Yo también recuerdo haber ido a por agua a la fuente. Me mandaba mi madre, aunque me supiera mal. Las mujeres se apelotonaban. Más de una se me colaba en la fila. Había risas, pero no se podía evitar siempre algún altercado. Si el llenado iba para largo las mujeres se prestaban a conversaciones. El tono de estas podía variar. Había comentarios prudentes, confidencias indiscretas, chismorreos malintencionados. Cosas del vecindario que unas veces se ayudaba buenamente y otras se echaban una mano al cuello. Si uno se fija en la fotografía se advierte un tono de jocosidad. Si bien, como en un cuadro velazqueño, en el meollo se observa cierta tensión circunstancial -cuyo motivo no nos es revelado aunque podamos sospecharlo- y a medida que nuestra vista se desplaza a la cola el grupo gana en divertimiento.
Mas el diálogo hondo no era el de las mujeres. Sino el más silente, pero no menos entrañable, de los recipientes. La conjunción de todos aquellos objetos que se valoraban por su capacidad, independientemente de la medida que los clasificaba y el uso habitual que los definía, se manifestaban en una especie de éxtasis. Ellos sabían esperar y como buenos hermanos entregados al uso de las familias se contaban sus alegrías y sus desdichas. Cuánto temían el desgaste de los años. Uno decía que había perdido un asa. Otro, que el mimbre que recubría el botellón se iba deshaciendo. Había quien se quejaba de estar criando ya cierto óxido. O aquel que se presentaba avergonzado por sus abolladuras. O el que lamentaba haber dejado de prestar servicio como lechera para rebajarse a esta otra actividad inodora, incolora e insípida, a tenor de lo que contaban los libros escolares. ¿Y qué decir de aquellas cerámicas de barro rojizo o blanco que temían quedar obsoletas si se partía el pitorro o la boca de relleno? En aquella epifanía cotidiana de los útiles más comunes y necesarios se citaban los orgullosos garrafones, las garrafas humildes, los barreños inabarcables, los cubos comodones, las cazuelas de la ración, las ollas de los gabrieles, las jarras aguamaniles con las que se aseaban sus dueños sobre la jofaina, los cántaros metálicos, los botijos con sabor a cieno y verano.
¿Se interesaba toda esta humanidad de objetos por la otra que vociferaba, se increpaba, contaba anécdotas o reía para hacer llevadero el rato? Esa humanidad de los cacharros solo hilaba complicidad con la imperturbable y parturienta fuente. Su fiel generosidad les proporcionaba cada día el verdadero sentido de su existencia.
(Fotografía de Campúa)
Recuerdo que de muy pequeñita en mi pueblo había luz eléctrica pero no había agua corriente y había que ir a las afueras del pueblo a la Fuente de La Kaikuta, mi abuelo me llevaba sobre un cántaro en las agüeras, yo pensaba que aquella fuente estaba encantada. La fuente sigue estando allí pero no queda nada de la magia de aquel dialogo de agua y cántaros. La vida de toda aquella loza estaba directamente en la fuente sino en su uso, o al menos eso me parece a mí. Bonito homenaje tu texto a los cacharros.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz fin de semana.
La fuente de la Kaikuta no es tan artística como la de la subida a la Alhambra, prácticamente tiene los mismos caños y si no ha cambiado mucho el potencial de agua esta capacidad de proporcionar el don del subsuelo vale más que toda las artesanía de piedra. Maravilloso nombre: Kaikuta, feminizado y castellanizado -aunque suene más orientalizante- a partir de un personaje árabe. Quien no tenga en su vida una fuente no sabe lo que es el agua de verdad. En la mía hubo más de una, pero fundamental y simbólica solo la de mi infancia al borde del camino navarro de Santiago.
EliminarY se puede saber dónde exactamente, tengo curiosidad.
Eliminarhttps://laantorchadekraus.blogspot.com/2007/06/ni-olvido-ni-perdn.html
EliminarEn Pamplona, camino de Estella.
EliminarMuchas gracias. No he estado todavía por allí, la ciudad Estella la conozco solo por un bestiario esculpido que tengo de Navarra, un libro que conseguí por aquí en un anticuario, ahora veo que el nombre completo de la ciudad es Estella-Lizarra.
