El suelo era la hondura que ellos quisieran habitar. Jugaban a arrojar guijarros al río, se salpicaban al atizar el flujo del agua, arrancaban espadañas de la orilla que se ofrecían mutuamente. Asómate a este remanso, decía ella. Entonces los adolescentes se ponían de rodillas al borde, exponiendo parte de su cuerpo al reflejo. Allí, sus rostros, movidos por el apacible curso, adquirían gestos grotescos, que ellos exageraban todavía más. Reían con una salud que en el futuro iban a añorar. 

Era tan revoltosa su actividad que llegaba un momento en que ambos se agotaban y necesitaban tenderse bocarriba, Suspiraban en silencio. De pronto, sin acordarlo, se giraban el uno hacia el otro, y permanecían contemplándose con una curiosidad divertida. Tú eres el río, decía él. No, eres tú, respondía la chica. Él se corregía. Bueno, somos los dos, pero entonces si los dos somos el agua ¿quiénes son los que se asoman a ella? Otros, replicó audaz la chica. Cuando estamos aquí juntos somos los otros. Tus ojos me lo dicen. También los tuyos me hablan a mí, añadía el chico. La adolescente insistía, azuzándolo con desparpajo. ¿Y qué te dicen? Él dudaba en avanzar peones. Lo mismo que te dicen los míos a ti. Ah, eso no vale, cortaba la mujer. El chico no quería quedar atrás, demorándose en encontrar otra metáfora de éxito. Me dicen que somos como dos orillas. ¿Dos orillas del mismo río? Me gusta la imagen, aprobaba ella. Y volvían a quedarse en silencio, ensimismados en la corriente cada vez más agitada de sus miradas.  

Fue ella la que primera se echó a reír, sin venir a cuento, sin que nadie hubiera abierto la boca, impelida por un atisbo pasional muy recóndito. Es agradable vernos en el fondo del río de nuestros ojos, ¿verdad? Yo veo peces, ¿tú que ves? Yo veo piedras de todos los tamaños y colores, replicó el chico siguiendo el juego. Ahora tú, te toca. Yo veo los pies de un hombre que pisa el lecho y luego flota, creo que son tus pies, dijo ella. Ah, se precipitó el joven, a mí me pasa otro tanto, veo unos pies de chica, y unas piernas y unos muslos...y de pronto veo que eres tú y que pierdes el resto de tu cuerpo. La adolescente rio sin freno. Así no, no puedes hacerme perder lo que queda de mi cuerpo, o te quedarás sin él, se atrevió a proponer. Vale, acepto, te repondré lo que te he quitado, se rindió el chico. Entonces la risa suplió al diálogo lúdico, pero enseguida fue sustituida por una repentina mudez. ¿Sabes que los ojos no solo ven sino que además tocan y sienten?, exclamó la chica interrumpiendo la pausa. ¿Lo estás notando?, acertó a responder muy bajito el joven.     

La Muerte, que no ignora la alegría de la juventud, los miraba sin malicia. Envidiaba sus juegos, ponía oído a sus confidencias, se recreaba en las propuestas ocultas, bienintencionadas. Si durase toda la vida esta clase de encuentros, pensó con desazón. Se acercó a ellos. Los adolescentes se sobresaltaron, lamentando que se rompiera aquel tiempo exquisito. Es hermoso el río, dijo con prudencia.  Muchas veces me pierdo y me detengo en las riberas. ¿También se mira en la corriente?, saltó la chica. Ya no, dijo la recién llegada. Me conozco demasiado y he perdido las ganas de ver mi propio rostro. Además siempre viajo sola. Si quiere le indicamos el camino, propuso el joven para quitársela de en medio. No es necesario. Conozco todos los caminos de los hombres. Pero eso es imposible, dijeron los chicos al unísono. Para mí no lo es, pero no os revelaré el secreto. El que vosotros tenéis por delante es todavía muy largo, que nadie os lo corte. Dio media vuelta llevándose un ramo de eneas y desapareció. Está chiflada, dijo el chico. Tal vez ella sí que ha perdido su propio camino, apuntó la adolescente.




(Ilustración de Balbi López)


30 comentarios:

  1. Un buen lugar para que pasaran el tiempo juntos. Deseándose mutuamente.

    Era de espera la envidia de ella, que viaja sola por el mundo. No saben lo notable de la buena noticia que han recibido. Pero ella, la adolescente, tal vez haya descubierto una clave, sin saberlo, que no han descubierto otros. Tal vez haya perdido el camino al ser quien es.

