Un día, mucho antes de que dejara de pasar por el café, aquel hombre asténico me dijo: he perdido las ganas de escribir y no tengo muchas de leer. O dicho de otro modo: no sé qué quiero leer y tampoco sé de qué y cómo quiero escribir. Me pareció una confidencia tan íntima, él que era un hombre pudoroso y prudente, que yo no sabía si darme por enterado o ignorar aquella exposición de crisis personal. En definitiva, ¿debía decirle algo que le animara? Aunque bien pensado si uno no quiere animarse a sí mismo ¿de qué sirven las palabras externas? Opté por hacer como si aquella revelación me afectara. Me pasa también con frecuencia, le dije. Es como si tuviese descompensada la balanza entre dos necesidades. La de indagar en las expresiones ajenas y la de dar rienda suelta a mis propias veleidades con forma literaria. Usted me lo está planteando, me interrumpió, en términos de un símil de la justicia. Y recuerde que no hay nada menos justo, afortunadamente para nosotros, que nuestras lecturas caóticas o, si prefiere, caprichosas. Y no le digo nada sobre el desempeño alocado y febril con que tantas veces hemos escrito. Es lo más alejado del ejemplo de una balanza y de la poco afortunada justicia que forma parte de las instancias burocráticas y deja que desear. Yo no había pretendido llegar a tanto, me avergoncé. Una utilización del lenguaje impensada él se la había tomado a la tremenda. Advirtió seguramente en mi rostro el desasosiego que me causaba la inoportunidad. Me consoló. Esté tranquilo, soy yo quien vive en la zozobra permanente causada por una humanidad confusa y condescendiente con los poderes, muchos de estos en las sombras. Y que me cuesta aceptar, por lo volátil y poco consecuente que es para nuestras sociedades construir nada estable. Y no le digo de qué manera los individuos se pierden con frecuencia en sus emociones estériles. Volví a asombrarme de que se abriera a mí. Prosiguió. Una humanidad que se deja engullir por las fantasías que le proponen quienes la utilizan para sus fines descabellados y que genera una y otra vez sus propios monstruos y monstruosidades, es una humanidad de poco fiar. Pero usted me dirá con razón: por esa causa leemos, por ese motivo llenamos folios en blanco. Con eso me conformo, y no le negaré que no es mi intención que mis escritos endebles y volubles sobrevivan a mí.
Me pareció tan excesiva su confianza que hizo que me sintiera halagado, aunque encontrara discutibles algunas de sus opiniones y no captara el sentido de otras.
Yo hace tiempo que estoy como ese hombre asténico: tengo pocas ganas de leer y muchas menos de escribir; aunque tal vez sea que no sé si sé lo que busco...
ResponderEliminar"..., soy yo quien vive en la zozobra permanente causada por una humanidad confusa y condescendiente con los poderes, muchos de estos en las sombras"... En esa frase describes perfectamente cómo me siento yo casi de continuo... Zozobra o desasosiego es una forma precisa de describirlo... Cada día entiendo menos el proceder depredador del ser humano, "odio" el término competitividad, pienso que la cooperatividad sería mucho más productiva e, igualada en términos, mucho más pacífica...
¿Sabes? Este texto tuyo me ha hecho pensar en la importancia de la conversación; de la socialización conversada; de la sociedad que conversa y no se aísla en esa individualidad competitiva que, "ya sea en comprimidos o en supositorios", nos recetan los próceres del sistema (políticos, economistas, periodistas serviles y oficiantes religiosos) cada día...
Después de haber leído tus dos últimos textos, me han entrado muchas ganas de leer a Kafka, a lo mejor leyéndole encuentro algunas claves o, por lo menos, un poco de compañía para mis comeduras de tarro...
El problema es que acaso la conversación ha mermado. A ciertas edades y viendo la mentalidad de muchas personas resulta difícil y poco atractivo conversar. Además si quieres profundizar en algunos temas nos sentimos un poco temerosos, nos inhibimos. Siempre hay unos pocos, claro, pro no se parece en nada a la ansiedad por conversar que teníamos en nuestros tiempos juveniles y que nos proporcionó tantas amistades y satisfacciones. Tal vez ahora conversamos más con nosotros mismos, aunque ese es un diálogo diferente. El mercado hoy se ha extendido hasta nuestras mentes, eso es lo que pasa. Y esos próceres son mercaderes, gestores de que funcione el sistema, y si va cuanto más incontrolado por los individuos pues mejor para ellos, para su negocio. Lo que nos queda por ver y vivir...
EliminarCreo que hay que leer a Kafka a edades en que estamos de vuelta, ahora captamos más su estilo y contenido.
