"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 27 de agosto de 2015

Hallazgos: revelación callejera






















Oh, la caducidad de los afectos. ¿Quién pone la fecha límite? ¿Los astros, las carencias, las edades? El mito de los mitos se eleva en las artes plásticas, se consagra en la literatura y en la música, se dispersa por las geografías de la necesidad. Hasta que un día sus células se desgastan y hacen de la vida misma una muerte lenta. Los hombres saben que un mito no revelado en sus propias existencias es un mito inexistente. Saben que un concepto que no se toca cada día es un concepto vago que deviene en insignificancia. Los artistas y los teólogos, los cantores y los sonámbulos han buscado definiciones para un fulgor, un asombro, un rayo. ¿Qué ha sucedido cuando ha querido sujetarse la luz, detener la absorción o conservar la intensidad de un cuerpo celeste? Tal vez a los hombres se les ha desviado del instante con la falaz fijación de categorías. ¿Qué es, pues, aquello por lo que todo el mundo clama pero acaso no desde siempre?  ¿Una navegación o la nave misma? ¿Una tierra prometida o apenas un huerto cuyos frutos se agostan? ¿Un palacio o una chabola? No sé. Sólo sé que un poeta ruso del siglo XX utilizó en su testamento poético la expresión la barca se estrelló contra la vida cotidiana para establecer una metáfora concluyente.


(Se han visto a lo largo de los años pintadas de todas clases; hasta llegar a la actual zafiedad de los ensuciadaparedes que se limitan a una firma maltrecha para compensar su ego. Aún en otros tiempos las pintadas explícitas pretendían unos fines coherentes y, aunque las paredes no han sido exponentes de la mejor ortografía latina, al menos voceaban con sinceridad lo que no podía decirse por la privación colectiva de libertad. Sorpresa, por lo tanto, al hallar en la uralita de una obra un clamor que genera duda. ¿Es una revelación personal o una interpretación de los tiempos líquidos? Acaso simplemente se trata de lo que siempre se ha sabido pero no se ha querido reconocer)




6 comentarios:

  1. No hay navegación sin nave, pero como dijo Jesús Lizano; "El capitan no es el capitán, el capitán es la mar". Y sus mudanzas y variaciones disponen.

    Salud!

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    1. Ni náufrago sin haber intentado la travesía. Es hermoso y exacto lo que dice Lizano, y la mar manda.

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  2. Oh, amigo Fackel, la fecha de caducidad de algunos efectos es anterior a la fecha del soporte. Probablemente la obsolescencia del amor llega cuando se va diluyendo la carga hormonal y luego entran otras "cosas" cuyo soporte es la relatividad.
    Las placas de uralita, igual que las geologías más compactas, acaban disgregándose y todo lo que soportaban va con ellas, al final un árido más o menos fino y a veces con un alto contenido de amianto. Y el mito, qué es sino el recuerdo de algo que ahora no es siquiera materia disgregada. Y queriendo sujetarnos a la luz nos cobijamos a la sombra del gen inmortal.
    Salud

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    1. Cierto. Y como todo fenómeno denominado amor tiene una carga de ilusión e ilusionismo también antes o después merma y quedan sin efecto los trucos, ¿no? Salvo que se den con otros nuevos. Con esto no pretendo desvalorizar nada y que cada cual cargue con su mito a cuestas camino de la regeneración si es posible o del apaciguamiento rendido como es lo más habitual.

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    2. Ante mi aun cercano desmoronamiento sobre la falacia verbal no me resulta este término tan sublime merecedor de alguna de las diversas definiciones que le han atribuido. Baste con apuntar que me parece la proyección de lo mejor de uno mismo dirigido a otro.......y ese uno mismo a veces tan solo se trata de un simple conjunto de impotencias diversas poco bien coordinadas. Por ello los amores parecen diversos y caducos, pero solo se trata de aspectos cambiantes, me temo.
      Astrologicamente dicho término daría mucho juego.

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    3. Astrológicamente no lo sabía, pero literariamente hay sobredosis.

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