Cuando yo me jugaba la juventud, que también la vida, dice Max, me refugiaba en los acordes melodiosos y sublimes del Concierto de Aranjuez, y no era ningún refugio nostálgico, de joven no sientes nostalgia de ninguna clase, era más bien como una capa protectora poner un casete a volumen elevado, para que eclipsara el rugido de una multicopista a todo trapo, y jugaba un doble papel, ahuyentaba el sonido enronquecido de las vueltas de aquel cilindro de tinta y hacía creer al vecindario que quien se alojaba en el piso era un melómano empedernido, además de un tipo normal, simpático con todos y condescendiente y amable en especial con las personas de edad, al que se le podía disculpar el sonido estruendoso porque eran las melodías de toda la vida, que a eso les sonaba a la mayor parte de los vecinos, sin tener ellos demasiado conocimiento de música, porque hoy era ese concierto del maestro Rodrigo, pero mañana podía ser un repertorio de coplas, esas cuyas letras tan bien recopiló años más tarde Vázquez Montalbán, y hasta en cierta ocasión de urgencias impresoras hubo que recurrir a las saetas sevillanas, que esas sí, ablandaban hasta los corazones más adictos al régimen, porque de este modo quién podía sospechar que un subversivo ocupase aquel piso de viviendas de empleados del Estado, a qué sedicioso, si bien pacífico, se le ocurriría poner a todo trapo saetas o coplas o a un Luis Mariano tan admirado, por ejemplo, y lo comprobé de buena tinta, pues en el edificio vivía un funcionario de gobernación que nunca sucumbió a la curiosidad morbosa, algo que jamás me expliqué, al que recogía puntualmente un coche oficial todas las mañanas, el hombre tan empeñado como estaba en escalar en los puestos de la delegación y no cayó en que lo habría tenido fácil de haberse entrometido algún día en mi ámbito, al que hubieran incluso premiado, pero mi tacto con su esposa fue siempre exquisito y prudente, y ella ponía de su parte, y tal vez lo que comentase aquella fiel, y ciertamente culta, esposa le otorgaba credibilidad, así que hoy, con los acordes iniciales del Concierto de Aranjuez en la audición de cámara a la que he asistido, no he podido por menos que dejarme embargar por una emoción olvidada, y con la memoria he revivido ciertas situaciones arriesgadas, incluso de pronto he sentido el latigazo de aquel miedo, la presura por detener todo, la máquina y el casete, y ventilar para que el espeso olor a tinta no infectara la nariz de quien llamaba inoportunamente a la puerta, y mi reacción de inquilino se demoraba temiendo lo peor, mirándome los zapatos, asegurándome de que los cordones estuvieran bien atados, por si había que salir a la carrera, y era de una lentitud gravosa aquel recorrido del pasillo hasta la puerta de entrada, escocido por el sudor evidentemente frío, la respiración agitada e imaginando lívido y ausente mi propio rostro, forzando el ascenso de la saliva, hasta gritar a distancia un voy, voy, así repetido, para llegar a la puerta y pensar que sea lo que quiera que sea, alea jacta est, que nos habían adelantado anecdóticamente al traducir la Guerra de las Galias, si bien la frasecita venía de después, de cuando lo del Rubicón, y paralizarme al ir a descorrer en última instancia el pestillo, dudando si hacerlo del todo, removidas las tripas por el pánico, fatigado por la angustia, sobrecogido por el estremecimiento, qué ridículo es el miedo, qué espantosa es la idea de estar cometiendo in extremis un error irreparable, qué cruel la convulsión ante la soledad y el abandono que se abrían bajo los pies, viéndote ya trémulo y desasistido en un futuro negro que se hacía presente, y a continuación el prodigio, un impacto emocional de otro signo, un golpe instantáneo de relajación, un suspiro sonoro al comprobar con regocijo contenido que quien llamaba se trataba sencillamente del revisor del contador de la luz o de un vecino que te pedía un favor o sencillamente un error de llamada, y luego cerrabas de nuevo, sin dar pie con bolo, silbando los acordes del Aranjuez, para proseguir la tarea resistente a medio hacer que tenía que ser entregada a una hora prefijada por razones de seguridad, y tú casi sin ganas de continuar, reblandecido por la tensión física recién padecida, pero repuesto y estimulado moralmente, una batalla ganada, de momento, te decías mientras conectabas de nuevo el concierto protector, al que nunca uno le estará suficientemente agradecido por su acción benéfica, por su arropamiento, y entonces sentarte ante la pila de folios impresos, contemplar la modestia de la edición, enardecerte con los mensajes de la misma que te parecía que también, en tu pequeña escala, hacían historia, sin darte cuenta aún de que sobre todo se hacía historia de ti mismo, y por un instante parar la mente, si es que el cerebro sabe de paradas, y dedicar una oración laica al bendito maese Rodrigo, y abandonarte al paseo por los desconocidos jardines de la localidad palaciega, sabiendo que la partitura, de apariencia neutral, había tenido mucho de beneplácito con la nueva situación del país cuando se compuso, pero sabiendo también que a la larga el arte se impone y trasciende a los bárbaros y la belleza acaba dando la espalda a estos, ¿no te parece?, dice Max, y yo: no estoy seguro.
