Hacía tiempo que no veía a Max. Salga o no salga de viaje es un tipo imparable. ¿Llego en mal momento?, le digo. Él finge amodorramiento o acaso resaca, pero como le conozco no me engaña. Max, hasta de tus poses haces ficciones. Deja caer el mentón y se queda un rato contemplando el suelo. A Max le gusta observar cualquier ángulo de la geometría del espacio. Una vez me dijo: me inspira el suelo que piso tanto o más que el horizonte que se abre a lo largo. No es que me aclare por ello más el suelo pero ofrece un punto de reflexión diferente. El suelo supone la obviedad de una limitación próxima. El paisaje promete pero a la vez frustra si no hallas en él lo que oscuramente deseas. Eso me dijo. Como parece que me estuviera leyendo el pensamiento interrumpe su silencio. Esta mañana he visto bajo las losetas del cuarto mi pasado. Si contemplase la lejanía no vería el pasado y menos lo que estuviera por llegar. Es decir, nada. Te desborda la imaginación, Max. Se rebela. Si yo estoy viendo lo que te digo, ¿es que me lo estoy imaginando solamente? Bah, no me tomes en consideración o, si quieres, lo justo. Debe ser el día, pero ¿ves?, incluso esta expresión es una excusa. Los hombres vivimos excusándonos. ¿Acaso otra forma de ficción, Max? Pero Max ha vuelto a quedarse mirando el solado, aunque advierto en su mirada diagonal una pizca de socarronería plácida.
* Ilustración de Carlos Cubeiro para el libro Yzur, cuento de Leopoldo Lugones.
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