Pasó a mi lado. Acababa de dejar en la estación a mi bailarina del azar. Al principio no la reconocí. Fue ella la que detuvo sus pasos. Oh, eres tú, dije. Me costaba pronunciar su nombre. Yo y no solo yo, dijo descubriendo lenta y teatralmente su chaquetón. Al ver su gravidez no sabía si contestar ¿y esto?, pero sonaría vulgar y despersonalizado, algo así como la exigencia de una explicación que no tenía por qué darme. Opté por algo convencional. ¿Te falta mucho? Luces espléndida. Acaso lo dije a la inversa, y puede que fuera muy estereotipado pero ella no iba a rechazar mi impresión. Ganas me entraron de saber con quién o de quién iba a ser parte aquella obra que a tenor de su redondez se intuía tan hermosa. Reprimí la curiosidad que, en todo caso, hubiera sido malsana. Además de irrespetuosa e impertinente. Un mes, aclaró, si no hay dificultades imprevistas, que espero que no las haya, y suspiró. Yo tartamudeé ligeramente. ¿Lo deseabas? Fue categórica. Lo deseaba, sí, ha sido buscado. Intensamente buscado, tanto que el padre no ha pasado de ser la ráfaga de una noche. No sé qué rostro pondría yo o qué quiso ver en él. Tal vez la pista del asombro. O de la contrariedad. Como un golpe a mi antigua soberbia fue taxativa. En realidad lo hubiera querido ya cuando tú y yo estuvimos juntos hace dos décadas largas, me soltó mirándome a los ojos con una mirada de veinte años atrás, pero que ahora sonaba a desquite. Por un instante permanecí petrificado. Hace dos décadas. La frase resonó en mi archivo despreocupado de la memoria. Y pensé en qué hacía uno entonces. O qué hicimos ambos, nosotros que no vivíamos el mundo si no lo participábamos con una intensidad inusitada. Que queríamos prolongar una juventud despreocupada y soñadora. Sé que irá todo bien, te lo mereces, acorté el encuentro. Volvió a fijar su mirada en la mía. El silencio que se asentó en ese momento entre los dos me pareció espantoso, preñado de tormenta. Creo que a ella le faltaba decir: si tú aún quisieras, aunque el hijo no sea tuyo... Y yo, presuntuoso de mí, a punto estaba de ceder a una emoción que me obstinaba en reprimir. Pero ¿puede y debe uno sucumbir a los mejores tiempos del pasado, cuando ya son inexistentes? No sé si cometí el error de acariciar un instante su mejilla. Como si nada hubiera quebrado entre ella y yo hacía siglos. Ella sonrió agradecida, esbozando un rictus de cierta aflicción. Cuando ya partía cada uno para su destino se volvió. ¿Irás a verlo?, alzó la voz tímidamente.
*Fotografía de Isa Marcelli
Qué belleza de historia. Un encuentro inesperado. Un destino inusitado. El embrión de una película podría ser.
ResponderEliminarMe ha encantado
Forma parte de esta última serie que voy escribiendo y no sé por qué de pronto se me ocurrió sacar el tema grávido. Bien por incorporarte de nuevo a las escrituras-
EliminarOlvidar un encuentro de hace dos décadas por parte del hombre, no augura nada bueno en lo que vaya a suceder... ya se verá....
ResponderEliminarMe temo que lo olvidado está olvidado, o al menos soterrado. Cuanto te cruzas con una bailarina y no solo con una ex resulta todo más complicado. Mas nunca se sabe.
EliminarEl pasado, tras veinte años, no creo que pueda mover sentimientos al presente, aquí hasta de futuro, por la gravidez.
ResponderEliminarUn texto que nos hacer ver perfectamente la situación de ese encuentro. Pero el hombre puede reaccionar a la última pregunta. Un abrazo
Pues no sé qué decirte. Hay recuerdos de atrás que siguen persiguiendo a muchos humanos, de ambos géneros. Quien dice recuerdos dice deseos, sueños, proyectos...Muchas veces me pregunto si la vida no será una huida hacia adelante que no para y el acierto depende tanto del azar como de la capacidad de elección. Pero el pasado puede deparar tantas sorpresas...
Eliminar¿Puede rescatarse el amor que fue si quizás aquel no era su momento?. Me gustan los años porque ponen todo; y a todos en su lugar.
ResponderEliminarEs un encanto que (para mí) ha dejado una rendija abierta al quizás...
Naturalmente que puede, pero esas situaciones son particulares. Los años nos aportan luz y comprensión, pero también nostalgias y amarguras por lo no realizado, o realizado mal o perdido. La vida humana se debate entre contradicciones digamos naturales. Y desgraciadamente, siempre hay que elegir, decidir, optar...incluso errando. Pero hay tantas sopresas, tantas apariciones nunca sospechadas y que llenan y sdalvan...
EliminarPreciosa la exposición de un amor fugaz que fue y se fue, o no?
ResponderEliminarQuedan en ocasiones vestigios, huellas emocionales, que afloran cuando menos lo esperas.
Encuentro en un momento delicado, descrito con la elegancia que acostumbras Fackel.
Vestigios quedan siempre, aun con final negativo. Huellas emocionales, depende lo que significaran las personas y el vínculo. De ahí que lo que parecía apagado en ocasiones, saltandoo el tiempo, otros vínculos y otras circunstancias, puede saltar y prender de nuevo. El sotobosque del amor existe, y ya sabes que en los incendios forestales es en el sotobosque donde se esconden los rescoldos que pueden preparar un nuevo incendio severo.
EliminarMe temo que es cierto eso que se dice: Segundas partes nunca fueron buenas.
ResponderEliminarHuy pues hay quienes han jugado a aquello de a ver si a la tercera va la vencida.
Eliminar¿puede y debe uno sucumbir a los mejores tiempos del pasado, cuando ya son inexistentes?... creo que no. No funcionaría, y comprobarlo sería triste.
ResponderEliminarPuede ser misión imposible, pero hay quien lo intenta.
EliminarHá sempre memórias de momentos como este... às vezes, questiona-se se teria resultado ou se seria um fracasso...
ResponderEliminarPodia ter sido um fracasso naquela altura e agora ser um enlace feito no Céu..
Como sempre, um texto interessante...
Beijos e abraços
Marta
Podría ser, pero los retornos son inciertos, mientras que una disfrute de su espera maternal y el otro se lo piense, ¿no?
EliminarCuando el presente se encuentra con el pasado, entre lo que es y lo que pudo haber sido se establece, a veces, un contraste de recuerdos, dudas y posibilidades que se escapa de las manos por el camino de la incertidumbre... Aunque hay reencuentros que deciden hacer juntos el camino restante, o, por lo menos, intentarlo...
ResponderEliminarMagnífico relato, el hilo conductor mantiene en todo lo alto la tensión dramática de principio a fin...
Abrazo
Coincido con tu tesis, digamos, pero he conocido reencuentros de más de una ocasión y que permanecen como a la espera. Incierto, pero siempre posible.
EliminarAcaso esta grávida es algo del azar, un cruce de camino sinmayor contacto, pero quién sabe cómo lo digieren cada uno de los protagonistas. porque la bailarina debe seguir por ahí, acaso viajando en un tren.
Un relato intenso, que atrapa inmediatamente al lector a lo largo de sus párrafos, a la espera del desenlace.
ResponderEliminarSiempre me he preguntado cuándo tiene lugar de verdad un desenlace en un relato; mucha gente cree que un desenlace es un final, pero no sé no sé.
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