El cielo cubría con presura el día. Dijo azarado el discípulo: Maestro, corramos a ponernos a cubierto, que la tormenta nos va a pillar. El maestro lo miró con desdén: Quien no se deja alguna vez tocar por la tormenta no sabe lo que es la belleza del Tao. El alumno insistió: ¿Pero acaso quiere el Tao que se nos calen los huesos y nos cojamos una pulmonía? Y el maestro: El Tao quiere lo que quiera la tormenta. El alumno, díscolo, no lo acababa de aceptar: Pero la tormenta no es un ser ni un cuerpo ni una voluntad. ¿Ah, no?, saltó el maestro. ¿No tiene energía, no tiene forma, no tiene insistencia? Por supuesto, dijo el joven. Pero no es una persona como nosotros. Por eso mismo ella no necesita el Tao, aseveró el anciano. Porque en su bravura ya porta el desenlace de la calma. Maestro, no estoy convencido. Me hiere un viento gélido, la humedad me encoge, el temblor del cielo me abruma. Entonces el maestro le interpeló: ¿Por qué ves en la tormenta solamente el lado oscuro, como si fuera reflejo de tu alma pavorosa? ¿No te das cuenta de que lo que llevas dentro de ti, como lo que mueve la tormenta, es la latente manifestación de la Belleza?
(Arriba: Ukiyo-e de Utagawa Hiroshige)
Pasión por la intensidad. Eso transmite el vídeo.
ResponderEliminarEn tiempos de inocencia bloguera, hará dos lustros, colgué al menos unas tres tormentas, una de ellas tremebunda galerna marina. Ahora me doy cuenta de la pasión implícita a la que he debido renunciar en aras del sinsentido protector de una vida común. Nada, pero nada nada, hoy en día, se trasluciría! Lo cierto es que desde mi trasfondo celular agradece que tu entrada me lo recuerde. Resulta una remembranza cálidamente protectora mientras lo recuerdo, así como el sirimiri y los chaparrones varios que me calaron con tanto placer durante los primeros 15 veranos de mi vida en San Sebastián Al menos consta entre viejos papeles abandonados. Aquella persona que fue murió sin enterarse ni percibirse.
Un indicio: mi monomanía navideña del “ Good King Wenceslas” cantado y desarrollado bajo una enorme tormenta de nieve en una buena versión original. Transparente. También lo colgué las primeras navidades blogueras. Version desaparecida de YouTube,
La verdad es que el vídeo es un poco show, por eso de poner escenificación a la composición, pero Vivaldi es brillante. Pero una tormenta, ¿no es por sí misma una genial composición? Me voy a escuchar a tu buen rey Wenceslao.
Eliminar¡Toma! Por si sientes nostalgia anglo:
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=cVoANsKnlLs
No puedo ver el vídeo desde el móvil, una faena, pero es lo que hay, en cuanto pueda lo haré desde la biblioteca. Tampoco puedo sentir nostalgia anglo porque ese mundo sigue latiendo en mi persona y me transforma en mi mejor versión en cuantito cruzo el umbral idiomático! Aunque suene horriblemente pedante, se ha decantado en puñetera realidad y para mí resulta de lo más natural! . Considera que primero aprendí a leer en inglés y que fui muy feliz en la escuela británica y muy triste en la española. El Castellano aprendí a leerlo solita valiéndome de los anuncios callejeros.
EliminarSí, pero me mojo.
ResponderEliminarUn saludo
Porque no crees en la esencia del Tao, jej.
Eliminar¡Qué belleza todo!
ResponderEliminarJusto hoy hablaba con una amiga de lo interesante que resulta atravesar tormentas.
Un abrazo, buen año.
Nunca he sabido cuando me ha pillado una tormenta si la atravesaba yo o ella a mí. Lo que sí sé es que hasta la fecha los rayos no acertaron conmigo. Ah, y el olor de la tierra, del aire, de la humedad, olores únicos.
EliminarGracias, Dana, saludable y gozoso para ti.
Esos olores llenos de recuerdos. Es como la comida que preparaban en la casa de mis abuelos. No hay forma de olvidarse de esos olores. Gracias.
EliminarEse es otro tema que he mencionado en bastantes ocasiones en mi blog. Creo que los olores obran con llave de la memoria: nos retrotraen de improviso a recuerdos. Qué poder el de los sentido, ¿no crees?
EliminarProfunda reflexión e intensidad en Vivaldi. No se me ocurre mejor mezcolanza para la intensidad de las grandes tormentas, que agitan el cuerpo y el alma.
ResponderEliminarUn abrazo y por un sábado intenso.
La intensidad de la calma, que uno la necesita siempre. Gracias, Albada.
EliminarA mí las tormentas me imponen mucho. Las tormentas son propias de una escenografía típica del Romanticismo, con ruinas de castillo medieval incluidas. Aunque reconozco la grandiosidad y el aparato de toda tormenta, prefiero la lluvia mansa sobre un prado verde. Y luego, el sol saliendo regalando luz y calor a los pobres mortales.
ResponderEliminarSaludos, Fackel.
