Xiao, vengo acalorado. Para llegar hasta aquí he pasado por el mercado y había montada allí una trifulca que no tenía visos de arreglarse. Ciertamente, me he asustado. Respira, Cao, parece que lo que has visto te hubiera enajenado. No era para menos, Xiao. Unos energúmenos estaban empeñados en tirar los puestos de los modestos provincianos orientales cuyas provisiones no están bien vistas por algunos comerciantes locales que culpan a aquellos de competencia ventajista. Los malos modos, las amenazas, las expresiones que utilizaban contra esa gente foránea, el intento de sumar a los clientes habituales a su furia iba tomando cada vez peor cariz. La guardia, que lo presenciaba todo a distancia, no tomaba cartas en el asunto. El ruido iba a más, se esgrimían palos y alguno ya estaba echando mano a una daga que llevaba escondida, así que no me pareció oportuno verme envuelto en semejante avasallamiento. ¿Por qué tiene que haber esa clase de individuos que todo lo fundamentan en la violencia, como si esta fuera una solución? Mira, Cao, la violencia pocas veces tiene justificación, y menos si proviene de minorías que acaso cuentan mentiras y difaman a gente más humilde pero no menos honrada. Como no saben defender razones, acaso porque no las tienen, recurren a meter miedo, a chillar más que nadie, utilizando las desavenencias y problemas que puede haber en cualquier parte para hacerse notar y conducir por mal camino a las masas. Una actitud de este tipo puede llevar a una escalada de choque social de dimensiones peligrosas. El energúmeno es un personaje execrable, rayano tantas veces con el comportamiento delictivo. Yo pensé, Xiao, que se había reducido el número de esta clase de bestias humanas, porque erradicar debe ser algo imposible. Pues ya compruebas, Cao, y lo que has visto te debe servir de aprendizaje, que su presencia, tantas veces recóndita o adormilada, sigue ahí. Esos perturbadores siempre están predispuestos a la ocasión propicia. Lo que hay que preguntarse en estos casos es quién mueve los hilos por detrás y con qué fines abyectos incitan a la violencia. Pero ya lo irás viendo poco a poco.
*Imagen de Michal Macku
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ResponderEliminarel comportamiento de la masa es imprevisible y, por ello mismo, temible. ¡Malditos los sinvergüenzas que saben azuzar! Siempre hay algún energúmeno descabezado dispuesto a montar una trifulca. Los humildes, siempre en medio, recibiendo a derecha e izquierda.
Salu2.
La noche de los cristales rotos, no ha hecho más que empezar, se extenderá a otras ciudades.
ResponderEliminarSaludos.
La sensación es que todo seguirá empeorando antes siquiera de que podamos pensar en cómo mejorarlo...
ResponderEliminarSaludos,
J.