"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 8 de mayo de 2019

Aquella piedra escondida





Una vez sentí el hálito de una piedra. Su alargada redondez era un capricho. Su porosidad una llamada a lo profundo. Su tersa suavidad una caricia. Su bruñido aspecto encendía luz en mi obscuridad. También era más que calor. No era mi mano la que desprendía aquel fuego recóndito. No la había dejado a mi alcance un meteoro que se hubiera dividido en pedazos. Fue un soplo en cuyo renacimiento yo me confortaba. Una brizna única en el jardín de los anhelos. Yo alimentaba aquella piedra día a día. La hablaba, me elevaba con ella, me sumergía en lo ignoto. Su hechizo me desarmaba y me construía. Obraba como curación y me envenenaba como el áspid. Pero en mi mano la piedra temblaba y yo, con ella, temblaba. Un día su presencia se hizo oculta. ¿Qué fue de aquel guijarro, mitad océano, mitad volcán? ¿A qué extensión huyó? Su textura se alejó de mi mano. La busqué entre las oquedades de mis sueños. A veces, en alguna de las ensoñaciones me parece percibir aún su vitalidad. Oír su peculiar voz. Hasta que el desgarro del alba la aleja de mi piel.




14 comentarios:

  1. Me gustan las piedras,sus formas,sus colores,su textura, sus brillos...y me gusta esa forma suya de contar.

    Se me ocurre un haiku:

    Hálitos sentí
    al estrujar las piedras
    entre mis manos.

    Adriana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bonito, sí. Unos textos llevan a otros textos. ¿O son las piedras?

      Eliminar
  2. Sustituir las piedras por tus piedras. Mejor,¿no?
    Adriana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé. Cada piedra tiene su significado. Incluso las que se producen, cavernosamente, en el interior del cuerpo.

      Eliminar
  3. Debió sentir tu alejamiento propio del desarrollo de todo ser y de deslizo entre tus dedos sin que enteraras. A eso le llamaban los mayores crecer y los niños suelen desear hacerlo para agradar a la vida que se lo exige.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero como habrás advertido por tu propia experiencia seguimos creciendo hasta el último día. (Parte de ese crecimiento también es la merma, en el caso humano)

      Eliminar
    2. Ciertamente, en la última década ese aprendizaje se multiplicó exponencialmente y me ofreció la oportunidad no sólo de ampliar horizontes mentales y emocionales sino de ayudarme a encontrar gran diversidad de respuestas a mis múltiples interrogantes vitales pendientes. Una magnífica amortización temporal! ... hasta alcanzar y reconocer mi propio nivel de incompetencia , entre otros.

      Eliminar
    3. Pero el tema sería muy interesante de prospectar e intercambiar, pues a veces a nuestra edad se tiene la sensación de que hemos perdido el tiempo en años tempranos, verdad a medias pues ha sido experiencia y lo del aprovechamiento del tiempo siempre es discutible y según criterios. Y ahora nos invade una mezcla rara de calma necesaria y de ansia por conocer y procesar lo vivido, no me explico bien pero ya digo que es digno de diálogo.

      Eliminar
  4. Años ha, y en muchos pueblos del Pacífico, se pagaba con piedras. Cuanto más vistosa y extraña, más valor tenía.
    Llegó Occidente y todo cambió.
    Salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y con metal y con sal...El trueque es muy antiguo. Aunque hay valores impagables, no expresamente ni de uso ni de cambio. Como la piedra del texto.

      Eliminar
  5. Es evidente que tú no tenías la piedra. Ella te tenía a ti.
    El embrujo de lo mineral.
    Un saludo, Fackel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En efecto, en efecto. Así fue. Hechizos.
      Saludo de jueves.

      Eliminar
  6. Ese talismán redondeado y suave, compañero de vida, un día, sin saber por qué, decidió salir de tu vida y buscar un nuevo dueño, o, tal vez, un nuevo siervo

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya lo había pensado, Albada. Los talismanes tienen derecho a dejarse mecer por otras manos. Quién sabe.

      Eliminar