"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 21 de agosto de 2019

Naida se pregunta sobre los primeros recuerdos




¿Sabes cuáles son los recuerdos más antiguos que tengo?, me espeta Naida. No sé, respondo por inercia defensiva. Ella pone cara soñadora, como si sus ojos se fugasen, y habla con parsimonia, haciendo recuento de imágenes. Los más antiguos tienen siempre para mí la forma de un sabor, la textura del aire, el tono melódico de una canción, el tacto firme de unas manos que me salvan generosamente de las manos imprudentes. Por ejemplo. Claro que si me hiciera mañana la misma pregunta acaso la respuesta fuera diferente. Pues la memoria es caprichosa cuando fluye, pero tiene algo de autenticidad, que no de fidelidad, porque está en esa línea en que lo deseado y lo vivido se confunden. Y entonces podría responderme de manera más precisa: cuando mi madre me llevó al cine, o cuando mi abuelo me acercó a la escuela, o la primera vez que monté en el tranvía a Ilidza donde vivía la tía Vesna, o la poca apetencia que tenía por la ensalada de tomate. ¿Quieres decir, intervengo, que unas veces te vienen de frente sensaciones y otras escenas precisas de la película de tu vida? Algo así, remata Naida, aunque a veces se encuentran por el camino, y añade con la sonrisa propia de su sagacidad: ¿crees que se borrará toda esa memoria de las vivencias primitivas? Dicen que son las que menos se pierden e incluso más se recuperan, digo ufano. Naida se afirma en su indagación. De todos modos no es algo que me preocupe demasiado, lo que siempre me ha inquietado es saber por qué determinadas experiencias, fueran las percepciones de los sentidos, o el calor de lo vivido con las personas, han pesado, y lo hacen todavía, sobre mis gustos o mis tendencias o simplemente en mi manera de conducirme. ¿Serán misterios perpetuos que nunca acabarán de explicarnos nuestra personalidad madurada? Tampoco me importa saberlo. Siempre es estimulante conservar una parte de los viejos enigmas. Ese viejo y revuelto desván que jamás clausuramos del todo. 



(Fotografía de Inés González)

18 comentarios:

  1. Muchas vivencias primitivas se deshacen como azucarillos, y muchas otras, sobre todo asociadas a miedo, aromas o grandes alegrías, perduran. Pero la memoria, como dices, es muy caprichosa.

    Un abrazo y feliz día.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ciertamente, como dices. No sé qué tienen los sentidos -la memoria de los sentidos- que dispone de una larga mano sobre nosotros y alcanzan más que las imágenes del detalle. De hecho, creo que impulsan el detalle.

      Eliminar
  2. Mis primeros recuerdos oscilan entre los tres y los cuatro años. De antes, solo tengo sensaciones que no sé si se corresponden a la realidad. Y mi época cenital en el mundo de la infancia es la que transcurre entre los cuatro y seis años, edad en que hice la Primera comunión. Sobre ese periodo he escrito mucho. Y sí mucho hay de percepción de los sentidos pero también sentimientos. Ciertamente, todo ello pesa sobre nosotros ya adultos. Pienso que yo ya era a la edad de seis años y todo lo que ha venido ha sido desarrollo de aquel niño que era como era. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A las edades que citas pienso que íbamos siendo. Yo no sabría poner una delimitación clara. Además hay quien tiene procesos más veloces y otros los hemos tenido muy demorados. Y suele persistir toda la vida ese sistema, aunque nos haya tocado correr. Buen día de sol y nubes.

      Eliminar
  3. Los recuerdos se confunden a veces porque hemos visto fotografías de esos momentos o porque nos han contado cosas tantas veces que las hemos incorporado a nuestra vida como si las recordáramos realmente. Los recuerdos verdaderos son los que nunca se han fotografiado y quedan dentro de nosotros.

    Quizá más tarde recuerde otra cosa, pero mi primer recuerdo real sin fotografía ni narración viene de un festival en el que yo representaba a una niña que cazaba una mariposa. Tenía cuatro años.

    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es decir que deduzco del primer párrafo que se produce una cierta adulteración de los hechos del pasado más lejano que creemos transformar en recuerdos. Es probable. No sabría ahora definir qué recuerdos son verdaderos y cuáles sobredimensionados o incluso ficcionados parcialmente.

      Lo del festival...¿no serías la mariposa que cazaba a una niña? (Recuerda el sueño de Chuang-Tzu (O Zhuangzi)

      Eliminar
  4. Los recuerdos me traicionan. Siempre los pintarrajeo y acaban siendo una caricatura. Prefiero no tenerlos presentes. Así, si fueron malos , los olvido; por el contrario, si me dieron alguna satisfacción, no los comparo con los anteriores.
    salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un método, deduzco, y si te sirve pues nada que objetar. Cada cual tiene sus propios recursos acerca de qué recordar o qué obviar del pasado. Salut.

      Eliminar
  5. “Cada maestrillo con su librillo”, aunque muchos se asemejen conforme a circunstancias. Me parece.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Equilicuá. Semejanzas próximas o lejanas, pero ya sabes, humanus sumus. Buen día.

      Eliminar
  6. Primeros recuerdos que pueden ser agradables o desagradables y que nos conducen hacia caminos desconocidos.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero en cualquier caso son parte del aprendizaje. Y desde luego que los caminos asomaron desconocidos, porque la referencia de infancia, la gente que nos protegía y el hábitat, todo aquello iba a durar lo justo. Gracias, Rosa Mª.

      Eliminar
  7. Mis primeros recuerdos van unidos al color: el gorro blanco,el de los malditos leotardos que al ponerlos se retorcían, la envoltura del primer bombón más que su sabor, el color de un abrigo, de un coche, de un esmalte de uñas, de las sotanas y hábitos varios...Después vendrían sabores, aromas, palabras...

    Adriana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entiendo que los primeros recuerdos eran más bien las apariencias, los continentes, las formalidades de presentación (huy y ag de esas sotanas y hábitos) Por cierto entre mis segundos recuerdos estaban las tocas aquellas que se ponían las monjas, me daban pánico, salía corriendo, me hacían llorar las muy...santas.

      Eliminar
  8. De apariencias nada, era felicidad o no unida al color. El primer recuerdo del que soy consciente fue el nacimiento de un hermano. Tenia 3 años y 10 meses. Lloré hasta que pude tenerlo en mis brazos, con ayuda ,claro. Recuerdo perfectamente lo feliz que me sentí y los colores de objetos que había en la habitación.

    Adriana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo de apariencias no tenía connotaciones descalificadoras, eh. Pero se agradece el matiz de la felicidad. Por cierto, ¿no es la felicidad algo sensorial y a mayores emocional? Pues eso de sostener al hermanito con tres años es precioso. Más que un ritual toda una necesidad de palpar al advenedizo y de valorarte con él en brazos. ¿Cuánto tiempo te permitieron? ¿Cuántos había detrás controlando la jugada? Maravilloso lo de recordar colores. ¿Fue una premonición propia para animarte alguna vez a darle a los pinceles?

      Eliminar
  9. Ese hermano y su familia siempre tienen detalles muy bonitos como regalarme pinceles cuando estuvieron en Florencia que me dan muy buen rollo o de Venecia otro decorativo de murano.
    Otro dia le cuento un regalo reciente de una sobrina que tiene que ver con alguno de sus poemas.

    Adriana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ah, Firenze, Firenze, cuántos recuerdos a orillas del Arno. Por ahí debo tener el tintero de cristal y plata y la pluma (tal cual) florentinos que tuvieron a bien obsequiarme. Cuente cuanto quiera y matice lo de los poemas.

      Eliminar