"Errante voy igual que la chalupa
a la que empujan vientos en discordia,
y uno y el otro amor me tienen dividido"
Ovidio, Amores, II.
El peso de la duda es siempre gravoso. Incluso puede traspasar los límites de resistencia. El pensamiento se paraliza. El cuerpo se resiente. En el fondo no se trata de una mera aunque complicada elección entre personas o situaciones, si bien en ocasiones se ve uno en la tesitura.
Hasta qué punto se puede vivir sin elegir. Ni siquiera la atracción hacia personas, actividades o cosas se tienen claras. Conozco personas que pueden mantener en paralelo sentimientos y sensaciones análogos sobre diferentes sujetos que les seducen o a los que simplemente ven con algún interés. O acerca de diferentes ideas o proyectos. O en ese cúmulo de aspiraciones ideales que fantasean en nuestra mente para cambiar el mundo y que nos llevan por sendas peligrosas y nos invitan a entrar en ámbitos desquiciados.
¿Peligro de dispersión? La elección, no siempre factible ni posible, salvo que se acuda al olvido o a la desconsideración de anteriores experiencias, redunda sobre todo en el conflicto entre dos tiempos en los que suele moverse un individuo. Los tiempos no son factores puramente lineales. No se reducen a un pasado o a un presente. Mucho menos se explican por la ficción de un futuro que no está jamás garantizado para nadie. Los tiempos son, ante todo, espacios, contenedores de vida donde nos vamos sumergiendo y de los que esperamos aprovechamiento aunque haya a su vez o en su lugar desperdicio. A esos espacios tiempos se les puede aplicar términos como experiencias, vivencias, quehaceres, realizaciones. Normalidad es la palabra más repetida. O irregularidad, si la primera no estabiliza. El bagaje de conceptos es amplio y lo que busca cada individuo -el particular concepto de cada cual- lo adapta a lo que considera su interés. O su necesidad.
Hay verbos que justifican cada opción. Los años jóvenes son los años del alarde. Quiero experimentar, digo de pronto. Procuro convivir, se me ocurre. Pretendo lograr un objetivo que me deje satisfecho. Busco una adaptación que suponga avanzar hacia la posesión y la seguridad, fantaseo. Me como la vida, opina el más ramplón de los humanos gallitos. En cada tiempo late la sustancia de los días que es percibida por cada uno a su modo. De manera incluso turbulenta, y solo él sabrá si destructiva.
El hombre y la sustancia del tiempo. El individuo crece, quiera o no, con unos límites aunque juegue a una duración persistente cuando no sueña con una eternidad imposible. Sabe que tiene sus fronteras -otros hombres, sus capacidades, sus recursos, sus ámbitos cambiantes, su salud, sus satisfacciones, sus insuficiencias- y que jamás podrá traspasarlas. Se acomoda a ellas y ensueña. Inventa, desde el origen de los siglos, representaciones que le consuelen y le den confianza (otros dirían esperanza o resignación) y las otorga carta de fiabilidad superior.
Heredo lo anterior, lo que he mamado, le da vueltas el hombre en su torbellino. Tras los tiempos del mito, tras los edificios artificiosos de las religiones, tras la convulsión de una laicidad racional. No son lo mismo, pero los hombres se entregan a cualquiera de ellas. Muchos prefieren que otros decidan por ellos. Pero si él, el individuo, quiere sentirse dentro de sí más proyectado duda y elige. Todo le parece poco. Él se cree más. Y por ejemplo inventa el arte, la minoría. Y por inercia genera el amor, no menos arte pero más pretencioso y al alcance de cualquiera.
El amor no está inventado del todo hasta que cada individuo no roza algo de lo que así se denomina, siquiera por un consenso formal. ¿Cuánto hay de ficción o de imaginación en lo que se llama amor? ¿O acaso el amor solamente consiste en ese ejercicio de ensoñación, de levantar castillos en el aire que comprometen las vidas?
