Tanto vivir sin un horizonte que contemplar, la bestia se quedó ciega. El lazarillo le guiaba por los extensos corredores. De vez en cuando se paraban. Estamos ante un río caudaloso que recoge las corrientes que bajan de la montaña, le decía. La bestia sentía que sus pìes se calaban. Debe ser un curso poderoso que volverá feraz las tierras que baña, comentaba contenta. Volvían a detenerse en otro recodo. Y el niño le brindaba otra visión imaginaria. No sé si te habrás fatigado pero hemos subido a un monte desde donde se contempla la calma tanto de la cordillera como de los valles. La bestia, resoplando por el esfuerzo, se desahogaba. Cuánta belleza pones ante mi presencia, y su tono se advertía melancólico. Después de caminar un buen trecho el niño se paró en seco. ¿Oyes, Mino, la algarabía del ágora? El monstruo movía la cabeza a un lado y otro, tratando de situar los edificios y el trazado de las calles convergentes y el mercado animado donde se reunían gentes de otras urbes. Haces que me tenga, le dijo al lazarillo, por un comerciante más que intercambia mercaderías y también ideas y busque solazarse con uno de los jóvenes que trasladan la alegría sin nada a cambio. El lazarillo, incansable, le condujo por los vericuetos más intrincados del laberinto. La humedad salina impregna mi piel y mi vello, dijo de pronto la bestia. ¿Y este estruendo? Estamos al borde del océano, dijo muy quedo el niño. Lo que escuchas es la queja al unísono de todos los náufragos que se aventuraron a ir más allá de los límites del dédalo. El niño continuó llevándole de la mano hasta llegar a un espacio silencioso donde se olían los frutos más exquisitos. Disfruta de esta huerta que a la vez es jardín, le sugirió con dulzura. A ella llegan al atardecer las doncellas más hermosas y templan sus cítaras y declaman los versos más atrevidos que puedas imaginar. Mino, estupefacto, propuso. Esperemos aquí, pues, la hora del ocaso. Verás cómo sé distinguir los aromas más frutales que proporciona la tierra y la esencia que emana de la naturaleza de las vírgenes.
* Grabado de Pablo Picasso.
Todo sea por las vírgenes, y si ademas hay aromas frutales mejor que mejor. Este lazarillo si que era un cuenta cuentos con gran poder de convicción, hasta jadeaba Mino cuando le comunicaron que acababan de subir una larga cuesta. Con un ciego puede ser mas facil porque todo es imaginacion, pero incluso lo que oye queda tergiversado por o que cuenta el chaval.
ResponderEliminarabrazoo
¿Pero no hay ceguera en quienes siguen cada día los cuentos poco imaginativos de la publicidad, los demagogos y quienes quieren vivir del cvuento a tu costa?
EliminarMonotaruro y Lazarillo de Tormes, qué buena idea que anden juntos. Es un texto con mucha profundidad. Me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo
Tal como dices, el lazarillo de Tormes o de Creta ya existiría en la edad del bronce, por ejemplo.
EliminarBuen lugar para quedarse a reposar.
ResponderEliminarYa, ¡pero laberíntico! Claro, que en él vivimos todos.
EliminarMientras pueda imaginar, la bestia, no tan bestia, está viva.
ResponderEliminarSaludos
Magnífico. La imaginación nos salva, o al menos nos alivia y compensa un tanto.
EliminarHá sempre labirintos na Vida....Ás vezes, tentar encontrar a saída, usando a imaginação, o sonho, ajuda-nos a enfrentar a realidade....
ResponderEliminarBeijos e abraços
Marta
Es que cada uno lleva a cuestas su propio laberinto (los de otra mitología más moderna utilizan la metáfora de un instrumento de tortura para expresarlo)
EliminarLos niños a menudo tienen visiones imaginarias, gracias a ellas pueden escapar de lo complejo de la vida.
ResponderEliminarSalut
Es su condición de niño. Pero no creas que lo suyo no es ya complejo, o poco a poco. Yo recuerdo haber vivido situaciones kafkianas siendo protagonista. La inocencia y la ignorancia inducen también a riesgos. Un abrazo, Miquel.
EliminarSeguro que el minotauro prefiere un lazarillo con ese nivel de creatividad y fantasía en lugar de un simple guía que le evite las curvas y las caidas
ResponderEliminarPor supuesto. Para muchos la ceguera es el laberinto, que no les permite ver, de tan adecuados que se encuentran a él.
EliminarNo solo es dar crédito a lazarillo que describe tan bellamente, también a Mino que con su imaginación logra recrear todo ese paraíso.
ResponderEliminarLa imaginación es un tesoro, Maia, cultivémoslo.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarveo un juego de engaños: el lazarillo miente al Minotauro y éste se deja engañar. ¿Quién engaña más?
Salu2.
Coinciden y colaboran, es un intercambio, ambos lo necesitan.
EliminarParece que la bestia ha decidido dar más poder a lo que le dicen que a lo que percibe por sí mismo, un tipo de ceguera en el que podemos caer con cierta facilidad creo yo.
ResponderEliminarUn abrazo!!
¿Podemos? Probablemente la llevemos de algún modo o en cierta dosis con nosotros.
EliminarFack
Eliminarme gustan las mentes de los que te escriben.Mientras me pinto los labios te leo
es bueno
Leer siempre es bueno, o debiera ser.
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ResponderEliminarLa imaginación contempla, mucho mas y profundo, que la vista, no ?
Saludos, F.
O al menos de otra manera, no son incompatibles ambos sentidos.
Eliminar"A ella llegan al atardecer las doncellas más hermosas", llàstima que no les pugui veure, però sempre les pot sentir declamant els versos més agosarats. Per això serveix la poesia.
ResponderEliminarTal vez la poesía potencia los sentidos, sí.
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