Asi sea impensada la confidencia y uno tarde en comprender qué se busca y por qué se da, hay que valorarlo como un tibio intento de conexión humana que a las dos partes dignifica. O acaso no crecemos al compartir y escuchar, al leer y reflexionar, al intentar escribir y al soñar? Un abrazo
ResponderEliminarNo sé si crecemos, salvo que crecer signifique acumular vivencias, intercambiar criterios y reflexiones, y todo ello sirva para modificar comportamientos que puedan ser útiles. Pero lo veo tan aleatorio...
EliminarEscribamos y leamos que mañana hemos de morir...
ResponderEliminarPor supuesto por ejercitar lo que nos pide el cuerpo que no quede.
EliminarA propósito, creo que en esos momentos que señalas, la música puede ser una grata compañía. Inspiradora, quizá.
EliminarLa música (casi) siempre es bienvenida, pero tiene que encajar, y según qué clase de música.
EliminarEstamos sufriendo el síndrome de Bartleby, y los hechos y los tiempos no nos ayudan a evitarlo.
ResponderEliminarEs que hay tantas cosas a las que hay que responder con aquello de "preferiría no hacerlo"...
EliminarPor vezes, fica-se com a alma dorida e perde-se a vontade de voar...
ResponderEliminarTalvez porque o céu está cinzento demais...
Belo texto....
Beijos e abraços
Marta
Por supuesto no simepre se vive con claridad y todo el paisaje se vuelve más turbio y las ganas de manifestarnos se esconden. Lo importante es no forzar el cuerpo porque pueden salir las cosas por otro lado.
EliminarQué difícil es ponerse en la cabeza de otro.
ResponderEliminarCasi nunca, alguna de nuestras experiencias, les puede servir, los matices son demasiado importantes, para ello.
Pues sí, pero a veces hay concidencias. Otras veces la experiencia ajena se ha incorporado subterráneamente en nuestra mente y puede emerger de improviso. El aprendizaje no sería posible sin el intercambio.
EliminarEn esos momentos, siempre vuelvo a los clásicos porque los contemporáneos me defraudan. Y escribir, siempre de lo más cercano, pero tienes razón, qué difícil es aconsejar a otro sobre estas cosas cuando ni nosotros mismos sabemos las razones de nuestro actuar.
ResponderEliminarEs que los clásicos escriben mejor y dicen todo sobre lo sustancioso de la vida. Lo que se muestra y cuanto se oculta a nuestros ojos.
EliminarCreo que hay una saturación escritores actuales, muchos de los cuales vienen a decir lo mismo.
La metáfora de la balanza es útil, no hay que pensar tanto en la balanza de la justicia que, como es ciega te puede meter gato por liebre, como en el sistema de pesos y medidas. Claro que también te la metían doblada con la romana o con la báscula, pues el comercio siempre ha tenido fama de barrer para casa.
ResponderEliminarAnder.
Así es, Ander. El fiel de la balanza no siempre funcionaba adecuadamente y resultaba infiel. Se ve que con los símiles que se aplican a otras cuestiones sucede parecido.
EliminarHe perdido las ganas de escribir y no tengo muchas de leer."
ResponderEliminarSon etapas que creo no le pasan sólo al protagonista , y que va por épocas.
Todo volverá a la normalidad. Hace falta que pase el bache.
Salut
A veces son solo días alternos, pero como hay tanto objeto de lectura...no hay problema. Mira que hay temas interesantes y ganas de hincar el diente no faltan.
EliminarLeemos y escribimos tal vez porque gozamos de ambas actividades, unidas de hecho. Por eso, por la individualidad de cada quien, no se puede generalizar. Veo a quienes escriben como terapia, por ejemplo, y mira, si les funciona, alabado sea Dios. Tampoco pretenden, imagino, escribir El Quijote.
ResponderEliminarUn abrazo
Por supuesto que leer y escribir son terapias, pero también ejercicios de superación personal. ¿Hay mayor superación personal que ser capaz de salir de uno mismo trasuntándose en un personaje acerca del cual se lee o generando de la pluma de uno situaciones y personajes recreados?
EliminarFáckel:
ResponderEliminartodo está sujeto a rachas, afortunadamente. Si no apetece leer, pues no se va a acabar el mundo, desde luego. Para leer mal, mejor no leer. O para no enterarse de nada. Escribir, lo mismo. Aunque, los que lo deben pasar mal son los escritores que tienen que entregar una columna sí o sí para el periódico o la revista cuando no les viene la inspiración.
Salu2.
Por supuesto, si no apetece no apetece, eso es válido para cualquier actividad por libre.
EliminarEl problema de esos columnistas -mas o menos de opinión- es que a veces hacen churros en lugar de escritura.
Otro tema es el de los reporteros currantes que andan tras las noticias.