    Saludos.

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    1. El río es algo icónico, representativo para los que somos de interior. Hay muchas vivencias a sus orillas y dentro de él. Un amigo de mi panda de infancia en los veranos del Norte murió ahogado, era experto nadador pero...Los caminos pueden de un momento a otro desaparecer.

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  2. Una crecida inusitada del río, se llevó por delante una pareja de adolescentes que retozaban distraídos en la orilla.
    Noticias del día siguiente.
    Saludos.

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    1. Pues sugerencia barajable pero descartada aparte te diré que tengo en mi haber la experiencia dramática de la crecida del río durante una noche tormentosa que estuvo a punto de no respetar a los arqueólogos que dormíamos en la tienda de campaña. Al amanecer el agua de un muy crecido río truchero estaba al borde de esta. ¿Será aquello de que la realidad siempre supera lo imaginado?

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    2. Soy partidario de dejar el margen de "casi siempre".

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  3. Un juego de espejos la mar de interesante. Los adolescentes, abducidos por el juego de su juventud, retozaban muy tranquilos, y así siguieron, aun con la Muerte como espectadora.

    Un abrazo y por los juegos de agua, los juegos de vida

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    1. Pues tú misma das la clave. Es esa juventud -ese cuerpo aún incólume, esa mente que se va ensayando poco a poco, ese disfrute de las capacidades y habilidades, ese mundo emocional y afectivo que se estrena- la que ahuyenta a la Muerte. Al escribir un texto como este yo mismo recordaba, me hacía ilusión. Por todos los juegos de agua que no ahoguen.

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  4. Contrasta enormemente la vitalidad de los adolescentes con la búsqueda macabra de la muerte para llevárselos. De nuevo "Eros y Tánatos" en tus letras.

    Siempre se refuerzan el amor y la muerte. Quizás porque se sitúan en las antípodas.

    Muy acertado el chico cuando dice que la muerte está chiflada. Es que no puede haber algo más loco que morirse a los ojos de un muchacho. Pero desgraciadamente es real.

    Sigo con atención todos tus relatos sobre la muerte y este es de los que más me han gustado.

    Un abrazo

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    1. Las antípodas no son solo opuestos, son además complementarios, en cualquier orden de la vida. La moneda tiene cara y cruz, por ejemplo (la que hay hasta la fecha, que mañana va a cambiar) Y creo que todos llevamos implícitas al menos dos situaciones, contrastes, perspectivas que parecen opuestas, pero están en nosotros. Lo malo es cuando no cuadran con las que se dan en otros ámbitos, los sociales o espaciales en general.

      Se agradece ese seguimiento, y yo acepto y me viene bien cualquier punto de vista discorde, crítico, que cuestione lo que digo y como lo digo. Bien estar entre los complementarios que depare el día.

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  5. Y mientras llega ese día, los jóvenes tienen mucho camino que recorrer juntos, muchas aguas donde mirarse. Todavía es pronto para ellos.
    Un saludo, Fackel.

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    1. Y muchas discordancias y no solo armonías, pero es la prueba de la vida. Y hay que entenderlo. Lo difícil es saber actuar en cada momento con arreglo a lo que nos piden nuestras pasiones, necesidades o caprichos y en contraste con lo que podemos obtener. Hay que aprenderlo, adecuarnos a algo diferente o nuevo implica aprendizaje hasta nonagenarios, no lo dudes. Salud del día de Júpiter.

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  6. ¿Fuiste arqueólogo a pie de excavación o de salón?

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    1. En aquel momento a pie de pie y a contrapié. Excelentes recuerdos y más aprendizaje vital.

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  7. Gracias, fFackel. Me has hecho volver a los arroyos de mi pueblo y de mi lejana época adolescente, cuando el mundo se abría, cada día, a nuevas ilusiones... Y me ha dado por pensarque allí, en ese escenario de tu historia, había otro personaje: La Vida, que hizo que la Muerte, bajara la cabeza avergonzada.

    Un día mas, adelante. Con la Vida de la mano.


























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    1. La Vida la encarnan en el relato los dos adolescentes, como la encarnamos los demás en su momento y ahora en el presente, con otras coordenadas, digamos. Apoyándonos en la Vida, sí.

