Te diré, Cao, que hoy he tenido la sensación de que no despertaba. ¿Te asustaste, Xiao? No, al contrario, esa sensación me producía paz, una especie de estar y no estar en cuya lasitud permanecía sin tiempo. Nada me dolía, los pensamientos no me afectaban, no me acuciaba urgencia alguna, ni siquiera hacían acto de presencia los recuerdos; en fin, algo tan extraño como placentero. Xiao pone una sonrisa benéfica a medida que relata su modesta experiencia que él considera grande. ¿En algún instante te parecía que habías muerto? Oh, no, Cao, la muerte no depara sensaciones sino carencia o, si prefieres, una anulación donde ni tú mismo cabes ya porque te has fugado. Pero a mí me parece, Xiao, que de alguna manera lo que sentiste era una fuga. Probablemente, Cao, pero una fuga dentro de la fuga que ya es de por sí vivir, una fuga que no improvisaba, que me llegaba sin conciencia ni proposición alguna, tal vez un efecto del sueño reciente que aún me sujetaba con su larga mano posesiva. No te sorprendas, pues, si hoy me observas huidizo, ignorando obligaciones, desviando cualquier motivo de reflexión, dando la espalda a las palabras en las que nos perdemos a todas horas.
Xiao se ha sentado junto al pozo del huerto de la bella Wei. ¿Lo hará por casualidad o dirigido por esa sensación duradera de la que me ha hablado?
*Fotografía de Masha Ivashintsova
A veces uno no quiere despertar, prefiere seguir viviendo en sus sueños, mucho mejor que la vida real. Quizás la vida sea lo que soñamos, no lo que vivimos.
ResponderEliminarSí, debe ser sabiduría del subconsciente y su larga mano.
EliminarUn recurso de la mente para subvertir la cruda realidad.
ResponderEliminarMe estoy acordando de lo que decía una amiga a la que operaron de cataratas hace muchos años, cuando la operación era más complicada que ahora y sedaban al paciente. Ella lo definía así: "Te enteras de todo, notas lo que te están haciendo... pero no te importa".
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