"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 12 de octubre de 2024

Ese soy yo, dice el superviviente. Un Nobel bien merecido para los hibakusha de Japón

 


Ese soy yo, nos dice Tarumi Tanaka, que no es un personaje de ficción. La ficción quedó en la fotografía escolar de Tokio, un tiempo antes de que aquella fatídica mañana de agosto se nublara en Nagasaki. Tarumi Tanaka, que llora aunque no quisiera llorar, dice: no quiero recordar por recordar ya más aquello, sino advertir. Los hibakusha, los que sobrevivimos de las dos ciudades enviadas a los infiernos, llevamos años advirtiendo. Es meritoria vuestra labor de trasladar conciencia, le replico, pero, ¿hasta qué punto es también la conciencia del mundo entero? Vamos quedando menos de aquella catástrofe, ¿sabes?, los que entonces éramos niños. Aunque el cáncer y el deterioro general de nuestras edades aún nos respetan. Si no seguimos advirtiendo y nosotros desaparecemos, ¿quién portará la llama de rebelarse contra la barbarie?

Mientras yo sigo imaginando esta conversación con Tarumi Tanaka, el panorama mundial es desolador. La tentación de utilizar abiertamente las armas nucleares y otras tan exterminadoras está al alcance de varias potencias que las poseen. Y hay, entre tantas guerras, algunas que parecen estar tentando a la suerte, que no es la suerte, sería el desatino de quienes las aplicaran de nuevo. Que le haya sido otorgado el Nobel de la Paz a la organización denominada Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha de las 47 prefecturas de Japón, sirve no solo para un reconocimiento sino para mantener vivo el debate sobre la promoción y uso del armamento nuclear. En ese sentido considero un Nobel merecido y constructivo y, por lo tanto, bien otorgado. Aunque los premios, los gestos de buena voluntad o los discursos bienintencionados no detengan las guerras. 

No todos los Nobel han sido siempre ni justos ni oportunos, principalmente los Nobel de la Paz, tantas veces motivados por el oportunismo político en lugar de la verdad justa. Aún me viene a la memoria aquella concesión del premio en 1973 a Henry Kissinger junto con su enemigo vietnamita Le Duc Tho, como si los invasores y depredadores estuvieran en el mismo plano moral que los atacados, invadidos y defensores. Por cierto mientras el vietnamita rechazó el Nobel -"mi país no está aún en paz", dijo- Kissinger tuvo la arrogante y cínica actitud de quedarse con él. Saque cada cual sus propias conclusiones.



* Fotografía tomada de El País.

* Icono de la organización Nihon Hidankyo.


2 comentarios:

  1. Un premio Nobel de la Paz muy bien otorgado y merecido, lo que no es muy frecuente.
    Saludos.

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    1. No lo suele ser en ese ámbito de la paz, no. Si sirve para algo...

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