El hombre en su noche retorcida recuerda pensamientos aparentemente opuestos que había leído o escuchado. O que él creía superados. Amemos lo disperso, dijo un sabio. Amemos lo que se captura, dijo otro pensador. Amemos lo que se nos permite amar, opinó el más agudo de todos. El hombre inquieto se limita a llama amor a aquello que le da una cierta satisfacción a sus emociones, una dosis de seguridad que apoye un equilibrio, un mecanismo que ajuste las fuerzas en choque que le conmueven y eviten su destrucción. ¿Será por ello por lo que media siempre la existencia de otro sujeto que participe con él? Y cuando ese otro sujeto, hombre o mujer, aparece ¿no se activan el deseo y sus lenguajes múltiples para converger?
Pero eso ¿le desfigura o le configura? Tal vez se desenvuelvan ambas proyecciones. Como en cualquier otro tipo de pensamiento, el hombre tiene que desalojar lo que considera apagado y activar aquello que busca que le dé luz. En esta historia de miradas inasibles, piensa desde su encogimiento de la noche, donde él mismo merma, que se halla apresado entre dos tiempos inexistentes, uno vinculado al recuerdo y su significado y otro a lo que aún no nace pero que persigue con primitiva esperanza. Y se atenaza ante el terror que le produce tener que elegir. Intuye que tiene que posicionarse, que no puede vivir siempre en un continuo proceso de armarse y quedar desarmado. ¿Hay otra posibilidad para su inquieta personalidad? ¿Habrá alguna claridad, no digo ya una certeza, en una elección?
Torturado por la memoria incisiva de la mujer grávida y agitado por la atracción de la recién conocida el hombre muta lentamente hacia el sueño, que presume desasosegante. Qué presuntuoso soy creyéndome el objeto de deseo de ambas. Si acaso ellas no son de nadie ni quieren serlo. Si tal vez me presto únicamente como enlace al que ellas solo solicitan ocasionalmente. Qué desordenado y difuso me encuentro, piensa divertidamente. Mas se regodea en su desorden, se revuelca en su propia inmundicia, y se extravía, un día y una noche más, en la complacencia de su dispersión.
* Fotografía de Edouard Boubat.
"Muchos prefieren que otros decidan por él" dices. Yo diría, la inmensa mayoría. Pensar por sí mismo y adoptar una postura personal cuesta un esfuerzo que muy pocos están dispuestos a llevar a cabo...
ResponderEliminarSaludos cordiales
Se vende la primogenitura (de la personalidad) por el plato de lentejas (de la comodidad) Saludo bajo la lluvia
EliminarSon noches densas en pensamiento. Uno viene con límtes, y a pesar de todo se cree libre de elegir. Pero sí elegimos, eso sí, pocas cosas. La libertad pura y absoluta no existe para el hombre.
ResponderEliminarSuerte que hay mujeres engendrando vida que nos dejan la fantasía de un ser humano mejor. Un abrazo.
¿Hay alguien libre de noches turbulentas? Se puede razonar mejor o peor, aunque la mayoría de las veces los pensamientos son obsesiones, vueltas en círculos, manías, callejones sin salida. Pero también pueden ser balances y decisiones.
EliminarRisueño tu pensamiento de "Suerte que hay mujeres engendrando vida que nos dejan la fantasía de un ser humano mejor" . Que hay mujeres que engendra nuevas vidas...en todo el planeta. Si un humano llega a ser mejor, pues habrá que ver en cada caso y paso de la historia. La biología nos impone ante todo el recurso de la supervivencia. Si somos capaces de otorgar ética a ese esfuerzo -y en parte se consigue- será esperanzador. Seamos constructivos, sí.
Y si tiempo atrás era curioso ver personas con relaciones tripartitas, cada día es más normal y, nos quedamos con la pregunta de que si les complica decidir o, es que ahora tenemos más factores a considerar y nos complace sentir que podemos seducir y ser seducidos por más personas con la total anuencia del otro y, así la decisión es compartida. No depende en absoluto de él.
ResponderEliminarEl amor mucho de ficción tiene según la edad, en la medida que se avanza en el tiempo vamos rozando su verdad.¿ Qué se ama? Todo y, volvemos al verbo elegir. Tememos amar a otro que nos puede desarmar y dejar desnudos de pensamientos y seguridad, pero ese verbo forma parte de nuestra existencia. Lo necesitamos pese a que muchos intentar evadir.
