"Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que solo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad."
Milan Kundera, La inmortalidad.
Dando tumbos el hombre anduvo unos pasos y contempló el umbroso vacío de su habitación. ¿Había estado con él alguien allí? Le recorria un sudor inhabitual y su cuerpo olía a aromas diferentes. En su mente se agitaban conversaciones pero también bullían silencios. Si hubo algo, se preguntó, ¿qué fue primero, el coloquio o el lenguaje silente y reservado? Se contempló en su vacilante abandono, advirtiendo marcas amoratadas en la espalda. Una ráfaga de temblor en los muslos le sacudió. Ducharme me vendrá bien, pensó titubeando, pero ¿debo o, mejor dicho, quiero? Se sentía complacido por mantener un calor que revolvía su piel. Acarició la reseca humedad de su abdomen. Aquel vello pegajoso contenía rastros que no eran suyos. Olfateó sus hombros y sus axilas, persiguiendo como un perro la señal del deseo. Luego hizo un movimiento rápido y desde toda la extensión de su cuerpo le llegaron aromas indistinguibles. Ni siquiera el suyo propio le era familiar. Pero no los rechazó. Más bien, sentado al borde de la cama, buscó el deleite y una inevitable desazón le dejó convulso. No soy el mismo de siempre, algo ha pasado esta noche, sea en forma de sueño o de un rapto cuyo rostro no se hace presente. Allí, frente al espejo del armario ropero, estiró hacia atrás los cabellos comprobando con asombro una cierta turbiedad en su mirada. No era el cansancio de unos ojos producido por el sueño que se demora, sino el deslustre de quien no ha cesado de contemplar con ansiedad una espera ajena. O la del hombre desenfrenado que quiere cubrir su desamparo con un encuentro ocasional. No había nadie más allí, pero no tenía conciencia clara de haberse encontrado solo. Palpó las sábanas arrebujadas, que le arañaron los dedos como si se tratasen de un prisma roto. Al acariciar los innumerables y desordenados pliegues le pareció estar recorriendo una piel interminable y caliginosa. En el espesor del jergón creyó revitalizar un cuerpo de mujer al que no ponía forma nítida pero que sus sentidos despiertos lo dotaban de sustancia. Estuvo esta noche aquí, tuvo el reflejo. Pero la memoria no le acompañó, como si estuviera disociada de las emociones que iban destacando abruptas en él. Ardía en su desnudez solitaria y desaseada, y el temor a la menesterosidad, él, que se tenía por intenso y dadivoso, le invadió. Emitió un grito salvaje, incontrolable, y hundió el rostro en la humedad de la cama. Respiró la fragancia impura y se desgarró.
* Fotografía de René Groebli.
La reflexión de Kundera es tal como percibo también la existencia, la mayor parte vivimos al margen de la edad biológica con la que nos ven los otros. Y en tu relato hay algo misterioso, inasible e inmaterial que borra la frontera de lo soñado y lo vivido.
ResponderEliminarNuestros mundos interiores se rigen por una naturaleza compleja, creo que por ello tal vez nos sorprendemos unos a otros, porque no somos quienes los demás esperan que seamos. Tal vez resulta que nos hemos incentado otra edad, que pugna por ser independiente e incluso superior a la que define la partida de nacimiento.
EliminarCreo que este poema encajaría con el sentido del escrito.
ResponderEliminarVoy por el camino helado,
entre la niebla de la mañana
luces y claridades, silencio,
no sale humo de la chimenea
de una masía de los alrededores
ni hay campesinos quemando rastrojos.
Un hombre sin él mismo
camina delante de mí,
fuma un cigarrillo y la pose
cabizbajo, es de abatimiento.
Lo adelanto y me vuelvo para decirle
- buenos días -
Contesta algo que no entiendo,
y me doy cuenta de que sus ojos brillan,
está llorando.
No digo nada y sigo,
es necesario respetar su dolor
y su intimidad.
El hombre sin él mismo
se va quedando atrás,
me giro y ya no lo veo,
ha desaparecido del paisaje,
qué extraño - me digo -
Quizás es que este hombre
no es otro, sino que soy yo
el hombre sin él mismo.
Muy bien construído y acertado en cuanto al enfoque. Es que no hay un solo individuo dentro de nosotros. Yo insisto mucho en la imagen del hombre ante el espejo, un ser cotidiano que tiene siempre que elegir entre sueños.
EliminarHay algo en una cama sin hacer llena del olor de otra persona que impide que vuelvas a ser el mismo.
ResponderEliminarUna vez empapado de las sensaciones de un lecho revuelto ya no eres el del rato o tiempo anterior.
EliminarCon este abatimiento desmemoria, importa lo que pasó?
ResponderEliminarsi nunca lo recordará, qué importa?
la única preocupación en no saber lo que pasó, si es que pasó,
no va a significar nada en su vida.
y cuanto más se empeñe menos lo recordará. Le atormentar toda su vida y en el lecho de muerte llama a alguien para que le hipnotice, y por fin sabrá lo que pasó. lo sabrá dos minutos antes de morir, y luego se morirá.
