"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 9 de octubre de 2019

Naida busca su refugio




Pero ¿cómo encontrar un refugio cuando se han ido perdiendo todos aquellos ámbitos que proporcionaban seguridad? Parte de lo que había tenido era ahora polvo. Otra parte, si bien sobreviviente,  había dejado de ser fiable. Lo de atrás había saltado por los aires cediendo la penosa herencia de la inestabilidad. Pero esas mismas pérdidas que, por un lado, la empujaban a ser más tenaz y constructiva eran también recordatorio que le llevaba a titubear y a mostrarse más indecisa en los momentos en que se le presentaba por sorpresa un cruce de caminos. Ah, la costosa prueba de la elección. Ella misma había dicho en una ocasión a su amigo: un cuerpo es una morada efímera pero inexpugnable mientras se la cuide y se mantenga su calor. ¿Reclamaba Naida de nuevo un trozo de territorio humano prestado que la hiciera sentir menos vulnerable? Había aprendido a vivir sin amor, pendiente exclusivamente de enderezar su vida y atender a lo más elemental y perentorio. Tampoco quería mostrarse menesterosa, pues su orgullo no solo no había mermado sino que, como una propiedad destinada a sobreponerse a las desdichas, aún lacerantes, se había erigido en rector de su caminar. Qué difícil es compaginar los sentimientos con la lucha por la vida, solía decir en sus confidencias a aquel moreno visitante del sur.  A veces el hombre estaba tentado a preguntarla si había sido amada durante los largos días de asedio, pero renunciaba a hacerlo pues le parecía obvio que la respuesta estaba implícita en su actitud. Nadie que no haya perdido el amor, sea cual sea la circunstancia o el objeto del mismo, puede manifestar aquella ansiedad que Naida apenas podía contener. Pero ella, ¿lo había perdido o es que jamás había tenido una percepción clara del acompañamiento? Las metáforas que empleaba eran subterfugios para no quedar en evidencia, pero a la vez alertas en las que trataba de implicar al extranjero circunstancial. Naida pensaba: ¿hasta qué punto este hombre puede contener mis desgarros aunque me abra de par en par? ¿Hasta dónde seré yo para él algo más que un cuerpo de deseo, más que un espacio contradictorio donde él descubra y me haga descubrir un hábitat de sosiego y serenidad? ¿O aquello a lo que aspiro es todo lo contrario del amor? El remolino de la melancolía agitaba a Naida, pero no quería hacerlo evidente. Sus fantasmas convivían con sus insatisfacciones. El recuerdo de algún tiempo más feliz y ya tan lejano le obligaba a fantasear con otra oportunidad que sabía que no estaba en su mano. Tal vez vivir en otro país, ya que no veía claro que pudiera vivir otra historia, fuese la alternativa, ponderaba nerviosamente en sus reflexiones más críticas. Pero al recuperar el control concluía que no debía presionar al hombre. Que no podía hacer obvias sus debilidades. No era dando lástima como podría recabar la atención de él, y mucho menos consideró que ese fuera el recurso de seducción.




(Fotografía de Inés González)

18 comentarios:

  1. No siempre han de darse juntas ciertas peculiaridades que buscamos en la persona con la que compartimos nuestra vida : amor, refugio, sexo, protección... Lo ideal sería eso, pero no siempre ocurre.
    Un saludo, Fackel.

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    1. En efecto. Yo diría que si ocurre es limitado, circunstancial y sobre todo cambiante, constantemente cambiante. Qué elementos prima en cada cual lo dejo a la experimentación de cada cual. Un saludo, Cayetano.

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  2. Estado complejo y contradictorio de Naida, tras la vorágine de la guerra civil. Es patente el estado de desolación íntima de la protagonista que no sabe cómo rehacer su vida, si entregarse como cuerpo de deseo a aspirar a algo más profundo. La experiencia de los que retornan de un infierno es que sus recuerdos no son bienvenidos por los que los acogen que no han vivido aquello. Así los que volvieron de los lager tuvieron que mantenerse en silencio pues sus vivencias ya no encajaban entre los que ahora vivían con ellos. Las emociones de Naida pertenecen a su esfera íntima y no son comunicables, deberá vivir con ellas en su soledad interior. La paz no gusta del dolor ni de los recuerdos terribles porque se anhela cantar a la vida y al placer. Así es la lógica de la historia. Saludos cordiales.

