"Hace ya algunas horas que está aquí.
Partes de su cuerpo, no las más íntimas
pero partes de su cuerpo, se han esparcido
y repartido por cuatro o veinte esquinas
de esta habitación. Y ahora vivo
dentro de lo que amo".
Del poema Útero, de Gabriel Ferrater en su poemario Las mujeres y los días.
Él duerme, yo velo. Él se agota en el esfuerzo, yo me recompongo. A él se le impone el desgaste. Yo me nutro de su cansancio. Ni vencedores ni vencidos. Ni sometedores ni sometidos. Ni fantasmas ni ataduras. Fue el instante y yo lo tomé. Él exudora inconsciente en esa mezcla de sudores y jugos que le explican como hombre y le abandonan a una orfandad que yo debo sujetar. Porque todo hombre es un desvalido que no es consciente de su estado. Yo me conformo con verle apaciguado y sin huida. No, este hombre no es como los demás. No, tampoco se ha tratado de repartirnos los roles. A estas alturas una distingue de sobra qué persigue cada cual. Busco la coincidencia, no utilizo a nadie. Asiento la libertad de mi placer, que hoy ha sido convergente con el suyo. Él sonríe bajo sus párpados caídos. No puede evitar esos labios aún suplicantes, diría que sedientos. Incluso al moverlos ligeramente debe creer que aún prosigue en su entrega. Quiero observarlo, no por curiosidad, que ya he constatado con otros, sino porque no me ha amado como si fuera una conquista. Su lasitud es parte de la ofrenda que ha realizado para mí. No es casual que sus manos aún palpen mi espalda, o que sus piernas no se hayan desenredado del todo de las mías. Al contemplar su modorra me reconcilio con el hombre. Conjuro las malas experiencias. Repongo el infortunio de haberme sentido sometida, si no obligada, en determinadas ocasiones. Cuando una condescendía, y aún no sé por qué, sin haber querido. Cuando una se levantaba a la ducha, huyendo y buscando una purificación, mientras el hombre que se había desahogado a su costa caía en una reposición puramente animal. Con este hombre, por el contrario, he bailado ritmos nuevos, donde los sentidos y las emociones han ido de la mano. No es un hombre más, solo en apariencia y acaso ante ojos ajenos. No ante mí. Él se sabe a prueba. Yo me sé a prueba, como si fuera la iniciación de dos púberes ante el papel en blanco del amor. Hemos desafiado aprendizajes mediocres y comportamientos convencionales, que es tanto como decir haber mitigado ahora viejas insatisfacciones. Haber llegado hasta aquí desentraña incógnitas perseguidas desde siempre. Vivo el instante, intento que persista. De pronto balbucea algo en sueños y sus labios dibujan el perfil amable de la sonrisa, acaso el del agradecimiento. Yo le tomo la mano por si llega hasta sus sueños. Está calmado y en estos momentos en que los dos nos reponemos la partitura de nuestra música permanece abierta. Hay una ejecución pendiente. Tal vez la buena composición, la creativa y que nos hace volar, nunca se cierra del todo. Solo se amolda y se recrea conforme se orienten los sentimientos y los significados. Yo me busco. Él se deja encontrar.
*Fotografía de René Groebli.
Escribes y se siente como una danza, una danza que es mitad, erotismo mitad algo más oscuro que parece aletear de fondo... el hombre, como siempre dormido cuando se muestran esas cuestiones sobre la mesa :)
ResponderEliminarNada que objetar por mi parte a tu interpretación. Que siga la danza. Y que se expongan las cuestiones donde deben exponerse.
EliminarTodo tiene un principio y desde ahí se despliega trazando una red de sensaciones y experiencias que nos vuelven más libre, porque hemos vagado por el tiempo y sus pieles, buscando esa sensación primera que creímos única; y me atrevo a decir que solo fue la preparación de lo que no imaginamos encontrar.
ResponderEliminarUna interpretación nada desdeñable, Maia. Y pienso: ¿podría valorarse el tiempo transcurrido en nuestras vidas tomando como referencia el viaje por otras pieles y no solo la marca que se va asentado en nuestra propia y particular piel? Siempre hay una búsqueda de lo primigenio, no sé si porque fue impactante o insuficiente. Tantas preguntas y enigmas quedan colgando...
EliminarNo recuerdo el rostro del primer beso, lo tengo presente, pero no sus facciones, sí recuerdo la sensación húmeda y poco agradable que me dejó, quizás eso responde a la pregunta, Fackel
EliminarNunca el primer sabor proporciona el punto, supongo que hay que hacerse primero a ello. Era un riesgo menor, no obstante. No era pregunta personal, por supuesto, aunque se acepta el testimonio.
EliminarOpino que el paisaje hoy día es algo diferente. Ese agotamiento versus recomposición ya no es así. En los roles amorosos, se ha desdibujado bastante la ecuación transmisor/receptor, activo/pasivo, cóncavo/convexo.
ResponderEliminarMe temo que los sudores se equiparan, que las acciones se alternan y que el agotamiento suele ser compartido.
Pero bueno, es solo una opinión.
