Somos los supervivientes de la debacle, de todas las debacles, Else. Es sorprendente, si creyéramos en los milagros diríamos que milagroso. Pero ni varita de hada ni designio celestial, en todo caso puro azar. Concatenación de casualidades que a nosotros nos permitieron salir airosos, si bien con sumas dificultades.
Else asiente. Se levanta y va hacia la ventana. El invierno ahí fuera muestra que la crudeza también puede ser hermosa.
Else se frota los brazos, como si la ventisca exterior la estuviera abrazando. Al hablar exhala un vaho que no solo es físico. Pero hay una circunstancia, querido mío, que no superaremos, y es el envejecimiento que cada vez nos degrada más. Ya hemos hablado más veces de ello. El envejecimiento trae consigo una revisión del pasado que, de no acertar, nos hace más viejos. ¿No has comprobado en muchos de los que fueron quedando de nosotros cómo se han rendido a todo lo contrario que defendieron en su juventud o en la aún esperanzada primera edad madura? Se han rendido traicionando el valor de lo que hicieron, no tanto las ideas, pues las ideas van a deslizarse por sus propios espacios a medida que nuevas generaciones las hagan andar. Pero aquellos que restan importancia a sus esfuerzos, que niegan el sacrificio, que lo hubo, y que han hecho dejación del anhelo de prosperar un mundo que dé satisfacción a todos y no sea solo rehén de una minoría, aquellos son los peores. Justifican a los tiranos de siempre, respaldan los objetivos de un sistema cada vez más esclavista con el señuelo del mercado abierto para todos, y alzan sempiternas voces belicistas que quienes controlan los poderes no tardarán en utilizar con los fines más execrables.
Me pregunto si a Else no le vence la nostalgia que hay tras una insatisfacción que aún le llega desde lejos. Lo que no pudo ser es que no pudo ser, digo tratando de aliviar la frustración que aún colea en ella. Parece captar lo que no digo. No pienses que me devora melancolía alguna, pues nada fue mejor de aquellas épocas, dice. Nada salvo la salud de que disfrutábamos, las simpatías que nos prodigábamos unos con otros, fueran o no compañeros, y los ideales en estado primigenio de aquello a lo que aspirábamos aunque errásemos en la manera de intentar lograrlos. Y el amor, digo con una sonrisa que aún pretendo lasciva. Y el amor, con todas sus turbulencias y derrotas, asevera ella. ¿Sabes que, antes de conocerte, llegué a amar a uno de aquellos que luego nos persiguieron? Lo más interesante es que participaba también, a su manera, de mis idealismos. Sería para lograrte, Else. No creas, era sincero, tanto en su manera de opinar como en su actitud afectiva. Desapareció. Alguien me dijo que fueron los propios quienes le apartaron de mí. ¿Ves? Otro azar de tantos azares, Else.
Else siente un escalofrío y se me acerca. Antes de que nos invada el invierno total abrázame, pide. Este reencuentro no es azar, ¿verdad? En todo hay una pizca o una abundancia de casualidad, respondo. El empeño por dar el uno con el otro ha ido de la mano de las pistas que, esas sí azarosas, consiguieron ponernos en contacto. La mujer se envuelve en una especie de lamento de su fragilidad y lo expresa. ¿Es azar que todavía sintamos algo entre nosotros? Me digo a mí mismo si se trata de una pregunta o de un grito de auxilio. Mira, Else, lo interesante es que aún lata vida en nuestro interior. La vida que es potenciada por los afectos y transportada en esta ocasión por el sexo no apagado. Siento entonces que hunde más su cuerpo en el mío, y me emociono.
*Ilustración de Inés González Soria.
Me temo que a alguno, un abrazo ya no nos salva del invierno total, es ya demasiado tarde.
ResponderEliminarSaludos.
Nunca se sabe, cosas veredes.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarsupongo que, conforme se van cumpliendo años, la nostalgia se hace más presente. Intento mantenerla a raya, pero es traicionera y se cuela.
Salu2.
Es un elemento inevitable y además un recurso que cada cual debe saber administrar.
Eliminara un paso del "Planeta de los simios"... están ya en la nave?
ResponderEliminar¿Tú crees? Están volando, supongo.
Eliminar"¿No has comprobado en muchos de los que fueron quedando de nosotros cómo se han rendido a todo lo contrario que defendieron en su juventud o en la aún esperanzada primera edad madura?": això fa mal. Però on n'hi ha hagut sempre en queda.
ResponderEliminarQuedaba, eso parecía, hoy ya no sé, no estoy tan seguro, los personajes que hablan ahí lo tienen más claro.
EliminarHay que apurar esos reencuentros, nunca se sabe cuándo llega el último.
ResponderEliminarCiertamente. El último se sabe a posteriori, cuando los individuos ya están desprovistos de interés, de posibilidades, de capacidades.
EliminarLa revolución es joven, y la juventud es corta ( la juventud de verdad). El orden establecido es tardojoven, premaduro, maduro, postmaduro, previejo, viejo y tsrdoviejo. Imposible aguantar la revolución en alto tanto tiempo. Ni co víagra.
ResponderEliminarComo dios aprieta pero no ahoga, la comodidad vence.
Aún te cabe un capítulo de juventud. Es más, no sé cuantos quedan pero sería chulos que acabara con uno de juventud.
Abrazooo
Está bien esa relación de estados -¿o estadios?- a través de la cual quien más o quien menos se adapta. Hay quien ya dejó atrás las prácticas revolucionarias pero mantiene algo más útil: el interés por conocer, por analizar, aunque las cosas que se ven asfixian y casi derrotan.
EliminarCapítulos de juventud están en todo el relato, de manera alterna, otra cosa es que no se precise edades, etc. ¿O qué crees que Judith o Joachim o la misma Else o el narrador son en esos capítulos alternos?
Algunos atraviesan debacles con resultado incierto. Unos caen en medio de ellas, otros escapan y remontan, otros prolongan su fatídico destino, nadie escapa de la debacle definitiva. Hasta la casualidad genética decide la supervivencia, no solo los acontecimientos históricos.
ResponderEliminarAnder
No me consuela lo de la debacle definitiva, me importa evitar las parciales que nos encontremos a lo largo de la vida, Ander.
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