EliminarOh, los bestiarios, me apasionan. (Qué libro será ese del bestiario)
EliminarEl bestiario esculpido en Navarra de Ignacio Malaxecheverría Rodríguez, editado por Institución Príncipe de Viana, 1982. Si no lo tienes intenta conseguirlo, es un libro muy interesante, a mi me llamó la atención y lo compré para una persona que conocía porque pensé que sería de su interés pero al final se quedó en mi minibiblioteca; es un libro, para mí, precioso.
EliminarPues no, no lo tengo, y eso que estuve suscrito varios años a la revista de la Institución citada, salvo que venga en alguno de sus números. Indagaré en la red y si no te lo compraré.
EliminarLa verdad es que este libro es para mí una joya del que no quiero desprenderme, es un libro que consulto con relativa frecuencia porque relaciona las figuras animales y monstruosas del arte medieval navarro con la literatura europea de la época haciendo hincapié es su carácter simbólico, en fin, un tema que me gusta mucho. Pero mira este enlace porque venden un ejemplar: (https://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=30994074078&searchurl=sortby%3D17%26tn%3Del%2Bbestiario%2Besculpido%2Ben%2Bnavarra&cm_sp=snippet-_-sales1-_-click1)
EliminarDe todas maneras, en el caso de que no lo consiguieras sí que te lo puedo prestar.
No me tomes en serio, es una gansada mía. Cuando un libro merece la pena no se puede uno desproveer por las buenas de él; lo mismo me pasa a mí. Además estos temas referente a lo iconográfico siempre me han seducido, ya sea en esculturas o en libros miniados. Recuerdo la emoción de tener ante mis ojos un beato del siglo X, fue apasionante, simplemente te transporta. Y es un ejemplo. Así que tomo nota del enlace y veré la manera de hacerme con él.
EliminarTe paso un enlace de imágenes fantásticas que reproduje en un blog que tengo abandonado :
http://eltaklamakan.blogspot.com/2018/07/la-herencia-fantastica-del-medievo-en.html
jajaja, no sabía lo que era un beato, es la primera vez que leo algo sobre este género literario.
EliminarUn multigénero, lo llamaría yo. Textos, comentarios, imágenes. El poder de la palabra y de la imagen, de mano de un sector determinado de la sociedad. A puro pulso.
EliminarTodos esos cacharros, simples contenedores del agua que es vida, sufrían con resignación el parloteo interminable de sus portadoras, esperando turno para su labor y regreso a la tranquilidad hogareña, hasta su próxima excursión al riesgo del encontronazo tan sabido..."Tanto va el cántaro a la fuente..."
ResponderEliminarSufrían parloteos y encontronazos, cuando no caídas, pero aceptaban su rol y espera no tengan que volver, aunque hoy la competencia esté en los camiones cisternas. Por aquí hay algunos pueblos con problemas de arsénico en sus freáticas y tienen que servirse de camiones cisternas. Tanto fue la gente a la fuente...
EliminarCuántos cántaros rompí siendo aprendiz.
ResponderEliminarCuántas collejas recibí.
Incontables.
Salut
Inútil, mira que... Eso mismo me han llamado a mí más de una vez, pero se aprende con las bofetadas de las palabras y las collejas, aunque te diré que siempre me hicieron sufrir más las primeras que las segundas. Mejor no hagamos recuento y menos inventario de las hostias recibidas. También enseñan, sobre todo a saber cómo es el que las propinaba, jaj.
EliminarEra una forma de socializar.
ResponderEliminarComo el cántaro, también la socialización se puede romper con el uso imprudente.
Saludos
Y de hecho se rompe; esa sí que va a la fuente todos los días. Antes o después se recompone. Pero, mientras, ¿cuántos trozos no quedan esparcidos por todas partes?
EliminarNací en una casita pobre sin luz ni agua. Había un pozo de +agua pura y fresca. Mi madre me enviaba a buscar un pedacito de agua. Un día lo dejé caer y el golpe se rompió. Fue tan comprensivo con mi madre que, al recordar, incluso me conmueve. Fui a buscar agua de una regar lata de aluminio. No me lo pierdo pero recuerdo con nostalgia aquellos tiempos
ResponderEliminar.