Naturalmente, eso variará -y está bien esos enfoques que haces- en función de los individuos participantes. Y los desdibujamientos, y esto habría que hablarlo más ampliamente, pueden haber variado por las desinhibiciones y apartamiento de prejuicios, más ganas de exploración, que acaso los tiempos han propiciado. Hay una evolución cultural en la sexualidad compartida. Y las manifestaciones del cuerpo entre uno u otro sexo no variarían en exceso.
EliminarPor cierto, creo que ha salido un libro titulado "Connus. Sexo y poder en Roma", de una tal Patricia González, que ilumina con nuevos conocimientos los comportamientos de una sociedad tremendamente machista e impositora como la romana.
Vivir en un cuadrilátero del coazón del otro. Qué bonita metáfora traes con tu texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un cuadrilátero que puede ser juego satisfactorio, no enfrentamiento frustrante, aunque se dispongan las propiedades de cada cual. En ese juego uno debe ser sparring del otro.
EliminarNo es fácil dejarse encontrar mientras a uno le buscan, es afrontar una responsabilidad no innata en el hombre.
ResponderEliminarTal vez es una cuestión de amoldarse, de casar los sentidos con una mentalidad cultural nueva.
EliminarBellísimo lo que aquí expresas. Creo que hay muchos tipos de experiencias amoroso-sexuales consentidas. Desde la más mecánica y neutra hasta la que permite la conexiòn con el otro y con el universo, algo casi místico. Cuando las fronteras del yo se desdibujan en el acto sexual hay cambios interiores. Esa danza que has plasmado con tus palabras nos acerca al misterio ancestral del Sexo con mayúsculas. En ese tipo de encuentros hay una especie de catarsis. Los orgasmos no son solo físicos. También son emocionales, mentales y energéticos. Me ha gustado mucho cómo la protagonista de tu relato capta la vulnerabilidad del hombre en su lasitud. Cuando ya no hay que fingir. Cuando la entrega ha sido total y absoluta. Incluso hasta la desnudez total. Hasta desenmascarar al personaje.
ResponderEliminarCada encuentro sexual es una oportunidad para conectar con lo esencial de nosotros mismos y del otro y captar los enigmas del mundo.
No me cabe duda de que la mística tiene una conexión honda con la sexualidad y todo el mundo emocional, sentimental y afectivo que entraña. ¿Qué es el Cantar de los Cantares sino un gran canto al disfrute íntimo sobre todas las cosas bellas que sin la sexualidad dudo que las percibiéramos en su magnitud y dimensión? Hay quien relaciona personalmente la contemplación -y fusión instantánea- con una magna obra de arte o un paisaje deslumbrante o un accidente natural como una tormenta con la necesidad de comunicárselo a la persona amada en ese mismo momento, aunque ella no esté presente. Por supuesto que los orgasmos, que tienen un proceso mecánico, pero además contienen una explosión interior de emociones que solo sabe en quémedida le gratifican el que lo experimenta. Pero para mí es físico todo ello. La físis, la naturaleza abarca mundos circulares y espirales que nos llevan a explorar nuestró interior. Desgraciadamente, no todos los encuentros siguen un patrón progresivo o mantienen la misma línea de equilibrio; en muchas ocasiones dos no están en la misma onda temporal, los problemas existen y las urgencias de uno no coinciden con el otro siempre. En fin, complejo, pero muy aportador tu comment. Sa para debates.
EliminarAunque con formas, matices y sentimientos distintos, y personales...hemos bailado ritmos, buscado y entregado generosamente intimidad. Aunque haya cambiado "la mentalidad cultural", los latidos de un corazón que late junto a otro corazón, no se olvidan.
ResponderEliminarY como nadie es perfecto valoremos los aprendizajes, los cambios de mentalidad y actitud de respeto y el conocimiento a donde hayamos llegado. La mujer siempre se lo merece.
EliminarA forma de viver e sentir o amor...explora-se os sentidos, comunica-se com as mãos, a pele, o olhar...
ResponderEliminarNem sempre é fácil encontrar quem se abra e deixe entrar o outro...
Interessante como sempre...
Beijos e abraços
Marta
Lo cual nos puede llevar a preguntarnos: los encuentros amorosos, ¿deben ser batallas cruentas o complicidades satisfactorias?
EliminarDescripción del amor idílica y de carácter literario. ¿La realidad es así?
ResponderEliminarSupongo que en unos casos sí, y en otros no. No tengo elementos para valorar y menos para juzgar. Aunque los idilios, eso lo afirmo, duran lo que duran. Tampoco la salida es siempre el desencuentro; hay complicidades que prolongan situaciones venidas a menos.
EliminarMaravilloso, Fackel. Me ha gustado mucho el juego/danza de estos amantes. Importante conocer ritmos nuevos pero sin perder las melodías antiguas. Siempre es un verdadero placer leerte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen fin de semana.
Lo ideal sería aprender a pergeñar nuevas partituras. Gracias, Rita.
Eliminar"Tal vez la buena composición, la creativa y que nos hace volar, nunca se cierra del todo", com un poema no és acabat mai del tot, com mai no en sabem prou a la vida.
ResponderEliminarLa vida se aprende y se aprehende día a día, mientras no dejes de respirar todo es continuación. Con sus matices.
EliminarEstupendo texto. Me ha encantado
ResponderEliminarMe alegro, pues.
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