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    1. En efecto, las guerras de cualquier signo, donde siempre se enfrentan hombres contra hombres, no solo naciones o Estados o potencias, más bien seres humanos entre sí, y donde paga el enorme precio la sociedad civil, fundamentalmente, y lo estamos viendo hoy día en Siria, por ejemplo, o en Yemen, traen enormes repercusiones, incluidas las emocionales, afectivas, y de convivencia en general. Los que siguen jugando al enfrentamiento deberían pensárselo, pero claro eso exigiría desalojar de sus mentes el término enemigo, dejar solos a sus superiores y autoridades que incitan al desastre, y repensarse la convivencia entre hermanos, una expresión esta que suena bien pero está en crisis, como siempre. Y el mensaje no es para pueblos lejanos sino bien próximos, y a buen entendedor...

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  3. Poco he de decir, comulgo con lo expuesto por Cayetano, FACKEL, y obviamente (como diría un entrenador de fútbol), con tu respuesta.
    Salut

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    1. Nunca meditaremos lo suficiente los efectos de los desastres. Cuanto más documentales o películas serias sobre la Segunda Guerra Mundial veo más me incita el desánimo. No hay cultura precisa en la sociedad para cuando las barbas de tu vecino veas pelar...(y suena duro, eh)

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  4. lo ideal para una relación larga creo que es precisamente no coincidir en casi nada, salvo en lo fundamental. Así uno se complementa mucho mejor con el otro o la otra.
    Si me pregunta que es lo fundamental, es muy sencillo: respetar y ser respetado, escuchar y ser escuchado, y con eso hay ya bastante.

    Saludos

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    1. De acuerdo, pero ya sabes que las relaciones se prueban y comprueban sobre la marcha, y en el talante de quienes las mantienen debe estar el valorar, ceder y buscar el lado unificador, digamos. Ratifico tu propuesta sobre lo fundamental, pero cuánto suele costar, ¿verdad?

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    2. No cuesta si la actitud es positiva y sana. Fíjese usted, nosotros llevamos 7 años de noviazgo y 49 de Matrimonio, y a menudo contemplo a mi mujer y me entra de golpe mucha ternura, que és más que amor. Hemos envejecido juntos però lo hemos llevado bien, creo.

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    3. Era una manera de decir. Celebro ese sentimiento inteligente y sincero, Francesc.

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  5. Hola, Fáckel:
    llevo varios meses sin poder visitaros y estoy perdido con Naida. Me pondré al día.
    Salu2.

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    1. Tranquilo Dyhego, ella no se va a mover de aquí. O quién sabe. Salud.

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  6. Tras una guerra civil se pierde casi hasta la esencia.

    Un abrazo

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    1. Depende de lo que entendamos por esencia, pero se pierden muchos valores del humano. Yo creo, por ejemplo, que la guerra civil española supuso un trauma como pocos en la propia historia, y eso que había habido antes un siglo XIX agitado y cruel, con más guerras civiles, con infinidad de gobiernos y golpes de Estado, con sistemas de gobierno que fracasaron, tanto monárquicos como republicanos, pero lo que de alguna manera durante la primera parte del siglo XX parecía ir tomando otro cariz más unificador, no obstante la permanencia de los intereses clasistas y la misma lucha de clases enconada, saltó por los aires y supuso un trauma de órdago. En la historia española hay un antes y un después de la guerra 36-39. Aún hay reparaciones pendientes.

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  7. Pues seamos objetivos:
    Naida, hablándole,
    no tiene más suerte que yo
    en este momento observándole
    por una grieta.

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    1. Grieta suena grueso (propio de construcción defectuosa) ¿No será solo por una rendija?

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    2. Grieta, grieta. Ha de ser grieta. Se trata de una licencia poética.

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    3. Ah, pues adelante con la licencia poética o de la clase que sea.

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