"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 20 de octubre de 2024

Ecos lejanos, 16

 


Tienes tu vida y yo la mía. ¿Acaso piensas que sería posible combinarlas? ¿De qué manera podríamos vivir si la pasión es reducida, ya no es acompañada por el vigor y, principalmente, por un cierto grado de ilusión si no de significado? ¿O si apenas compartimos otro bien que no sea un pasado cargado de memoria de lo experimentado pero ahíto de insatisfacciones? 

Las preguntas de la mujer me agobian. Ella continúa. Dices que a ti no te importa la distancia de los lugares donde vivimos. Que podríamos encontrarnos ciricunstancialmente o vivir en una perpetua comunicación. ¿De lejanías y de frustraciones? ¿Sorteando nuestras contradicciones con palabras escritas y alimentando nuestra imaginación de modo oscuro sin sentir el verdadero tacto de un cuerpo ni advertir las expresiones de un rostro? Nos veríamos arrastrados a vivir atenazados por los recuerdos. A pretender ser los mismos de entonces cuando ahora somos otros, ya siempre otros. Es obvio, tú eres tan posibilista que crees que la atracción reside ahora en que nos veamos como renovados y que el reencuentro es una clase de encuentro nuevo del todo. 

Me ha turbado. Percibo lo que opina como si buscase la excusa para poner punto final. Me hace dudar, pero me resisto. Somos nuevos y más enriquecidos por todo lo vivido, le digo. ¿No es bagaje suficientemente atractivo para reintentar lo que fue y quedó interrumpido por la historia? ¿No contamos con más elementos de conocimiento mutuo que nos lo facilita? Ella es implacable. ¿No es lo desconocido, el partir de no saber nada de un pasado de dos personas, lo que más incita y seduce? ¿No es el intento constante de descubrirse el uno al otro, pero a la vez como un efecto bumerán hallándose cada cual a sí mismo, lo verdaderamente poderoso? Y eso ya no existe. La historia siempre es la excusa para quienes jamás se entendieron a fondo, para los que no supieron comprender lo que vivían. En el amor como en la revolución, y de esto supimos bastante, o simplemente en lo que cada cual acumula dentro de sí el riesgo es la nostalgia. Con nostalgia se puede vivir, pero también te ves abocado definitivamente a aceptar la soledad. La nostalgia con ánimo de retomar una relación puede ser una condena de ambos. Te diré más. A lo largo de todos estos años de no saber nada de nosotros, ¿no hemos probado más de una vez con otros hombres o mujeres? 

No puedo ocultar una sonrisa de asentimiento. La interrumpo con un argumento tramposo. Acaso lo hemos hecho buscando reemprender lo que tú significabas para mí y yo para ti, aunque con otros rostros, con otros cuerpos. Se revuelve. No seas cínico, no hagas de menos a cada individuo que ha llegado en algún momento a nuestras vidas, siquiera por tiempo breve. La vida y la humanidad es un océano, y nosotros apenas una gota que puede ser sustituida o absorbida por otras gotas. Todo el mundo tiene la propia necesidad de satisfacer sus afectos. Cuántos nos han sorprendido y han hecho que nos viésemos como jamás alguien anterior nos había mostrado. Cambiamos, siempre somos diferentes. Dirás que envejecemos, pero envejecer se puede mirar de otro modo. Tal vez sea solo una sustitución de objetivos más que de sujetos. Un salto de vivir pendientes de vernos en otros a contemplarnos más a fondo y sinceramente a nosotros mismos. Además, te lo propongo, ¿por qué no reduces esa obsesión tan mental por reiventarte a ti mismo solo a través de una permanencia conmigo? 

Un cuervo se ha posado sobre la rama fría de un árbol. ¿Me veo en el espejo?



*Fotografía de Inés González.


5 comentarios:

  1. Se va confirmando, lo que dije anteriormente. Esta fémina es una araña que va tejiendo su tela poco a poco. Tu personaje acabará sin sus jugos vitales, absorbidos.

    ResponderEliminar
  2. Hay asuntos que son como la gota de agua de la tortura china… Pero tú, aun poniéndote serio, no puedes perder la sonrisa. Por mi parte, de poder elegir, me quedo con tus antiguas crónicas de Naxos. Tan bonitas y luminosas como las paletas de colores de los pintores del Quattrocento.

    Chiloé

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay que probar -ejercitar- de todo. En efecto, aquellas crónicas me hicieron pasar muy bien rato, y otras, pero las historias que se sumergen en pasados remotos donde hay que imaginar prácticamente todo son tan estimulantes...Y los cuentos japoneses me transportaron también, tanto que me hicieron que ciertas malas temporadas vitales las superara sin mayores quiebras. También me lo pasé muy bien con la poesía arábiga (es un decir, muy subjetivo) del blog de La sombra de la nube. ¿Llegaste a conocerlas?

      Eliminar
  3. Navegamos num oceano, podemos pensar que conhecemos tudo e todos, até nós próprios...mas há sempre um lugar escuro... que nem sempre vemos, nem sempre conseguimos enfrentar....
    Texto interessante para meditar...
    Beijos e abraços
    Marta

    ResponderEliminar