Pero independientemente de la escenografía romántica en mi caso su atracción -lo cual no quiere decir que vaya a su encuentro- ha obrado fuerte. Pero explicar por qué sería entrar en un mundo de símbolos y significados personales que ahora sería extenso explicar. De todos modos no te llevo la contraria, soy igualmente anhelante de esos otros estados naturales, o de relación del hombre con la naturaleza, que expones. Un fuerte saludo, Cayetano.
EliminarUna vez de pequeño me persiguió una tormenta, porqué las tormentas empiezan y acaban en algun punto. Iba en mi tumilet, y veia la linea de gotas que horizontalmente se dibujaba en la acera acercándose a mi. Apreté a fondo con todas mis escasas fuerzas de enano, y la tormenta me pilló.
ResponderEliminarHay tres olores fundamentales, el de tierra mojada, de hierba recién segada y el pan después de salir del horno. ¡Ah! Tumilet no se como se dice en castellano, lo puedes ver aquí:
https://blocfpr.blogspot.com/2019/02/tumilet.html
Supongo que también hay espacios y distancias y tiempo de recorrido, claro, de las propias tormentas.
EliminarSí, esos olores son decisivos si desde pequeños los experimentamos. Duran para siempre, además son olores que se aceptan y nos hablan de tantas cosas...
Veo el enlace, gracias, Francesc.
Qué sabio el Maestro... Todo tiene dos caras... o más.
ResponderEliminarUn beso contrapuesto.
El conocimiento viene de probar y experimentar una y otra vez. Nunca demos por sentado algo de cierto interés. En realidad, ¿no somos todos constantes alumnos de la vida? Disfruta.
EliminarNo me disgustan las tormentas si me hallo a buen recaudo..
ResponderEliminarEso sí que es sabiduría, ya lo creo. Resultan tan acogedoras desde un cuarto donde no entran rayos y los truenos se escuchan como melodía, simplemente. Mi padre, que fue pastor en tiempos jóvenes, salía con el rebaño todos los días. ¿Qué hacías cuando había tormenta, dónde te refugiabas?, le preguntaba yo. Él hacía un mohín de lejano escepticismo y me decía: debajo de las ovejas. Porque además, en el páramo no había apenas árboles. Se ponía a buen recaudo, y nunca le pasó nada. Peores mordiscos le dio la guerra y la posguerra.
EliminarEnfrentarse a una tormenta y sobrevivir es motivo para apreciar la belleza.
ResponderEliminarSaludos.
Por supuesto. Y a una intensa, descarnada y violenta de toda una noche, que pudo causarme desgracia, pero que sobreviví, a mis 17 o 18 años, le debo haber descubierto que había una visión más amplia y racional del mundo y de la vida que la que me había llegado por vía religiosa y totalitaria hasta ese momento. Ya ves.
EliminarEso de mojarse cuando hay lluvia queda muy poético, muy fílmico, muy novelista y muy telúrico y tal, pero realmente me fastidia un montón mojarme, y más si es invierno. Prefiero ver la lluvia desde un refugio.
ResponderEliminarLa música de Vivaldi, una pasada aunque la han interpretado demasiado rápido para mi gusto.
Para gustos, los colores, que se suele decir en estos casos...
Salu2, Fáckel.
Antes no me importaba mojarme, pero eso es hace mucho. Ahora lo temo porque me sienta mal y el cuerpo solo hay uno y yo me lo encontré en el vientre de mi madre. La lluvia desde un refugio también es muy interesante, sitúa al individuo entre la naturaleza desatada y el hallazgo de la protección. Somos así.
EliminarClaro, todo debe ser a gusto de cada cual, yo también siento demasiado tempestuosa su ejecución, pero es una exhibición de esos chicos y tiene su punto.
Me encantan las tormentas. Con diez años tuve que salir al patio de recreo con una intensa tormenta a buscar un libro. Lo encontré y regresé calada hasta los huesos. Estaba interna en un colegio de Madrid. Después cogí un resfriado fuerte, pero la sensación de libertad que experimenté al correr bajo la tormenta fue alucinante.
ResponderEliminarAhora seguramente no lo haría. Prefiero contemplar las tormentas con lluvia torrencial desde algún lugar seguro.
Con el tiempo nos hacemos más prudentes. Supongo que es normal.
Maravilloso Vivaldi. Siempre es un placer escuchar a este compositor que pidió licencia para no tener que celebrar misas (era cura) y así destinar todo su tiempo a componer.
Un abrazo
Sí, el tiempo nos cambia o nos retorna al origen. Más prudentes o más miedosos.
EliminarHe experimentado varias historias de tormentas en época joven con resultado feliz, pero podría no haberlo tenido porque fueron duras. Pero entonces sublimábamos muchas cosas de los hombres y de la Naturaleza. Y con las tormentas pasa como con las enfermedades, tiendes a restarlas valor una vez pasadas, pero mientras has corrido riesgos. Hay no obstante algo que no sé si es imaginación o real en que uno cree tender un puente con las fuerzas desatadas. Sorteas el riesgo, si sales bien pues perfecto, si pasa algo pues no lo cuentas. Al final no sabes qué hay de cálculo y qué de azar en la salvación o en la condena (me refiero a las físicas, claro, nada del tema espiritual, jaj)
Vivaldi es mucho más que las cuatros archisabidas estaciones.