Trabajé de aprendiz para el maestro Utamaro. No sé si aprendí más observando sus maneras de pintar o ejecutando sus recados. De lo primero serán mis trabajos los que podrán responder. En cuanto a los encargos tengo que reconocer que fue un aprendizaje provechoso. Yo soy por naturaleza tímido, y en mi juventud lo era mucho más. ¿Fue por esa razón por la que el maestro confiaba en mí? ¿Sabía él de sobra al enviarme a buscar alguna muchacha a la casa de té más oscura del lugar que iba a ser sumamente discreto? No es que a él le importase demasiado que se supiera dónde escogía a algunas de sus modelos, pero me utilizaba para conocer mi opinión. No se piense mal. De su vida íntima con las modelos no debo revelar nada, aunque con ganas me quedo.
Él quería que le confirmase o disintiese sobre la anatomía o rasgos particulares de aquellas mujeres a las que luego iba a representar, a algunas de manera idealizada, en sus ukiyo-e. Dame tu dictamen sobre las proporciones del cuerpo de Suki, me decía. El rostro de Aiko es tan sereno que dan ganas de dibujarlo. O bien: la espalda de Manami es como un lienzo, no sé si copiarla o pintar en ella si me deja. Sin que yo le dijera nada Utamaro sabía por mi sonrisa o mi mirada pilla que no iba descaminado en sus apreciaciones. ¿Digo poco si afirmo que mi timidez era para él una buena medida de por dónde debía acometer una obra?
No sé si un día me vio más apocado que de costumbre o simplemente que no daba pie con bolo en mis trazos, que decidió dar un paso a mi favor. Creo que necesitas algo más que aprender a dibujar o hacer de recadero. Vas a ir de mi parte a buscar a una mujer a la que llaman la misteriosa, que a veces acude a la casa de té a buscar su propio placer. Es una mujer callada, prudente, de superior belleza interior a la aparente. Le dirás que no la necesito de nuevo para mi obra, pero que tú sí. Prueba a ver si te corresponde y luego me dices.
Fue una anécdota más de mi estancia de adiestramiento con el maestro. Que aquella mujer y yo vivimos juntos una temporada nos sirvió a ambos amantes. Por supuesto, el mundo propio de ella era muy superior al mío. Y sus maneras cautelosas no eran óbice para distinguir las intenciones de la gente. Lamenté mucho que me abandonase. Yo fui aprendiendo a pintar mejor. Pero ella me superaba en sus ganas de vivir.
Se sugiere la lectura sobre una mujer despeinada en el blog de Chitón :
https://ehchiton.blogspot.com/2021/12/la-despeinada-y-su-diario.html
(Fotograma de la película Las cinco mujeres de Utamaro, de Kenji Mizoguchi)
Todos tenemos historias de vida. Algunos buenos no tan buenos. Pero, por norma general, íntimo y real
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Felicitaciones navideñas
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Reflexiones y ensoñaciones
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Las historias se nutren de experiencias, ¿no? Pues démoslas como válidas, Ricardo. Saludo.
EliminarUna vez realizado el conocimiento mutuo, cada uno siguió con su aprendizaje.
ResponderEliminarLo cual me lleva a concluir si no seremos eternos aprendices (lo de eternos es un decir)
EliminarDejémoslo en aprendices.
EliminarMás bien.
EliminarDe verdad que es un placer leerte, la combinación de ambos relatos nos descubre todo un mundo oculto. Te quedas con ganas de conocer más sobre ella, el maestro y el narrador.
ResponderEliminarSalud y buen día.
Sí, yo también me he quedado con ganas, tendré que indagar. Bien estar, Ángel.
EliminarExeriencia positiva, ¿no?
ResponderEliminarTodo lo que nos enseña es positivo. Aunque no siempre aprendemos ni de lo bueno ni de lo malo.
EliminarUn discípulo, o ayudante, (aquí hasta recadero), es uan figura que da mucho juego, sobre todo si el mestro es tan reconocido. Me ha gustado que el maestro le abra la puerta al placer y la pintura, sea con la misma mujer, o con otra.
ResponderEliminarPor saber aprender, y saber enseñar.Un abrazo
Utamaro era un bon vivant al uso de Edo. Por eso que dices, y que va tan vinculado.
EliminarSi le abandonó sería porque en su vida ya no "pintaba" nada.
ResponderEliminarUn saludo.
En cambio Utamaro seguía pintando dorsos bellos.
EliminarDe vez en cuando conviene descansar; es algo simple, de pronto no estás en la onda y no te vas a aquel Japón; de pronto te hastía el ámbito temporal en el que vives y decides ir un par de siglos atrás a recorrer peligrosos caminos de territorios agitados por seísmos, bandidos y samurais; o bien te dejas embobar por sugerentes damas de corte o de aldea; así que bienvenida a matar el rato por estos pagos, MCarmen.
ResponderEliminarAprendizagem faz-se observando, mas também escutando a mente, a pele, os movimentos do corpo...Um bom mestre abre a porta ao discípulo para encontrar o seu próprio caminho...
ResponderEliminarObrigada pela visita
Beijos e abraços
Marta
Digamos que en el aprendizaje influye o determina en gran medida la propia observación. El aprendiz/recadero seguramente supo observar allí donde le enviaba su maestro.
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ResponderEliminar...Evidente que maestro y discípulo, se complementaban de maravilla, mutuamente. Buenatarde.
Correlación y cooperación maestro / alumno y viceversa. ¿Quién aprende de quién? Bona nit.
EliminarRelatos de un mundo interior capaz de modificar las miserias del corriente. Se disfruta en cada palabra.
ResponderEliminarUn abrazo
Los mundos interiores se ofrecen como mundos gozosos y sabios. Hay que ir a ellos.
EliminarQue experiencias más curiosas ha vivido el recadero, incluso abandonado, me lo imagino sonriendo al recordar esas vivencias.
ResponderEliminarLos abandonos de juventud son teatrales pero no fatales, afortunadamente. Mira también al aprendiz por ese lado.
EliminarTuvo mucha suerte el aprendiz/recadero.
ResponderEliminarAprendió a distinguir- disfrutar, la belleza física y espiritual.
Gracias a que tuvo un maestro maravilloso.
Un abrazo.
Todo eso se podría saber con más exactitud por su obra, a ver si doy con ella, je. Salutem, Berta.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarun alumno muy interesado y aplicado.
Salu2.
Para aprender hay que poner interés, sin duda, y dejarse guiar, ¿no?
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