* Lo siento, el vértigo por el recuerdo de aquel tiempo me ha llevado a expresarme con el vértigo de las palabras. Escribo esta ocurrencia pensando en aquellos que alguna vez supieron del paciente valor de la resistencia voluntariosa por mantener en la brújula, a pesar de todos los vientos y todos los oleajes, la orientación del Norte. Es necesario evitar la deriva hacia las rocas, porque rota la embarcación el naufragio puede arrancarnos la vida.
(Fotografía tomada de la Memoria del Archivo de la Universidad Complutense de Madrid)
Fáckel:
ResponderEliminarqué estrategia más astuta. Resulta difícil sospechar de alguien tan educado y melómano...
Salu2.
La necesidad aguza el ingenio. La necesidad más extrema aguza el ingenio más sobresaliente.
EliminarMe ha gustado tanto tu artículo que, tras leerlo, he ido raudo a escuchar el Concierto de Aranjuez que tenía un tanto postergado. Gracias.
ResponderEliminarDe tan bello que es el Concierto se impone al tiempo obscuro.
EliminarMirando la fotografía pienso en que tuvo que ser algo épico aquel concierto de Raimon en la Complutense de Madrid (mayo del 68), algo leí al respecto: parece ser que tenían preparado el plan de fuga para cuando llegaran aquellas figuras grisáceas (eso que comentas de atarse bien los cordones de los zapatos por si...).
ResponderEliminar"Por unas cuantas horas nos sentimos libres, y quien ha sentido la libertad, tiene más fuerzas para vivir". - Raimon
Pero fue una larga noche de piedra (Celso Emilio Ferreiro) Y algunos quieren volver.
EliminarUm concerto que desperta memórias...fala à alma....esconde tudo ou diz tudo?
ResponderEliminarInteressante como sempre...
Beijos e abraços
Marta
Dice y esconde, o cuando la música puede ser cómplice de los inocentes.
EliminarLo primero que me has hecho recordar, ha sido una peli muy de la época, que aquí se llamó "El Quinteto de la Muerte" con lo cual ya me ha salido una sonrisa cómplice.
ResponderEliminarLuego ya, los pringosos aparatos ciclostil, el esconder algo o alguien, la época sin colores, en donde el gris era una moda, una forma de ser y unos vigilantes, a los cuales se les consideraba desertores del arado. Tiempos.
Espléndidamente descrita aquella época, si bien te quedas corto. Anda que lo del quinteto de la muerte, que vi en mi juventud, magnífica me pareció por cierto...
EliminarY ¿quién iba a pensar? que detrás de un supuesto melómano existía un subversivo o más bien un luchador de causas. Un revolucionario. Recuerdo la dictadura de Pinochet y ese miedo constante que nos acompañaba de noche y de día.
ResponderEliminarAbrazos Fackel
Seguramente o sobre todo también un utópico, un idealista, o simplemente alguien para quien resistir era un imperativo biológico pero además moral.
EliminarEl concierto de Aranjuez, algo sucedió con eso, no tengo el recuero presente, intentaré encontrarlo.
ResponderEliminarEnigmático comentario, pero la música abre muchas puertas (mentales sobre todo)
EliminarHay la posibilidad de una sublimación, escuchar el concierto de Aranjuez mientras se contemplan los cuadros de Santiago Rusiñol sobre los jardines de la villa. Los descubrí en el Jardín del buen retiro hace años, en un viaje a Madrid en el mismo día rn que vi el Gernika.
