Bajaron en silencio, dejando atrás la Fortaleza Amarilla, que se iba diluyendo entre la neblina. Los primeros copos de la ventisca excusaban cualquier conversación, cómplices de las reflexiones en que ambos iban sumidos. Alcanzaron la Vijénicka, que la mujer ignoró, pero que él aprovechó para contemplar desde otro ángulo la biblioteca reconstruida. La nieve comenzó a arreciar. No sé si te has dado cuenta pero la nieve me pone melancólica, dijo Naida. La melancolía es una propiedad de viejos, cortó el hombre. Naida se detuvo y se encaró severa con él: es propia de quien tiene motivos, sea cual sea la edad. Nadie está libre. No la proporciona el tiempo, la carga el sentimiento dolorido. Él no se atrevió a llevarla la contraria. De haberlo hecho Naida habría esgrimido razones, algo que venía haciendo con frecuencia, conduciéndolas por los territorios sinuosos del pasado. Se habría enfurecido. No era cosa de incidir sobre el estado de ánimo de la mujer. Se limitó a comentar que iba siendo tarde para comer. La melancolía me quita el apetito, si quieres puedes ir tú. En la taberna del mutilado Suljo, que ya conoces, comerás hasta saciarte. Además para ti será barato. Él ya había advertido el tono desapacible de Naida, pero aquel ímpetu tan adverso le preocupó. ¿Era consecuencia de la amargura de los pensamientos de Naida o le pasaba algo más? Fue prudente y desvió la conversación. Tiene toda la pinta de que la nevada va a ir cuajando, deberíamos llegar cuanto antes a alguna parte donde sentirnos protegidos. Naida estuvo a punto de responder que ella estaba sobradamente acostumbrada a la nieve, al frío, al hambre y en general a la necesidad. Estuvo a punto de gritarle que si de los dos alguien sabía algo de protección era precisamente ella, que tanto le había faltado antes, que tanto le había urgido cuando nadie podía garantizársela. Pero se moderó. Una ha pasado por demasiados rigores, dijo, si bien nunca se hace del todo a ellos. Además no soporto el padecimiento gratuito. Y ¿sabes lo que menos aguanto? Ignorar los recursos para hacer frente a las carencias. Contempló el gesto mudo y ausente de su compañero, volvió a detenerse. ¿Vas a seguir sin decir nada en medio de este tiempo inclemente? Los copos que se iban enredando en los cabellos de la mujer se escurrían rostro abajo, decoraban sus largas pestañas, opacaban sus ojos vidriosos, besaban con fruición sus labios en celo. El vaho de la boca de Naida emitía una llamada de socorro. Quieres que vayamos a la casa silenciosa del otro día, ¿verdad?, dijo por fin él. La mujer sonrió débilmente. La luz de su rostro derritió el hielo que les había paralizado. Necesito un refugio más profundo y sobre todo más sereno que la casa, dijo con voz quebradiza, sin poder evitar que la tiritona conmoviera su cuerpo.
(Fotografía de Inés González)
Primero he pensado que hablabas de la periodista mejicana, pero el hielo, la desazón y diría que le miedo de Nadia me hacen pensar en guerras fratricidas, en Bosnia, por supuesto, su sitio, su desesperación. No sé qué amparo guardan sus sueños ni dónde se encuentra de verdad en paz quien lo ha vivido y sufrido. Se hacen, eso sí, unos perfectos supervivientes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Relativos supervivientes. De todas las guerras han salido infinidad de supervivientes mutilados, enfermos, empobrecidos, con condiciones de vida lamentables. El expresionista alemán Grosz, entre otros, dibujó y pintó muy bien ese tipo de gente que habían salido piltrafas humanas tras la Primera Guerra Mundial. Una guerra es un paradigma del mal y de la catástrofe para todo el planeta, desde la Antigüedad, bien reflejado en narraciones clásicas. A mí me merece mucho respeto, lástima y horror y, cómo no, un sentimiento de culpa como mínimo humano, el padecimiento de los individuos sometidos a la devastación, a las venganzas, al odio. No sé si hemos tomado nota de lo acontecido con esos europeos, cercanos por lo tanto, hace pocos veintitantos años. Si al menos el sufrimiento sirviera como lección para evitar mayores sucesos en el futuro...Pero hay mucho aventurero por ahí con planteamientos retrógrados y veleidades de epopeya.
EliminarMe encanta que traigas escenarios olvidados. Aplaudo tu labor por y para la paz, la guerra es fruto de malas políticas y mucho desatinado deberían aplicarse un poquito.