Feliz fin de semana
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Reflexiones y ensoñaciones
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Vale tu experiencia. Pues esa comprensión es admirable. Los pozos de las casas eran otra solución, pero no todas tenían pozo y no siempre era un agua límpida. Saludo.
EliminarDe esa me libré por vivir siempre en ciudad. No me libré de los sabañones, ni del barreño de zinc, ni de los tirones de oreja en el cole, ni del barro en los zapatos, ni del "chocolate" terroso vitacal, ni de los mensajes de Franco...
ResponderEliminarUn saludo.
De muchas de esas experiencias no nos hemos librado nadie, pero en las ciudades las fuentes abundaban y aunque ya había red en las casas no obstante también había cortes y se recurría a la fuente próxima. Muchos manantiales que el progreso mutiló. De los sabañones y del vitacal me libré, del resto, incluido al personaje siniestro que citas no.
EliminarNi de esto nos libramos:
https://www.youtube.com/watch?v=hBugK3YM_Js
Los recipienets, dotados de razón, esperaban pacientes, entre las mujeres que cudían a llenarlos. Claro, los habría de mejor uso y más usados. Lo que me recuerda a una sartén culona, que tenía una suegra de mi tía, ella con 93 años ahora, y que sigue intacta por mucho uso que se le da, al menos tres veces al año para hacer migas. Y salen de muerte. La foto es magnífica, por cierto.
ResponderEliminarUn abrazo
Es una foto muy expresiva. Yo también guardo recipientes de cocina de un aluminio nacional magnífico. No me extraña que lo que más encuentran los arqueólogos en sus excavaciones sean recipientes cerámicos para múltiples usos, aunque en muchos casos ya estén troceados.
EliminarNo puedo añorar lo que no he vivido, pero si hecho en falta las reuniones de vecinos a las puertas de las casas, e imagino que similares situaciones se darían en las fuentes y en los lavaderos. Tiempos pasados no fueron mejores, seguro, pero más de uno recordará con nostalgia esos encuentros diarios.
ResponderEliminarSalud.
Oye, que yo tampoco añoro, solo rindo homenaje a las formas de vida y subsistencia a través del recuerdo. La vida de vecindad actual no tiene nada que ver con aquella, salvo en determinados lugares. Hoy vivimos en nuestro ámbito íntimo y apenas tratamos con vecinos. Antes era a todas horas y la gente se ayudaba.
EliminarHace un rato he visto unas fotografías sobre las inundaciones de Pamplona y norte de Navarra y me ha gustado mucho y emocionado la actitud de echarse a la calle los vecinos en plan voluntario a ayudar a otros y limpiar en la medida de lo posible las calles. Como en otros tiempos.
No me mal intérpretes, Fackel, no digo que tú añores aquellos tiempos. Pero si creo que se vivía más en comunidad, con todos los defectos y virtudes de estás relaciones.
EliminarPor León era muy frecuente realizar trabajos en comunidad todo el pueblo, hacendera, le decían, me encanta esa palabra.
Buen domingo.
No hombre, si estoy de acuerdo, se vivía en más comunidad vecinal, en cuestiones de echarse una mano y supervivencia, aunque se soslayasen ciertos temas, porque la época fue, ya sabes, de muditos en cierta cuestión del país, per en otras, no había la diversidad de divertimento (juego de palabras) que hay hoy y había confraternización vecinal. So hiciese un repaso desde el amanecer al anochecer uno se sorprende -las nuevas generaciones no se lo creerían- de la cantidad de momentos que se tenían con otros: charlas en la escalera, conversaciones en el mercado, en la tasca, en la casa el vecino al que se visita con frecuencia, al caer la tarde de verano en los bancos...etc. A partir de esas relaciones la gente se aportaba: uno recomendaba a otro para entrar en tal fábrica, se prestaban alimentos, se dejaban libros, etc. etc. Recordarlo me sirve para valorar, pero eso no se trae a la vida actual de manera voluntarista. Además hoy nos hemos vuelto muy tiquismiquis con la soledad, el tiempo personal, las relaciones, en fin.
