¿Cómo se recuerda a usted mismo en los mejores años de juventud? Se lo dije con tono jocoso y amigable al pasar delante de la cervecería U Zlatého tygra. Y no por casualidad, sino porque un grupo de soldados jóvenes salían del local, cantando estrepitosa pero desafinadamente viejas tonadillas que hablaban de muchachas que atravesaban el Ultava por la noche para corresponder a sus amantes de la otra orilla.
Mi amigo se encogió de hombros. ¿Usted cree que me acuerdo de lo que he hecho?, respondió apacible pero con una inflexión pesimista. Casi recuerdo más bien lo que no hice. El pasado de uno ya no reside en el cerebro siquiera, se ha diluído por todos los territorios y canales del cuerpo, recorriendo arterias, vías renales, líquidos sinoviales o los humores de la pleura misma. Alterando todos los órganos y espacios más recónditos. Cuando se diluye el pasado eres otro. Y si te empeñas en rememorar lo que hiciste en realidad te estás inventando parte de lo que hubo. En ese acto de volver atrás con el pensamiento hay una porción imprecisa en que consciente o inconscientemente nos engañamos a nosotros mismos. ¿Porque el cerebro confunde lo vivido y lo deseado pero que no experimentamos? ¿Porque hay una tendencia a adulterar caprichosamente el pasado, pues el deseo y las aspiraciones siempre son largas presencias que no gustan de dar el brazo a torcer? ¿Porque el ayer marca, desgarra, roe las entrañas de los hombres? Si a ello le sumas que uno escribe, sin saber muy bien con qué objetivo pero sí porque lo pide el cuerpo, y uno se identifica con personajes múltiples, que por un lado recorren el mundo y por otro danzan en tu cabeza, ya no distingues que hubo de ti ni quién fue tu padre.
Su contundencia grisácea me asustó. ¿Se enorgullecía o se avergonzaba de sí mismo? Giré la tuerca. Pero usted mantendrá imágenes propias, solo o conversando con el padre o jugando con sus hermanas o de aprendiz en la oficina o de paseo en los parques, incluso de aquellas cervecerías que frecuentaba. Y no quiero entrar en otras intimidades que no debe usted revelar jamás, aunque llevado por el furor de la edad las expresase en algunos oscuros locales de la Malá Strana. El hombre echó una carcajada. Repentinamente calló. El pudor es una buena llave que encierra aquellos espacios que solo son tuyos. Incluso hay que preservarse frente a las personas próximas, por muy íntimas que se ofrezcan. A veces incluso se lo oculto a los personajes de mis relatos.
Nos habíamos quedado parados delante de la puerta abierta de la taberna. La ruborosa cantinera hizo un gesto desde la barra que no pudimos rechazar. ¿Entramos?
Dicen que Kafka se pasaba días enteros allí. La melancolía de los lugares refugio hoy convertida en turismo. Como leer a Kafka sin ganas de comprender que su tiempo se parece tanto al nuestro...
ResponderEliminarEntremos.
En efecto, así debió ser.
EliminarLeer a Kafka como bicho raro no tiene sentido si no estableces un puente que es un río que es su tiempo que es el nuestro.
El turismo masa es un tema que me suscita cada vez mayor aversión.
Por suerte, aún hay principios básicos, que hacen que algunos mantengan esos auténticos templos de la civilización más primaria, la de las necesidades básicas, una cerveza, una cuartilla y una pluma.
ResponderEliminarA veces incluso un buen interlocutor. Pero es más arriesgado.
EliminarOh, no, seguro que siempre es bien hallado.
EliminarOjalá.