ResponderEliminarAdriana
No me veo en el papel de pacifista, pero intento ser hacedor de paz a pequeña escala, y te aseguro que nos es fácil ni en el entorno inmediato. En la observación del mundo que me ha tocado vivir soy lo del aforismo de Kraus, y para mí lema: la mitad del tiempo resistiendo, la otra mitad indignándome: rabiando, sintiendo miedo y asco, descorazonándome y a la ves tratando de seguir un carpe diem más calmoso y placentero...Me da especial vergüenza y rabia el olvido, el no querer aprender del pasado, el desprecio por el estudio y la exaltación por la incultura que muestran sectores de la sociedad sobre los que se erigen los torpes e ignorantes de siempre con banderas de odio, de mediocridad y de inmovilismo.
Eliminar¿sabes lo que menos aguanto? Ignorar los recursos para hacer frente a las carencias..."
ResponderEliminarCon tu permiso, me quedo con la magnífica frase que deberíamos hacer repetir, como colegiales, a los líderes de los múltiples partidos políticos de nuestra nación...¿o debería decir patria?, ¿o debería aplicar, territorio?, ¿o lo justo sería aquello de: autonomía?, o región?, o comunidad?...o....ohhh...ohhh
Miquel; desde el UHF de su señora.
Pues eso, oh. Ratifico tu interpretación o, mejor dicho, la proyección adecuada que haces. Salut.
EliminarHago mías las palabras de Naida: "la melancolía es propia de quien tiene motivos, sea cual sea la edad". Un placer leerte. Un abrazo
ResponderEliminarY sin embargo, con motivos o sin ellos, es enfermiza. La bilis negra. Propia del otoño, según la ancestral teoría de los cuatro humores.
EliminarGracias, Neo.
La cultura es el paisaje más o menos nevado que permite la presentación del tipo melancólico. La melancolía es de viejos, de los que han caminado bajo los nubarrones y por unos senderos con zarzales. Por el camino, por las cunetas, hay muchos recuerdos enterrados y mucho dolor. Ha habido muchos muertos y ya no queremos ser engañados más. Y no queremos soportar más dolor gratuito para unos e interesado para otros.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Demasiado dolor. Y el dolor se transmite de unas generaciones a otras. Qué fácil hubiera sido afrontar de una vez la cuenta pendiente. Qué fácil dejar los irracionales cantos épicos que pueden repetir el dolor. No queremos ser engañados más. Pero el engaño es dinámico, dialéctico, nunca cesa. Saludo.
EliminarAy qué pena, darse cuenta de las miserias y perfidias humanas tan pronto en la vida. Ese fue el caldo de cultivo de nuestros primogenitores.
ResponderEliminarPuede repetirse, no digo más.
EliminarSolemos ver el paisaje según nuestro estado de ánimo. Herencia romántica, sin duda. A mí me gusta el momento en el que cesa el viento y la nieve y todo está limpio y en silencio.
ResponderEliminarEse momento da más seguridad. Pero si te das cuenta la gente suele acoger con alborozo los primeros copos. Lo malo es que la nieve y el hielo acaban convirtiéndose en hostiles para determinadas práctica. Para otras, años de nieves...Creo convertimos en metáforas y símbolos varios cada fenómeno de la naturaleza, cada criatura, cada vegetal o mineral incluso.
EliminarLo observado es el observador, pequeño Fackel. Me sorprende la perspicacia que trasluce tu opinión sobre la melancolía. En este caso (líneas arriba) el prisma deformante del autor consigue definirla con una precisión absoluta. Imagino que hay una historia que lo explica.
ResponderEliminar¿A quién no le persigue la melancolía? Creo que se trata de no ceder a su tentación y de no confundir los higos con las brevas...en materia emocional. ¿Una historia, dices?
EliminarMe encanta como sin dar detalles de dónde podrán estar, qué estarán viviendo, consigues que me monte un escenario totalmente ficticio pero real en mi cabeza y vea a los personajes vivindo todo eso. Además, la nieve es mi paisaje favorito a pesar de que por mi zona no hay mucha. Quizás por eso, jajaja
ResponderEliminarAbrazos :)
Hola, Re. Hay unos cuantos capítulos anteriores, todos llevan el nombre de Naida en el título de las entradas, donde algo se dice acerca de donde están y de lo que viven, o al menos de lo que se cuentan los personajes respecto a lo vivido. Lo digo por si no los habías visto antes. Montar un escenario de imágenes ficticias -paisajes, personajes, situaciones- es algo que a mí me gusta mucho cuando leo una novela. Por eso mismo no me gusta ver nunca antes una película basada en una novela, no me gusta que me condicionen los rostros de los actores, por ejemplo. La nieve...tu zona ¿pertenece a la España desertizada? Sí, suele ocurrir que tendemos a buscar o recrearnos en lo opuesto de lo que conocemos. Y lo digo en sentido amplio. Gracias.
Eliminar