"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





lunes, 9 de octubre de 2017

Pongamos que me llamo Brecht y que he resucitado para volver a morirme esta vez de asco y en Sheparad




















"Amb el foc primer cremes
la llibertat."

Salvador Espriu. La pell de brau.


"Con el fuego primero quemas
la libertad."

Salvador Espriu. La piel de toro.



No, ellos nunca pelean entre sí.
No.
No son líderes contra líderes
ni ejércitos contra ejércitos
ni regiones contra regiones
ni partidos contra partidos
ni ideas contra ideas
y mucho menos el capital
contra el capital
quienes van a llegar a las manos.

Ellos juegan a enfrentarse
sobre el tablero de juego virtual
y el trabajo sucio
la peonada de la sinrazón
eso de salir a la calle
disparando consignas rancias
encararse unos vecinos con otros en cada rincón
chocar en la mesa familiar
hablar mal del prójimo
desde la cómoda tertulia de un café
romper relaciones e intercambios
amenazar veladamente
escribir tuits efímeros con insultos
colgar banderas de análogos colores
para que se sepa que eres un valiente
de la cobardía porque prefieres un símbolo
a un argumento y una invocación
al diálogo
todo eso y más lo hacen siempre
los idiotas.
Nosotros. Ese ente tan abstracto
al que unos (evocando episodios nacionales) llaman el pueblo otros
(más ambiguos todavía) la gente
otros (los menos) los trabajadores
nos denominan masa los intelectuales cínicos del silencio
y los más pérfidos y que mejor saben lo que ocurre
los tontos útiles.
El desencuentro está llegando
y la angustia saja mi hígado.

No. No hay combate de sangre en las alturas
del verdadero dominio de los hombres.
Allá arriba
en ese Olimpo siniestro donde se deciden
vidas y futuros
nadie se mata.
Si es preciso
o porque son precavidos y ven venir
y no como nosotros
los idiotas
el desastre (siempre temporal por supuesto)
ponen a salvo los muebles.
Ellos
en sus coloquios de alto nivel
hablan de crisis y desajustes
de reajustes y soluciones.
Cosas que suceden cíclicamente
para que el orden siga su curso
desordenado
concluyen.

Pero mientras tanto
sus acólitos hacen la pamema e invocan gritos de balconada
exultantes de nación
preñados de la gloria efímera de los días necios
mientras severos
otros pronuncian patria con un puñetazo en la mesa
y piden aplicar las leyes
y los otros desobedecerlas
según convenga al juego ocioso
que les devora porque no se olviden
que esos competidores de falsete
se copian entre sí unos a otros
como torpes discípulos de la ignorancia.

Pero mientras
echan a la calle a sus siervos
y luego dicen que se sienten apoyados
(lo peor es que muchos los apoyan de buena gana)
contemplan la triste evolución de los acontecimientos
y aplican leyes o se las saltan
siendo todos ellos
campeones de la ignominia.
Ahí nosotros
disfrazados de algarada o de masiva afluencia
elijan la situación propensa al medio que hace el reportaje
les dejamos hacer
haciéndonos nosotros mismos la mala sangre
que nos reconcome
(lo fatídico es que hay tantos a los que les gusta hacer negra la sangre
o aman el veneno que quieren inocularnos a los demás
o piden más víctimas porque eso según el martirologio de la política
que es tan hipócrita como el otro
nos labra un nombre en la vida de los santos y héroes de la patria nueva dicen
sin caer en la cuenta de que si algún reino se les depara
y no lejanamente
será en el infierno)

¿Para qué tanta parafernalia
tantas hermosas constituciones
tanto clamor por un pasado glorioso
que nunca fue tal
o tanto soñar un futuro que nunca independizará
por este camino las vidas de quienes ansían vivir?

¿Por qué esta ceguera en cometer los tradicionales errores
y esa insistencia en revolcarnos en el barro
que es el anticipo de la sangre
por lo que algunos nos llaman aún hijos de Caín?

¿Qué va a ser
si no conseguimos entendermos unos con otros
de nosotros
los idiotas?

¿Lo que quieran aquellos de lo alto?

El campo está abonado para la tristeza.





Pensando en todas aquellas personas con las que, desde estas páginas de blogs, coincido y disiento, pero con los que intercambio y hago y deshago ideas con respeto. Hasta ahora. Me niego a admitir que el desentendimiento nos venza. ¿Habremos llegado a un punto de sinrazón irreversible? Qué pena que no distingamos lo que ocultan las fantasías y los sueños de grandeza. Qué insignificantes acabaremos siendo. Qué tristeza si esto acaba mal.



8 comentarios:

  1. Cuando veo un trapo me pongo enfermo. Da igual el color, el país, la medida o su espectacularidad, lo que importa es su significado.

    Y no aprendemos.
    salut

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuando vemos miles estamos muertos.

      No comprendo cómo el individuo puede dejar de ser él mismo para ser un color una insignia un reclamo ondeante y hasta qué límite lo lleva (por supuesto conozco las razones antropológicas pero saberlo no es aceptar)

      Eliminar
  2. En mitad de la tristeza siempre sale una flor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero que no sea de adorno, sino de vida comprendida. Quiero creerte.

      Eliminar
  3. Cierta angustia ya me produce tu poema pero motivos tenemos. La imagen que pones resulta muy oportuna. Saludos desde el Norte.

    Fermín.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, espero al menos que sea menos dolorosa, y al buen intérprete no se le escapará explicación.

      Eliminar
  4. La gran càrrega que arrosseguem les persones és el temps. Comparada amb la lenta evolució de la natura, la vida és curta encara que ens sembli llarga. No tenim temps per veure un projecte acabat: potser un projecte personal, sí, però no un de col·lectiu.
    I aquest desassossec el produeix en la vida, segons Pessoa, "el dolor de ser conscient, que és decaïment, nàusea i angoixós afany".
    Gràcies per l'atenció, Fackel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nadie ve nunca un proyecto terminado, ni colectivo ni seguramente personal, Olga. Precisamente porque el tiempo es quien marca deberíamos ser todos mucho más prudentes, generosos y abiertos a los otros. Nadie puede creer que va a ser el rey del universo. Vi caer a muchos triunfadores de la sangrienta dictadura en su propia trampa de soberbia y vanidad, si bien los hubo que cambiaron a tiempo. He visto a muchos bienintencionados y acaso ingenuos de la militancia obrera y luego de la Democracia venirse abajo porque no se lograban sus sueños. Debe ser una constante natural creer que podemos pero que no podemos, y no solo porque el tiempo nos limite. Los límites están dentro de nuestras pretensiones. Y cuando las pretensiones se aíslan del conjunto de mucha más gente entonces padecemos. No hay nada perfecto ni sacro ni glorioso ni histórico que justifique nuestras torpezas del presente. Ahora, si las cometemos que cada palo aguante su vela que decimos en mi tierra. Yo soy de los de la mano abierta y tendida, pero otros no tanto.

      Un abrazo.

      Eliminar