"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 13 de octubre de 2006

Pamuk con té o con café

Estaba leyendo amablemente desde hace unos días un libro titulado Estambul, de un escritor turco del que apenas sabíamos. Lo saboreaba, me dejaba embriagar por aromas y recuerdos perdidos. A veces recorría ávido y nervioso sus páginas buscando las claves de una ciudad legendaria, como antes lo hiciera con la Praga Mágica de la mano de Ripellino. El acompañamiento además de fotografías bien históricas de la ciudad, bien personales del autor, estimula y vincula la lectura a un mundo que escasamente conocemos. Mira por dónde hace escasos posts yo criticaba el tema de los premios... y zas, va la Academia Sueca y me derriba. Imprudente de mi. No tengo conocimiento de causa excesivo sobre si la concesión del Nobel a Orhan Pamuk es conforme a suficientes méritos literarios (¿cómo se valoran?) o si es oportunidad política (¿por qué no valorarla?) por el hecho de que Turquía llama a la puerta europea. En los próximos días ya se encargará la prensa de decirnos algo al respecto. Pero eso es lo de menos. Sólo sé que el libro me está gustando y que reconozco las voces que Pamuk ha levantado siempre por el reconocimiento pleno de los derechos humanos en Turquía. Que haya tomado partido condenando además el genocidio armenio de 1915 le honra doblemente. Adjunto unos párrafos diferentes para ser degustados con té o con café...

"...Desde mi niñez siempre he vivido en algún altozano desde el que se veía y se controlaba el Bósforo, aunque fuera de lejos y entre edificios, cúpulas y colinas. Posiblemente por el significado moral que comporta el poder ver el Bósforo aunque sea de lejos, en las casas de Estambul la ventana que da al mar ocupa el lugar del mihrab de las mezquitas (o del altar de las iglesias, o del tevan de las sinagogas) y los sillones, sofás, sillas y mesas de comedor se disponen de manera que miren siempre en esa dirección. Otra consecuencia de que el Bósforo se vea desde las casas es que desde un barco que entre en el estrecho desde el mar de Mármara se ven millones de codiciosas ventanas abiertas que se cortan la vista, que se cortan el paso despiadadamente para poder atisbar el Bósforo y dicho barco..."



"...Mi punto de partida había sido la sensación de un niño que miraba una ventana cubierta de vaho. Ahora llegamos a lo que diferencia la melancolía de la amargura. Nos aproximamos no a la melancolía que siente una persona individualmente, sino a ese sentimiento oscuro compartido por millones, a la amargura. Estoy intentando hablar de la amargura de toda una ciudad, de Estambul...la amargura, que tanto se parece a la melancolía y que nosotos asumimos con orgullo y que compartimos como comunidad. Eso significa que hay que observar los lugares y los momentos en que se confunden el sentimiento mismo y el entorno que hace que la ciudad lo sienta. Hablo de los padres que regresan a casa con una bolsa en la mano bajo la luz de las farolas suburbiales en noches que caen demasiado pronto. Hablo de los libreros ancianos que se pasan el día tiritando de frío en sus tiendas esperando un cliente después de una de esas crisis económicas que se producen cada dos por tres; de los barberos que se quejan de que los hombres se rapan y se afeitan menos después de las crisis..."


Lo siento, tengo que dejarlo, la continuación de la lectura me espera. Y eso es materia reservada e íntima para mis propios sueños.

3 comentarios:

  1. ¿Sabes que huelen bien los aromas de Estambul?

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  2. Fackel ya nos contarás si esa lectura merece la pena cuando la acabes y podamos saber si tan sólo ha sido un premio político o no.
    Yo dudo.
    Un saludo

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  3. Los olores memorizados traen siempre una cola de imágenes, aunque se manifiesten como breves relámpagos. Suficiente.Intento ver/leer de esta manera el libro, y hacerme pasar por Pamuk (sin Nobel) o sea, niño, mientras lo leo. Al final diré o no diré, porque uno es benévolo por naturaleza (a veces)

    Buenas y profundas noches

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