EliminarHacendera, interesante término en el que bucearé, y gracias Ángel. Tus precisiones me son muy útiles de fondo y forma personal.
La primera vez que vi televisión, en blanco y negro, claro, fue en casa de amigos, por ejemplo. Había vecinos que se adelantaban, porque podían o estaban más en la onda, a comprar un aparato de tv. Ese era otro lugar de intercambio.
EliminarUna buena reflexión basada en aquella experiencia lejana. Las mujeres se liberaban a su manera incluso a través de una tarea que era propiedad de ellas. Algo parecido a la hora de la compra, sin duda. Qué buenas experiencias de un mundo y un tiempo olvidados casi. Pero los recuerdo valen. Acabo de escuchar en una película que han puesto en la 2 ("Deseando amar", del director chino Wong Kar-Wai): "El pasado se puede recordar pero no se puede tocar".
ResponderEliminarNo conocí esa época de garrafas y esperas para hacerse con el agua, pero no me cuesta imaginarme el ambiente al pie de la fuente, el agua descargando sus bondades, los recipientes en pie, listos para ser rellenados, la conversación más o menos divertida según el ánimo reinante ...
ResponderEliminarUn buen relato de la forma de vida de hace unas décadas y una buena foto que enmarca ese ambiente.
Salud y abundancia.
Descargando sus bondades: qué expresión tan preciosa, me la apunto.
EliminarSolo fue un apunte poniendo en juego a la memoria y recreando y dando voz a los sin voz. Salud y que no haya carencia (ay si valorásemos todos la abundancia o simplemente lo que tenemos, hay gente que no lo hace)
Nessa época, as pessoas falavam mais...apesar de todas as dificuldades, a vida era mais doce, mais optimista...acabavam por se ajudar mais uns aos outros.
ResponderEliminarE, sim, recordo-me de ver pessoas com garrafões e ir até à fonte...
Obrigada pela partilha...
Beijos e abraços
Marta
Que la vida era más dulce y optimista...exigiría matizar. Yo veía mucha lucha por la vida entre nuestros padres, muchas carencias en cantidad de gente, muchos problemas...Por supuesto en los momentos que había cierta luz y se oteaba cierta salida del túnel el optimismo podía crecer, pero en España hubo décadas muy duras y para muchos muy negras. Queda el recuerdo positivo de la ayuda mutua, aunque siempre ha habido gente que para prosperar pisaba al vecino. Gracias por opinar y debatir, Marta.
EliminarSeguro que habrá algún iluminado capaz de ver en un grupo de Facebook, la evolución de aquellos encuentros sociales. Sigo pensando que estamos muy jodidos.
ResponderEliminarNo te quito razón. Soy escéptico respecto a las redes. Yo no participo de ellas -blogger cumple para mí otro papel no directo- pero por lo que me cuentan allegados no parece que haya gran avance de diálogo y cooperación, pero veneno hay a raudales.
Eliminar...Qué bueno. Solo faltaban las fuentes y los cacharros... Mi pueblo fue siempre de muy abundantes y famosas fuentes de aguas mil. E incluso hubo poetas que les hicieron canciones que mi madre me enseñó y cantó de niña. Aún puedo recordar algunas pequeñas partes... Debían ser, creo, por la letra, canciones jocosas, reivindicativas.
ResponderEliminarEn cuanto a los cacharros, también tendría mucho para recrear. Me gusta la personificación que haces.
Es que las fuentes fueron fundamentales en cualquier parte, hasta (o más) en el desierto. Fuentes, abrevaderos y lavaderos eran higiene pura en cualquier lugar. Junto a los ríos, por supuesto. No me extraña que la literatura incluso la religiosa se nutra de estos modelos para contarnos sus anécdotas morales y sus invenciones salvíficas. ¿Hay mayor salvación que la que proporciona la higiene? Aguas que sacian la sed son aguas que nos salvan de casi todo.