Abrazos Fackel
Creo que los actuales tiempos permiten a cierta gente todo tipo de relaciones o de dudas de relaciones, naturalmente. No siendo esclavo ni dependiendo de nadie y teniendo recurso de supervivencia propia, y más si eres mujer, todo es posible. Ten en cuenta que la moral religiosa estaba en función de cada tiempo histórico y de su omnímodo control. Por supuesto, quedan muchas cosas por aclarar, pero eso va vinculado a los cambios de costumbreas y en general sociales.
EliminarDe lo demás que opinas solo queda decirte que estoy de acuerdo. Rozamos la verdad de las cosas pero no nos aseguramos, porque muchos factores se entrometen y nuestra configuración ideológica nos condiciona en exceso. Francamente, creo que debemos seguir siendo rebeldes y explorar hasta el fin nuestro universo personal de emociones, sensaciones, sentimientos y pensamiento. Todo es muy racional.
Sobre la idea de si podemos vivir sin elegir (en general) yo tengo bastante claro que no. La silla en la que me he sentado, el café que me acabo de tomar, éste blog en particular, hacer un comentario o no... en pocos minutos he tomado unas cuantas decisiones, ninguna especialmente trascendente aunque el día tiene muchas horas y cada elección descarta unos futuribles o abre la puerta a otros. Pienso que hasta cuando no queremos elegir estamos eligiendo una opción, que algo externo a nosotros decida.
ResponderEliminarBuena tarde, un abrazo!!
En efecto, incluso cuando no nos decidimos estamos decidiendo. Pasa con aquello de abstenerse en una elecciones: incluso una abstención decide, es una opción y siempre alguien se beneficia, incluso el que se declara apolítico. paradojas de la vida social. Y diariamente optamos. Pero siempre hay algo de mayor importancia, que recaba una decisión de envergadura, sea en materia laboral o afectiva o crematística, que pueden gravar durante un tiempo nuestras vidas a favor o en contra. Buena tarde, Ana.
EliminarFáckel:
ResponderEliminareste texto me suena a esas reflexiones que se hace uno mismo en las noches de insomnio. Esas hora dan para muchas ideas, ideas que se contradicen, que se amplían, que se encogen, que se van por los cerros de Úbeda, que se quedan en nada, que te las crees, que las rechazas a continuación... Y siempre la duda ante la elección hecha. ¿Habrá que hacer como don Quijote, que, en una encrucijada de caminos, dejaba que Rocinante eligiera el camino? Pero ¿a qué Rocinante encargar la tarea, a nuestra mente, a nuestro corazón, a los dados, al pinto, pinto, gorgorito...?
¡Dios bendito, a ver si me duermo ya!
:)
Salu2.
Ratifico tu comentario. Si es parte de un Manifiesto Pos Onírico cuenta con mi firma. Si dejamos a Rocinante a su aire, ve a saber dónde nos llevará o dónde nos dejará. Pero ¿acaso nuestra vida, cuando nos falta un escudero Sancho, no nos dejamos llevar por nuestra cabalgadura?
EliminarA mi se'm donen tantes coses que en una vida no en tinc prou: escriure poesia, crítica o assaig, el disseny gràfic, els poemes visuals, la fotografia, la cal·ligrafia, el dibuix, recitar i cantar. Però per poc que pugui voldria dedicar-me a tots aquests talents, per als quals ara mateix no tinc temps.
ResponderEliminarEls meus amors no solen coincidir en el temps, només estimo algú cada vegada. Tot i que continuo estimant a qui he estimat.
Vaya, lo que quiere decir que de alguna manera mantienes amores paralelos, de una forma muy íntima y secreta, como en el relato del blog.
EliminarEstá bien tener aptitudes varias, para tantas expresiones. Capacidad y dispersión que no sabemos ni podemos fácilmente equilibrar y, por lo tanto, llevar a cabo. Pues eso ejercicios, uno tras otro mientras se dejen. Pueden ser tan amorosos como las personas que recaban nuestra atencioón.
Autoconfundir talento con hobbies resulta un tanto pretencioso para mi oído.
ResponderEliminarChiloé
Una apreciación muy particular, ¿no? Está bien, aunque no la interprete correctamente, imagino. Soy receptivo a cualquier ampliación. Me la apunto.
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