EliminarA mi no me provoca aversión el turismo masa, en cambio la falta de valores y de ética sí me preocupan. A medida que me he hecho más mayor, mi grado de tolerancia se ha incrementado.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Se puede sentir aversión hacia un fenómeno histórico determinado -y la masificación genera mal estado- y sentir preocupación por la degeneración o ausencia ética de muchos comportamientos y no te digo por la carencia de civismo de muchos. Luego no nos extrañemos de lo que se vota (a demagogos, falsarios, voceadores, mentirosos, violentos)
Eliminar¿Y las experiencias de cosas no realmente vividas cuentan como los de las realmente vividas?
ResponderEliminar¿porque el vengador de experiencias es engañarle como el cuentakilómetros de un coche?
Más aún... ¿ cuentakilómetros va con k o con q? porque con k keda horrible.
Viene a cuento de eso de que lo que no te mata te hace más fuerte. Aquí, Kafka no tose, porwue es más joven.
Pero en los capítulos anteriores tosia mucho. Aquí el comentario se volvía borde, adi que me lo ahorro, porque ya se entiende
Abrazooo
Demasiadas preguntas cuya respuesta no está en mis manos. No sé si lo que no te mata te hace más fuerte, ni si lo que no mata engorda, pero por si acaso evitemos que nos maten y no dejemos de comer, salvo que no tenga buena pinta.
EliminarEsa taberna parece más bien un refugio en la tormenta.. no hay peores tormentas que las interiores.
ResponderEliminarLa memoria siempre es falsa, es mejor asumirlo y seguir con otra cosa. El cerebro nos protege, envuelve el pasado en una neblina que nos entrega una versión adulterada de lo que fuimos. Es un mecanismo de supervivencia, como no beber del agua que huele mal o alejarnos un poco del fuego..
Saludos
Si, las tormentas internas además de recurrentes pueden tener una intensidad severa. Aunque no por ser internas quiere decir que solo se deban al propio individuo. Fuera siempre soplan vientos muy agitados, en ocasiones coléricos.
EliminarUna vez superado el momento en que ejecutamos una acción y desaparecido ese instante todo se convierte en humo, pero ojo que ese humo puede dibujar siluetas que no eran las originales. Y nos pasamos el resto de la vida ensoñando esos dibujos a los que concedemos el término de recuerdos, memoria, etc. En fin, valga todo o casi todo con tal de asegurarnos mecanismos de supervivencia.
Todo se convierte en humo... una gran verdad.
EliminarPero, ¿hay dos humos iguales? ¿Incluso los que se originan del mismo fuego?
EliminarHá boas e más memórias...e tudo depende da forma como as encaramos...viver o melhor possível....
ResponderEliminarBeijos e abraços
Marta
Hay tanto de ficción en los recuerdos...¿Realmente recordamos tal cual fue o modificado por lo que nos interesa?
EliminarEscudriñar el pasado es un arma de dos filos. Pero considéralo un bien natural.
ResponderEliminarAnder.
Haré lo posible, aunque más que un bien diría un don, con resultado incierto. Gracias, Ander.
EliminarEntremos, y compartamos un café con la vida de fondo.
ResponderEliminarMaravilloso relato, Fackel.
Un abrazo.
La vida como relato, como entretenimiento coloquial, como acompañamiento simplemente del café o la Pilsen.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarsupongo que todos mitificamos nuestro pasado. Algunos, para fanfarronear; otros, para mitigar el dolor ante lo que pudo ser y no fue.
Hace poco leí una de esas frases tan sencillas que parecen mazazos: conforme vamos creciendo tenemos más pasado que futuro. El territorio del pasado es enorme, infinito.
Salu2.
Te refieres más bien a que sublimamos el pasado, supongo. Probablemente. Intentamos justificarlo y si ha sido interesante airearlo para darnos importancia. Si no, callamos.
EliminarEsa frase que ves como mazazo es matemática pura o, mejor dicho, cuestión cuantitativa. El tiempo corre y los límites están ahí. Hay más territorio pretérito con la edad, y si llegamos a viejos nos sorprenderemos de la duración del vivir. Hay otra expresión que considero estúpida. La de que la vida es corta.