"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 12 de noviembre de 2025

Asesinatos en serie. Ahogamiento

 



Al izar la mole los rescatadores no supieron si se trataba de divinidad, de hombre, de animal o de monstruo marino. Como el lugar donde fue extraída estaba en la ruta que el lejano vate egeo marcara para aquel aventurero que realizó un viaje a ninguna parte, le adjudicaron el nombre de unoo de los personajes del relato. Vamos a llamarla Polifemo, propuso el más ocurrente. ¿Porque parece tener un solo ojo aunque nada centrado? No, simplemente porque parece ser el gran derrotado. Sin seña de identidad alguna. Sin pasado. Sin reconocimiento. Sin la referencia de ninguna crónica que nos permita situarlo, prosiguió el ocurrente. Porque aquella narración, más lírica que épica, ya nos habla de personajes con los que se encontró el agitado marino y sus compañeros. Y ahí sí hay mención del ser de ojo heterotópico. Esta podría ser su petrificación, más que su personificación, ¿no?, metió baza otro de los rescatistas. Si mezcláis lo novelesco con lo real, dijo el que más presumía de sensatez, nos veremos envueltos en el bucle de lo imaginario. Lo novelesco es tan real como lo que hacemos aquí ahora, argumentó el otro. ¿O acaso esta confusión e ignorancia sobre lo que extraemos del fondo del océano no nos sitúa en un espacio de cábalas y de improbabilidad? El director de los trabajos bramó desde detrás de los operarios. ¿Nos centramos o volvemos a contarnos lo del viajero que pudo con todo? 

Esperaban que a medida que lo sacaban de la turbulencia de las aguas la figura fuese tomando cuerpo. Que se mostrara como imagen de algo. Pero la salinidad y la fauna y la flora adherida a la piedra no dejaban entrever qué clase de talla respondía al imaginario tradicional de la cultura clásica. ¿Cómo habría llegado a ese fondo?, se preguntaban todos. ¿Naufragaría la embarcación? ¿Sería hundida por un ataque de otras ciudades hostiles? ¿O simplemente arrojarían a la figura por la borda para eliminar no solo una imagen sino un nombre y sus recuerdos? Fascinados por aquella masa oscura, desprovista de signos y formas, los rescatadores vacilaron sobre su propia labor. ¿Para qué la estamos subiendo a bordo? ¿Para que otros la estudien sin que salgan de dudas? ¿Para que la arrinconen en un almacén donde seguirá pudriéndose sea quien sea a quien represente? 

El director, que se había apartado del primer plano de la labor, permaneció callado. Los operarios detuvieron el izado. Parecían esperar una reprimenda pues todos se solidarizaban en una extraña resistencia imprevista. ¡Soltad los cables!, voceó enérgico, casi fuera de sí, el director del rescate. Al sumergirse violentamente la mole en el agua las olas dejaron de agitarse. Alguien dijo: ¿no oís cantos? ¿Serán las sirenas? Os lo decía, dijo el fantasioso. Su mundo es aquel en el que se ha sentido acogida desde hace milenios. Probablemente más benévolo que el mundo de los humanos.
 




* Fotografía de Mimmo Jodice.

2 comentarios:

  1. El director tomo la decisión más correcta, seguro que el agua le acogería con mucho más respeto que el mundo exterior, y sabría guardar el secreto de su lamentable estado.

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  2. Cuántos seres de las profundidades marinas no serán más condescendientes con los pecios que muchos seres humanos en la superficie del olvido.

    Ander

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