EliminarNotable poder el de la imaginación que logra otorgar vida hasta los objetos más comunes, siempre que la guie un alma sensible que perciba más allá de las apariencias y una pluma talentosa que logre expresar en letras todo el caudal emotivo que traspasa una anécdota. Un gusto leerte. Un abrazo
ResponderEliminarCreo que hay que ser agradecido con los objetos nobles. Sobre todo con los útiles, los duraderos, aquellos que aún perduran porque podemos necesitarlos en cualquier momento. Aún preservo algunos más por motivos sentimentales que por otra cosa. Gracia por tu acompañamiento, Neo.
EliminarÉs curiosa aquesta personificació que fas dels recipients!
ResponderEliminarEs que los recipientes tienen mucho mucho de personas normales y corrientes. Por ejemplo, ¿por qué crees que los cántaros tienen esas formas que tienen? No sé si llegaste a ver de niña, si es que aún se llevaba, cómo portaban los cántaros las mujeres. Cómo se acoplaban al lateral de un cuerpo femenino. Salut i gaudi.
EliminarGracias a dios que no pase por eso.
ResponderEliminar¿Y antepasados tuyos?
EliminarEl cántaro y la fuente de ayer y las personas que unían uno y otra, y se unían y charlaban esperando su turno, o compartían, por vecinos, las idas y venidas.
ResponderEliminarLa foto, casi centenaria, y tu literaria evocación nos trasladan al ayer; al pueblo de los abuelos, o a la vivienda en que nos trajeron al mundo y en donde fuimos felices, libres, jugamos y compartimos con familiares y convecinos, casi como si fueran familia, por cómo nos cuidaban o se preocupaban si nos caíamos al jugar o alguien de la casa estaba malo. La puerta dividida de las casas, solo estaba cerrada la de abajo. para evitar que se metiera el ganado, pero cualquiera podía pasar, con solo levantar la aldaba.
Los primeros recipientes y receptores, de la bondad de la convivencia, más que de la misma fuente o del río donde nos bañábamos, éramos nosotros. Alguna vez los pequeños íbamos con un recipiente, casi siempre un botijo o un jarro, a la fuente. Yo recuerdo, esos viajes a la fuente, sobre todo, en los veranos, en las eras. La fuente no era entonces la del pueblo, sino la que estaba cerca de las eras, y estaba en la ladera, junto a la arboleda. Los chavales íbamos corriendo y corriendo volvíamos, para seguir disfrutando de la trilla. Algún recipiente cayó y se rompió si tropezábamos, pero...en la era, bajo algún haz de espigas, o a la sombra de algún saco de grano, había una bota.
Gracias por tu facilidad de trasladarnos hasta allí, y darle vida a los recipientes y evocar los servicios que prestaban.
En la ciudad, había aguadores, que servían a los paseantes un baso de agua, por una moneda, o a "la voluntad".
Un placer leer tu imaginario ayer, siempre evocador.
Qué buena exposición de la memoria intra histórica, la empírica, la que hemos vivido con análogos matices y compartido en gran medida. En las ciudades había muchos oficios, yo al aguador no lo conocí, se ve que en esta ciudad o en la del Norte ya se habría extinguido el oficio, acaso por el >Sur fuera aún posible. Y ya que recuerdas la trilla, uno de los espectáculos más entretenidos del verano era cuando una trilladora mecánica, aquel monstruo de poleas, se instalaba unos días junto a una venta, iba tragando las espigas segadas y separando grano de la paja. Llevaba su tiempo pero toda la chiquillería íbamos allí y pasábamos horas, subíamos a los pajares, en fin el verano entero era espectáculo en la infancia.
EliminarEn un blog de por ahí encuentro una imagen de quel invento, que además era nacional:
http://pitillas-navarra.blogspot.com/2014/07/nueva-trilladora.html
Gracias por leer y compartir vivencias, José Manuel.
Gracias por destapar recuerdos de esas situaciones que muchos hemos vivido.
ResponderEliminarSaludos cordiales
A veces uno piensa que ha olvidado muchas escenas vividas o escuchadas, y de pronto algo, una fotografía, una conversación, un sueño hace que se hagan presentes los recuerdos. Cordial.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarrecuerdo haberme bañado en uno de esos barreños de cinc.
¡Qué tiempos!
Salu2.
En mi caso el barreño en que me bañaban era de barro. Para el caso...
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