"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 16 de octubre de 2024

Ecos lejanos, 15

 



¿No iba a llevarme por las avenidas de tilos, mi impulsiva amiga? Más bien me desvía y me conduce por zonas desconocidas. Cualquier otra zona es también ciudad, ¿no cree?, suelta Else con descaro. A un burgués bienpensante como usted le puede venir bien un baño de anomalía. La miro con asombro. Aunque no soy asustadizo anomalía es una palabra que siempre me ha resultado inquietante, ¿sabe? No sé por qué a usted le parece que mi normalidad es comodidad. ¿Solo porque me ve sentado metódicamente en un café, sin mayores aspavientos que leer o escribir un rato? Usted, Else, no sabe de la movilidad y desasosiego que hay dentro de mi mente,  como desconoce qué clase de vida llevo más allá de la hora puntual del Josty. 

Else se muestra picajosa. A los hechos me remito, y es cierto que si bien ignoro casi todo de usted hay determinados tics que le retratan. Y no me refiero solo a su quietud apacible o al hecho de que no quiera entrar al juego de las palabras con tertulianos. Tengo la impresión de que usted es un hombre al que no le gusta arriesgar. No es decidido para enfrentarse con los tiempos revueltos. Ni siquiera se le ve tentado de seducir o dejarse seducir. 

Hemos tomado la orilla del Spree, los edificios elegantes han ido quedando atrás. Caminamos con un ritmo pausado, practicando una tertulia que Aristóteles hubiera llamado peripatética. Un método a través del cual los pensamientos se iluminan más y las ideas tienden a ser menos cerradas. ¿Habrá alguna relación entre el cerebro y las tripas que ya el sabio vislumbró en su época? No se fíe, Else, de lo aparente. ¿Quién le dice a usted que no soy un hombre de doble vida? Y doble vida significa tanto variedad de pensamientos diferentes como comportamientos alternos y muchas veces opuestos. Por supuesto, no se le ocurra verme como aquel médico de día que era monstruo de noche, aunque, no crea, en ocasiones he pensado en el peligro de que las dobles vidas no se articulen o, mejor dicho, no se armonicen. Para la mayoría de los individuos desdoblarse es también destruirse. Para mí solamente disgregarme. Y en esa disgregación, que uno pretende bajo control, hay mucha persecución no solo de un pensar sino también de un sentir desde otro cuerpo o, si prefiere, desde una personalidad diferente.

Else se ha quedado por un momento paralizada. Reacciona. Si le dijese que este prototipo que usted me plantea sobre sí mismo no me espanta sino que incluso me resulta admirable, ¿me creería? Hablamos de hipótesis solamente, replico. Si me ve como personaje literario sería llevadero. Si de pronto me manifestara como algo tangible acaso usted saldría corriendo. Else se ha echado a reír. 

Cada vez nos alejamos más del centro próspero y confiado y rastreamos barrios sombríos, de callejuelas desoladas, arrostrando silencios sospechosos. No sobra luz por las avenidas de la urbe pujante, pero por estos arrabales que, no siendo extraradio, se quedaron decrépitos las sombras generan extraños fantasmas. Quiero que conozca la ciudad que nunca duerme, simplemente porque esa ciudad que muchos ignoran no tiene dónde caerse muerta, salta Else.



*Fotograma de La calle sin alegría, de Georg Wilhelm Pabst

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