¿Qué fue de los objetos
que nos miraban estupefactos
cuando nos alejamos?
¿Qué dijeron mientras nos deshacíamos
de ellos?
¿Tendrían sentimiento? ¿Permanecerían impasibles
al abrirse la distancia entre silencios?
¿Se sintieron desamparados temiendo verse abocados al muladar?
¿O padecieron la injusticia de expiar una culpabilidad
que no era suya?
Mas la esencia de aquellos objetos mensajeros
no pereció del todo,
ni se alojaron en las gavetas del olvido.
Fue una mano errante la que los encontró
luciendo de nuevo con una luz de alba
como si apenas hubieran transcurrido nuestras vidas.
Tientan tanto los sueños...
Eso en la mejor de sus suertes, cuantos objetos indispensables, pasan al olvido, tirados o no, a la basura tanto física como en la de los recuerdos.
ResponderEliminarLa mayor parte de ellos, pero siempre hay algunos significativos, que incluso se convierten en amuletos.
EliminarUno puede perseverar durante el tiempo que quiera y al final rendirse, yo perseveré mucho con la música y me dí cuenta al cabo de mucho tiempo tuve que dejarlo fué una perdida de tiempo.
ResponderEliminarSaludos
Sí, a posteriori de intentar algo se llega a conclusiones, pero ¿estas son siempre definitivas y bien concluidas? Hay tantas cosas o situaciones que uno ha iniciado o tenido al alcance y que le persiguen toda la vida...
EliminarEn ocasiones establecemos con algún objeto una especie de "relación afectiva" que les proporciona un cierto nivel de humanización... y nuestro sentir los dota a su vez de sentimientos.
ResponderEliminarAños ha, mi coche desapareció. Alguien lo "tomó prestado" por la fuerza. Y cómo recuerdo mis sentimientos de esos días, pensando en qué estaría él sintiendo con aquellas manos extrañas sobre su volante...
En efecto, hay una relación afectiva con los objetos, por eso se pueden definir como mensajeros, y ahí solo cada individuo sabe de sus significados hondos, y nos mantienen de alguna manera vivos determinados sentimientos; coincido contigo.
EliminarEsa experiencia del coche que te desaparecieron me gusta, interpretas lo que uno ha sentido en circunstancias semejantes de pérdidas. ¿Recuperaste el vehículo, por cierto?
Diogenes, o más bien los que padecen su síndrome, no tienen este problema, o más bien sus objetos, que en su caso podrían quejarse de falta de espacio. al finsl, su abandono al lado de un contenedor, que no dentro, podría ser hasta liberador; y ya no te digo si viene alguien detrás y lo aprovecha.
ResponderEliminarabrazooo
Hay diógenes y diógenes, unos son solo tal de su propio ámbito vital: los que no han tirado nada propio. Hay otros que van buscando por ahí y los meten en sus casas generando problemas varios, los de higiene los primeros. Saluddddd
Eliminarrenuncio a identificarme como cuenta o como sea al comentar.
ResponderEliminarsoy gabiliante
Te he reconocido por las despedidas y por la ironía que sueles gastar, que me agrada. Por cierto, ¿no te deja firmar como Gabi? Me interesa saberlo, merci.
EliminarHay una compañía de teatro mexicana, llamada El Solar, que trata de los objetos tal como tú los has hecho en la entrada. Como mensajeros de algo.
ResponderEliminarLa he visto en dos representaciones diferentes y una mejor que la otra.
Salut
Es que son mensajeros: traen y llevan, y permanecen en otras formas (recuerdos, por ejemplo, amores abandonados, por ejemplo, y etcétera)
EliminarAlgo de nosotros queda en ellos, aunque nos hayamos ido.
ResponderEliminarPrueba de ello es que ante el reencuentro con un objeto determinado la mente bulle siquiera por un instante.
EliminarTengo el síndrome de Diógenes en caso agudo, o sea que poco persevero, y si no è vero è ben trovato.
ResponderEliminarImagino que sobre todo con libros, ¿no?
EliminarTengo libros por todas partes, y eso que hace ya tiempo que dejé de leer. Pero sigo comprando, nunca se sabe...
EliminarEso de dejar de leer me cuesta creerlo. Es un vicio.
EliminarHay culturas -y esta nuestra, hasta que se ha hecho de plástico- que valoran los objetos por sus anteriores propietarios. No me refiero a valorar los que pertenecieron a grandes nombres, sino a estos objetos cotidianos que caben en una mano.
ResponderEliminarEsos objetos comunes -de madera o barro, por ejemplo- yo los valoro mucho- Lástima que uno en los juegos de su infancia rompiera bastantes cosas a sus padres,pero lo que he podido preservar lo he preservado (con ellos van sentimientos, afectos y anhelos)
EliminarEl destino de las cosas y el de las personas es el mismo, el olvido, una nada en el enorme muladar del mundo.. Deberíamos asumirlo, deberíamos perder el miedo a aferrarnos a tantas cosas...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo. Asumir la realidad palpable nos prepararía para el final. Sin embargo nos obstinamos en el mundo de ilusiones y nos damos de bruces constantemente porque ese mundo nunca lo alcanzamos o nos carga de ansiedad y frustración. Pero en ese jugo se desarrolla esto del vivir.
EliminarSe desarrolla esto del vivir y, además, se mantiene en marcha un sistema que, básicamente, se basa en consumir cosas...
EliminarYa nacimos en ese sistema, aunque en mi infancia era muy reducido, muy de abastecerse solo por necesidades y no por ahora por banalización y consumir lo innecesario. La estrechez de sueldos marcaba la pauta y todo era hacer esfuerzos en los padres. Ahora si te das cuenta, estamos gastando pelas todos los días y a todas horas, y como mucho gasto no sale ya físicamente del bolsillo...Y esto les sucede no a los que les sobra sino incluso los que no llegan a medidados de mes. En fin.
EliminarSobre "como si apenas hubieran transcurrido nuestras vidas": això sí que és perseverar.
ResponderEliminarA veces uno tiene esa sensación.
EliminarEsas pequeña cosas, que cantara Serrat. Que nos regresan al instante.
ResponderEliminarPor ellas, las pequeñas cosas, que reposan pero renacen. Un abrazo.
Lo cual prueba la capacidad fascinante de la memoria y la no menos encomiable disposición sentimental y afectiva que tenemos.
EliminarO destino dos objectos é igual ao nosso.... fica esquecido, escondido numa gaveta e um dia, volta a ver a luz... e reencontra-se memórias...
ResponderEliminarBelo...
Beijos e abraços
Marta
En efecto, hay una especie de identidad entre nuestra personalidad y los objetos, entre lo que llamamos ser y estos testigos que no son nada mudos, pero que con frecuencia solo hablan al propio poseedor de ellos.
EliminarEn mi muladar no hay objetos físicos. No hay objeto que, tras permanecer un tiempo determinado, no pase a convertirse en algún objeto sagrado en el altar de este descreído. Sin embargo, el muladar no está vacío. Allí yacen los recuerdos de relaciones traidoras, desamores, amigos que no lo eran tanto y otras vivencias. ¡Que placer convertirlas en simples objetos inanimados!
ResponderEliminarCoincido con lo que cuentas. Me sucede parecido. Tenemos derecho a nuestros objetos sagrados (de los sujetos sagrados hablamos otro día) cuyo culto rendimos con memorias, razonamientos y sentimientos que nunca mueren. La sacralidad no es propiedad de la turbiedad que vive del cuento.
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