Pero qué gozada de dos mi unos, eh?
Abrazo
soy gabiliante, por si acaso; nosé que va a salir
Saliste. Tal vez no vas descaminado. Y la vida cotidiana sea una exposición a muertes parciales. Tantas cosas -relaciones, ilusiones, proyectos, disponibilidad física, etc.- quiebran de día y de noche. Pero es fascinante cuanto depara la sopresa de los días, a veces con largas referencias de un lejano pasado. Hay mucha ida y vuelta en la vida, por supuesto hasta ese último lecho, el más revuelto de todos, donde solamente estás tú mismo, sin concesiones.
EliminarHay momentos, antes de despertar del todo, en los que no somso conscientes de todo o no sabemos casi nada. Pero, como dice Gabiliante, tal vez no importa.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz día
Y teniendo en cuenta que podemos haber vivido solo sueños (aunque también el encuentro físico) ¡que nos quiten lo bailao!
EliminarEsa cama parece un campo de batalla. Afortunadamente, dos tazas, una sobre la otra, denotan que se firmó un armisticio.
ResponderEliminarO en pleno cólico renal, si lo enfocamos con visión hiperrealista, jej. Lo que sucede es que el personal no lo contaría.
EliminarLas emociones llevadas más allá de lo racional, a veces solo es sentir y dejarse llevar. Entre el sueño y la vigilia
ResponderEliminarPro eso es también vida, ¿no, Maia?
EliminarPor supuesto, Fackel
EliminarIntensa vida, donde el individuo encuentra la razón de ser íntima.
Eliminar"Vivir fuera del tiempo"...
ResponderEliminarY, puestos a divagar... Tal vez, esa otra ella, desde otro lugar, fuera del tiempo, pudiera también, haber soñado-vivido lo mismo, no?...
Gabon, F.
Naturalmente, las coincidencias existen. Acaso en algún próximo relato lo sepamos, no sé, con esto de los relatos soñados (Schnitzler) nunca se sabe. Lo que sí voy sabiendo y cada vez más es que si no vivimos fuera del tiempo o de los tiempos es que no viviríamos.
EliminarEskerrik asko, Soco.
Excelente texto que ha conseguido ponerme muy cerca de ese hombre perdido ante su propio ser y desmemoria. Un abrazo
ResponderEliminarSí, a veces es no saber si se está o no se está, ni con quién ni cómo. Tal vez la vida es fuga.
EliminarParece el típico hombre que después de una borrachera de aquellas, no recuerda ni lo que hizo, ni menos, lo que le hicieron pero, más allá de todo esto. Me quedo con una frase “No soy el mismo de siempre”. Recuerdo mi primera vez y esa sensación de sentir que ya nunca más iba a ser la misma. Había traspasado el umbral y ahora formaba parte del rebaño que hace lo mismo que el resto.
ResponderEliminarAbrazos Fackel
Nunca se es el mismo, es parte de la propia evolución personal. Y las relaciones con los demás nos enseñan un camino tortuoso, confuso muchas veces, que nos lleva a extremos y también a retornos, aunque sea a nuevos estados y sensaciones.
EliminarFáckel:
ResponderEliminares lo que tienen esos amores pasajeros, (dicen).
Si está abatido es porque no disfrutaría mucho de la noche, (creo).
Salu2.
No creas, algunos que parecen pasajeros se consolidan.
Eliminar¿Y si el abatimiento viene del temor a que el encuentro se haya perdido para siempre?
Há momentos em que nos sentimos longe de tudo e de todos...Estamos perdidos e não sabemos porquê...Acho que faz parte da aprendizagem, de decisões que tomamos, das pessoas que encontramos, de como enfrentamos ou fugimos das nossas dúvidas e certezas...
ResponderEliminarInteressante como sempre.
Beijos e abraços
Marta
Así es, Marta, cada paso que damos y cada experiencia que obtenemos tienen su lado contradictorio y discutible. Por eso nos parece que es un sueño todo.
EliminarEstic llegint La immortalitat per a un club de lectura que porto, i quan vaig programar aquest llibre encara no n'havia mort el seu autor.
ResponderEliminarEm costa de veure la relació de la cita de Kundera i la teva entrada!
La relaciíon es un capricho mío, es decir, muy subjetivo; lo siento.
EliminarUn relato misterioso. No sabe si estuvo o no con alguien. No sabe nada con certeza. Es increíble. Después de la primera vez con alguien puede que todo sea surrealista. O tal vez ha soñado el encuentro. Quizás se emborrachó o se drogó. Quizás simplemente se haya vuelto loco y ya no distingue la realidad de la fantasía.
ResponderEliminarEs un texto muy enigmático. Así es la vida a veces...
Con frecuencia. Lo enigmático puede ser incluso nuestra sombra. Y no la vemos.
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