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  8. "...El que vosotros tenéis por delante es todavía muy largo, que nadie os lo corte..."

    Sólo la Muerte puede cortarles su propio camino, no hay nadie que la supla en su trabajo.
    Quizá quiso darse unos años de asueto.

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    1. No hay nadie, no, pero no creas que a todos los jóvenes les da asueto. A mí es la clase de muerte que más me impacta, la de niños o jóvenes. Cierto que también son edades en las que se comenten muchos actos irresponsables y fatales.

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  9. Vaya! la cosa se ponía interesante cuando "los ojos que tocan" y aparece la marrana negra a fastidiar la fiesta. Marrana negra y mentirosa que dice que se pierde y se detiene en las orillas.
    Que va a perderse, la muy... !!
    Esa no pierde ni el tiempo !!
    Y me quedé pensando para que querrá la fabricante de lágrimas, un ramo de eneas.

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    1. No pierde tiempo, no, sabe que va dentro de cada uno de nosotros y se siente segura en su fatídica misión.

      El ramo de eneas debe ser para disimular, pero seguramente sabe también que a mí me gustaban mucho de niño y es un guiño, pero yo no me doy por enterado, tranquilo.

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  10. Me ha gustado el relato porque me he visto reflejada en él. La Muerte siempre juega malas pasadas, pero a veces pasa de largo... menos mal.

    Mil besos.

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    1. Me alegro de esos reflejos en el relato. Creo que son experiencias de juventud que en mi tiempo eran además muy inocentes, o al menos en mi caso. Pero los sentimientos elaborándose tenían su encanto, claro que estos más que sentimientos eran fijaciones coyunturales. Tiempo pretérito que no volverá, que dice la chanson. Que pase de largo, sí.

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  11. Me seducen los ríos. Además de una carga geográfica, tienen un simbolismo místico. La humanidad se edificó en sus orillas. Me deprimen los ríos secos. En mi tierra natal abundan...Tus narraciones me traen bellos recuerdos. Gracias

    Un abrazo

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    1. Los ríos son antes que nada algo real, palpable, necesario en las primeras civilizaciones. NO hay ciudad que no haya prosperado si no es a orillas de un río. Ya en la Prehistoria también los pobladores de cuevas buscaban tener cerca ríos. Aire y agua y cobijo y medio alimentario se han complementado siempre. Todo ha ido evolucionando y el río ha seguido cumpliendo su papel hasta tiempos recientes. A mí también me duelen los cauces secos, los ríos venidos a menos, los ríos olvidados y los reencauzados -en mi ciudad se dio un caso en el siglo XIX con el río fundamental que llevaba dos cauces, se dijo que por razones higiénicas e inundaciones- es decir, todo lo que se ha alterado. Entiendo que hay que conocer la vida propia de los ríos, que es independiente de la vida de los hombres. Estos son los que no han sabido mantener siempre las distancias, también sucede con la costa,y el cambio climático ya pasa factura. Sí, a veces uno narra, con mayor o menor invención para recordar o para revivir. Gracias a ti por corroborar mis sentimientos al respecto de los ríos.

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  12. Tienen toda la vida por delante, aun les queda ver pasar muchas aguas, algunas demasiado turbias.
    ¡Ojalá la vitalidad fuera tan contagiosa como las risas adolescentes!
    Abrazos
    Francesc Cornadó

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    1. Ojalá. Por cierto, ¿no te causan ahora envidia cierta clase, al menos, de risas adolescentes?

      Un abrazo.

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  13. Me causan envidia sus risas, su movilidad, su vitalidad.
    Abrazos

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    1. ¡Toma y a mí!
      Ya lo fuimos, no estamos arrepentidos de haberlo sido.

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    2. Pero creo yo que ellos no sienten envidia de nuestras experiencias. ¡Uf, por qué habrían de sentirla! Con sus brincos y monerías alegres ya tienen suficiente, además, puede ser que tampoco tengan demasiado valor estas experiencias nuestras que tanto nos gusta exhibir.

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    3. Es que no son referencias en modo alguno para ellos. Viven más al día que nosotros. La temporalidad vivida pesa en nosotros y en ellos es pura levedad. El valor de nuestras experiencias a veces resulta ser simple consuelo, sospecho.

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