ResponderEliminarSaludos
Una sensación análoga, que me afectó con agrado, fue escuchar la Retiratta de Boccherini en una de mis estancias en Madrid. En aquella ocasión además de descubrir a Boccherini descubrí el gran poder de Rubens y sus Tres Gracias. Hay músicas y cuadros que te hacen caer del caballo de la ignorancia. (Nada que ver con otro del que cuenta la leyenda que cayó de un caballo más culto a una corriente de ideas más aventurera y de discutible trayectoria)
EliminarCuando perdemos el Norte no sirve tapar la confusión con nada, aunque quepa retirarse un tiempo a los cuarteles de invierno.
ResponderEliminarPor cierto: a mí el Concierto de Aranjuez siempre me sonó a televisión en blanco y negro. Debería darle otra opción.
Mira, no recuerdo si en tv de la noche de los tiempos la ponían, pero su descubrimiento al margen de tv fue un hallazgo. La iniciación a escuchar música clásica fue en un curso que llevaba el director de la Coral y que además era jefe de policía, pero un tío culto. Eligió el ciclo de los nacionalistas rusos: Musorgsky, Rimski-Kórsakov, Borodin...Me deslumbró aquello.
EliminarMaravillosa la entrada de hoy, los versos de Ángel González y el concierto de Aranjuez. Siempre es un regalo venir a tu casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
La vida es amplia y da mucho juego para hablar de ella. Gracias a ti por leer.
EliminarDurante un tiempo canté bajo su batuta. Era muy chiquita y le gustaba mi voz. Le recuerdo con cariño. Fue un tiempo muy bonito el que viví alli, en tu ciudad. También era el director del coro universitario.
ResponderEliminarLuna
Un abrazo
Vaya, qué casualidad. En ese sentido se ve que ambos le debemos algo al buen director. Descubrimientos de un tiempo donde predominaban los descubrimientos. Por cierto, un tiempo alegremente revuelto, pero todo tenía un gran valor. Gracias, pues.
EliminarSobre "de joven no sientes nostalgia de ninguna clase": és ben possible que sí. I de gran, en canvi, no, sobretot si coneixes la felicitat d'escriure.
ResponderEliminarM'agrada molt aquest Concierto de Aranjuez. I Raimon també.
Lo bueno de escribir es que puede reconducir los efectos nocivos, si los hay, de la nostalgia en la edad provecta.
EliminarA mí Al vent me sigue conmoviendo cuando la escucho de ciento en viento.
Nos vas llevando con cada línea a la tensión del que sabe que se la está jugando, sabiendo que no puede hacer otra cosa, no lo puede evitar, aunque las consecuencias puedan descalabrarle la vida. Esas impresiones que seguramente hicieron historia en algunos, no me cabe duda de que construyeron su propia historia.
ResponderEliminarEn cuanto al arte, el más auténtico, pienso que vive en paralelo a la realidad y no la necesita, pues se construye en un mundo propio.
Y esa foto de mayo del 68 parece tan lejana y "Al viento" de Raimon, como si hubiesen pasado siglos viendo lo que actualmente es nuestra sociedad. A finales de ese año vine a la vida, algo de esa rebeldía se me tenía que pegar ji,ji, y me identifico con los versos de Ángel González, la época que me ha tocado vivir a menudo no tiene sentido para mi, no es una dictadura desde luego pero a veces pienso que es algo peor.
¿Algo peor lo de ahora que una dictadura? Que me aspen si te he entendido.
EliminarY he efecto, es de doble efecto hacer o construir la propia historia personal y contribuir a la historia colectiva. Creo que ahí hay un sentido de vida sumamente hondo e interesante. Nasturalmente, Ana, hay quien ha vivoido sin más por inercia y quien ha vivido intensa y arriesgadamente, y en uno u otro caso la percepción de vivir es diferente.
Pienso en una dictadura invisible, en vivir sometido y que no lo parezca
EliminarConviene relativizar, que las palabras también son traidoras y nos automanipulamos muchas veces (ya no digo si nos entregamos a otros, que es lo que nos ha pasado toda la vida) Conviene revisar el sometimiento, entonces.
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